Capítulo 39: El despertar

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¡Les recomiendo escuchar la canción antes de leer el capítulo! 

Por fin, mi garganta se abrió y lo primero que hice fue gritar. Pero no fue un gritó normal, porque no se sentía como mi voz y mucho menos la imagen que mis ojos veían.  Aunque dejé de gritar, sentía que mis manos temblaban y una sensación helada atravesaba mi espalda y me quedé ¿en shock? Quizás era la palabra, que podía describir lo que sentía en ese instante. Sentí una mano en mi hombro y giré la mirada. Era Michael, y de reojo, noté a Cleo cerca de la puerta; parecía apretar los brazos sobre su pecho, como protegiéndose. Tenía una expresión de cansancio en su rostro, pero me concentré en mi papá. Todavía sentía su mano en mi hombro, y lo miré.

—Lizzie, sé que para ti...esto debe ser un shock pero...debemos hablar de algo contigo —me dijo en tono pasivo, pero sentía que había más. —Necesito que respires. ¿Puedes hacerlo? — me preguntó y asentí. —Inhala y exhala, suavemente— me susurró.

Y a pesar de la sensación horrible que tenía en el cuerpo, hice lo que mi papá me pidió. Inhalaba y exhalaba pero todavía me sentía confundida porque no parecía ser real. ¿Acaso podía ser real? Respiré un rato hasta que mi papá, me pidió parar y solté un jadeo. Apreté las manos, a cada lado del lavamanos y resoplé mirando hacia abajo. La mano de mi padre estaba en mi espalda, dando vueltas, tal vez buscando la forma de calmarme.

—Por favor, no entres en pánico — me pidió mi papá.

Dure unos segundos más, hasta que levanté la cabeza y contemplé de nuevo mi reflejo. Antes podía ver a Elizabeth Corbett, la chica de diecisiete años de piel morena, cabello color negro con ondas y ojos marrones, pero ahora ¿dónde demonios estaba esa chica? Mi tono de piel todavía era morena aunque mis ojos y mi cabello eran otra historia. Mi mano temblaba cuando toqué la trenza y de un tirón logré liberar la cabellera. Poco a poco, manoseé las hebras pero ya no eran color negro. Todo el cabello, cabello era de color blanco; como la leche, la nieve. Moví entre mis dedos un mechón, aunque sentía que no fuese mío.

Pero me di cuenta, de que era real. No era una fantasía retorcida y sentía que mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Si mi cabello no era normal tampoco lo eran mis ojos. Era color violeta, como el color de las flores de la primavera, pero eran de un tono intenso en mi cada uno de mis ojos. Y a pesar de todo, todavía podía ver los rasgos de mi rostro (frente estrecha, pómulos anchos, altos y muy marcados y el mentón pequeño), por lo menos mis redondeadas cejas, tenían el color oscuro pero igualmente, los ojos y el cabello, era demasiado.

— ¿Elizabeth?— dijo mi papá.

— ¿Lizzie? — pronunció Cleo.

Volteé la mirada hacia ellos, sintiéndome confundida y ellos estaban atentos, conmigo. Moví la nariz mientras que Cleo bajó los brazos pero se llevó la mano al pecho, con gesto de preocupación. Michael estaba callado pero cerca, esperando a que reaccionara. Todavía sentía el sabor de la sangre en mi boca pero ya no era desagradable, resoplé. Miré el espejo y lo único que pude pensar fue, ¿qué mierda me había ocurrido? ¡¿Qué había pasado?! ¡¿Acaso me habían teñido el cabello mientras estaba inconsciente?! Blanco en el cabello y violeta en los ojos. ¿Qué carajo era eso? Levanté una mano y toqué el cristal con los dedos; mi mano temblaba cuando la apoyaba. Y entonces, noté otra cosa. Las uñas eran un poco más largas y hasta los dedos parecían ser diferentes. La mujer del espejo frunció el ceño, y bajé la mano y las contemplé curiosa. Mis manos parecían diferentes, es más, todo mi cuerpo se sentía diferente.

Moví un poco la lengua y sentía la saliva espesa en mi boca pero intenté hablar, aunque fuera algo. Y con un tono suave susurré:

— ¿Papá?

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