CAPÍTULO 23

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Hola a todos :), estaba viendo que la historia ha llegado a lugares increíblemente lejanos. Saludos, donde quiera que te encuentres, gracias por tu apoyo :D

-Lafe.-habló la voz desde su interior.

-Levántate Lafe.--repitió de nuevo, ordenando, parecía un tanto impaciente.

Luego, unos brazos comenzaron a zarandearlo suavemente. Lafe finalmente salió de la densa neblina del sueño. El profesor Frobisher se hallaba en su habitación.

-Vístete muchacho, tenemos trabajo.--le apremió.--Tienes cinco minutos, te esperaré afuera.

Mientras se ponía los pantalones de costumbre, miró que el reloj marcaba las cinco y media, al viejo le había dado por despertarse temprano.

Salió al pasillo, donde Frobisher le hizo un ademán para que lo siguiera.

Los últimos meses habían sido muy demandantes para Lafe, bajo la tutela de Frobisher se sucedía lección tras lección, prueba tras prueba. Luego, fue asignado como acompañante en las pequeñas naves de avanzadilla que escoltaban al Mensajero y realizaban constantemente misiones de patrullaje y exploración.
Aprendió lo que pudo de los pilotos jóvenes, de los experimentados, de soldados e ingenieros. Se ganó su confianza y pronto era uno más de ellos. Terminó por abandonar la cocina, mientras aprendía con avidez de los libros y los hombres.

Pero algo le inquietaba sin tener una razón clara. Últimamente, el número de aeronaves desconocidas que aparcaban en el Mensajero se había incrementado drásticamente, procedentes de muchísimos puertos alrededor del mundo. No llevaban distintivos, pero sus tripulantes vestían siempre de negro y parecían gozar de una cierta autoridad ante otros.

Antes de que Lafe se diera cuenta, ya habían llegado a los astilleros, donde los esperaba una concurrida comitiva. Lorrd Bathorn aguardaba impasible y sin rasgo facial alguno, Eldon Blakeney y su eterna sonrisa sarcástica bajo los ojos azules, incluyendo algunos otros altos mandos, navegantes y una escolta de militares que completaba el cortejo. Pero eso no era lo importante, Lafe pudo ver como se encontraba la Lanzadera a poca distancia, colgando de gruesas cadenas. Iba a pilotar por primera vez.

Desde hace algunas semanas, la instrucción se había enfocado en mostrarle el sistema de la Lanzadera, maniobrabilidad usando vectores distintos, el sistema de defensa, etc. Todo esto, usando un modelo sin terminar y menos aún volando en el aire. Práctica tras práctica de posibles contingencias o hipoteticas corrientes de aire le mantuvieron ocupado.

Su diseño era precioso, elegante, veloz y escurridizo. Una afilada nariz para aquel cilindro estilizado, solo interrumpido por la ventanilla, el asiento y el alerón del final.

-Adelante, siéntate.-le dijo el profesor.

Lafe no supo que decir o hacer. Simplemente sabía que estaba listo.

Un par de herreros se limpiaron la grasa de las manos y le acercaron una gruesa chaqueta para hacer frente al gélido aire de las alturas, un gorro de lana y anteojos que le permitieran ver.

Trepó por la cadena y se sentó en la Lanzadera, el asiento era bastante cómodo. Al frente tenía los indicadores y mandos que ya conocía, los tomó con fuerza.

Lord Bathorn hizo una seña y debajo de él, comenzó a abrirse la esclusa que dejaba ver el vacío debajo de la Lanzadera, su reacción imperceptible fue simplemente apretar los mandos aún más fuerte.

El sonido del viento le impedía escuchar el discurso de Frobisher ante la comitiva, pero parecía muy emotivo e inspirador. Tras varios minutos de charla, levantó el pulgar, la seña de estar listo.

Podía detenerlo todo en ese instante, practicar más, ensayar cada movimiento, salir con las otras naves convencionales, pero no lo hizo.

Ni siquiera recordó hacer un movimiento, pero de repente se encontró mirando su pulgar levantado, la cadena se soltó con un chasquido y el viento lo envolvió en un manto de frescura.

Reaccionó instantáneamente, el vehículo aún caía, pero un suave movimiento en los mandos le permitió controlar el vehículo, sumergiéndose en las nubes.

No pudo evitar soltar un grito cuando la Lanzadera se movía en sincronía con su mente y su cuerpo, lanzándolo a la inmensidad del cielo. Sintiéndose libre, sabiendo que para esto había esperado toda su vida, volar.

Realizó toda suerte de giros y acrobacias, riendo y gritando como un niño, olvidándolo todo y naciendo una vez más.

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