CAPÍTULO 35

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La Lanzadera regresó por tercera vez al Mensajero, dando tumbos, envuelta en hollín y con un horrendo ruido en el motor. Lafe salió del pequeño asiento, sucio, jadeando y tosiendo. Un grupo de técnicos se acercó rápidamente.-Reparen la maldita cosa, el ruido me va a matar antes que los malditos parisinos—dijo, haciendo una mueca mientras intentaba recuperar el aliento. Se apartó e hizo espacio para que el resto de las Lanzaderas regresaran. Se derrumbó en el suelo mientras tomaba un trago de una cantimplora y trataba de ordenar sus ideas. Cuervo fue el primero, su Lanzadera entró limpiamente y no lucía daño visible, sin embargo su rostro revelaba que no se encontraba nada feliz, empujo a uno de los técnicos que trataba de asistirle e ignoró a otro que se le aproximaba. Lafe no levantó el rostro cuando Cuervo se detuvo a escasos metros de él. -¿Qué sucedió allá fuera?—dijo, con un temblor en la voz, conteniendo su ira. Lafe no necesitó verlo para adivinar que tenía lágrimas en los ojos.-Maldita sea Lafe, habla. ¿Qué carajos sucedió allá afuera? -Hami cayó. —dijo, sin levantar la mirada y dando un trago a una cantimplora que sostenía con la mano.La ira inundó a Cuervo, incapaz de contenerse tomó a Lafe de los hombros.-Maldito, maldito. ¡Debías protegerlo!—le gritó a la cara. Lafe no se perturbó, seguía con la misma mirada impasible y firme.-Suéltame Cuervo, no pude hacer nada más. —le dijo, empujándolo con los brazos. —Y me odio por eso, me odio porque fue mi maldita culpa. —le gritó firme, mientras sentía que aun escuchaba los gritos de Hami por la radio y veía la pequeña Lanzadera envuelta en llamas y precipitándose al vacío. Yomba y Relámpago regresaron al mismo tiempo, ambos casi intactos. Siracusa lo hizo poco tiempo después, su Lanzadera se hallaba cerca de estar completamente arruinada y ella estaba a punto de perder el conocimiento, sangre manaba de su pierna. -¿Qué sucede?—dijo Relámpago, cuando se acercó a Lafe y Cuervo y se percató de que se miraban fijamente.-Hami ha muerto, Relámpago. —dijo Lafe. Cuervo apartó la mirada con lágrimas.-Esos malditos lo mataron.—dijo Cuervo.-Véngalo entonces, sálgamos allá y matemos a esos bastardos. No por Bathorn, no por Neápolis, por Hami y para salvar las vidas de este condenado pedazo de metal volador—dijo Lafe.-Salgamos allí entonces, ¡al infierno con Bathorn y con París!—afirmó Relámpago.Los cuatro restantes pilotos asintieron y se dirigieron de regreso a sus vehículos. Lafe subió a su Lanzadera y encendió los motores.--Manténgase cerca, y en movimiento, y no mueran por favor. Suficiente tuvimos hoy.Luego se precipitó al vacío, seguido de su escuadrón, Cuervo, Yomba y Relámpago. -¡Cuidado!—gritó Bernard, cuando otro gigantesco proyectil estuvo cerca de impactar la pequeña nave. Caleb dio un violento giro y estuvo cerca de perder el control.-¡Maldito! ¡Lo se Bernard, no necesitas gritarlo!—gritó, limpiándose el sudor de la frente.-¡Sólo trato de ayudar!—gritó Bernard, a lo que Caleb dio un gruñido en respuesta. El combate se disputaba intensamente entre las fuerzas de París y Bathorn, balas y disparos de energía volaban sin rumbo ni dirección, mientras galeones combatían entre ellos y cazas se enfrascaban en escaramuzas. -¿A dónde nos dirigimos?—dijo Rachel.-Por lo pronto, fuera de aquí. —respondió Caleb.En ese mismo momento, Caleb los divisó. -¡A tu izquierda, Cuervo!—advirtió Lafe por la radio.-¡Lo tengo!Cuervo realizó un ligero giro hacia la izquierda, lográndose posicionar en un ángulo perfecto. Sus balas impactaron el motor del pequeño caza que los seguía, incapacitándolo. Las cuatro Lanzaderas se movían en perfecta armonía, como cuatro miembros del mismo cuerpo. -El transporte al frente, ¿lo observan?—señaló Lafe.-¡Lo veo!—dijo Yomba.-Lleguemos por el costado. —dijo Relámpago --Yo me encargo del motor.-¡Sí!—afirmó Yomba.--¡Y rápido que tengo hambre!-Vamos entonces, juntos. Cuidado con los cazas.—dijo Lafe. Las cuatro Lanzaderas aceleraron al encuentro del pequeño transporte de tropas, protegido por algunos cazas. Relámpago descendió para encontrarse con el motor, mientras Cuervo lo protegía y Lafe se encargaba de hostigar la cubierta. Yomba atacaba los cazas.En menos de dos minutos, el transporte se precipitaba al vacío.-¡Sí!—gritó Relámpago.-¡Han caído!—respondió Cuervo.-¡Somos la muerte!—finalizó Lafe, a lo que todos lanzaron sus gritos. Rachel, Bernard y Caleb miraron horrorizados la escena, el transporte envuelto en llamas mientras los motores dejaban de funcionar poco a poco y los gases explotaban. Pequeñas figuras en la cubierta corrían despavoridos, intentando inútilmente apagar las llamas, o tratando de encontrar una forma de escapar a la destrucción y la muerte inminente que se avecinaba.Padres, hijos, esposos de París, cayendo por la avaricia de un solo hombre. Y allí se hallaban los responsables, las Lanzaderas de Bathorn, volando como repulsivas moscas alrededor de un cuerpo, celebrando en éxtasis por la sangre de sus enemigos.Caleb sintió como una furia ciega lo comenzaba a inundar; su mano se deslizó a la palanca de velocidad y empezó a acelerar sin darse cuenta, el timón viró hacia las Lanzaderas y el Charlie Blue parecía cargar contra ellos. -Caleb. —dijo Bernard.—Caleb, ¿qué diablos haces? ¡Tenemos que salir de aquí!—sus palabras parecieron no tener efecto y se perdieron en el aire. La velocidad aumentaba sin parar y las Lanzaderas estaban más cerca. Rachel corrió a su lado.-¡Caleb!—le dijo en el oído.--¡Caleb, miráme! ¡Detente!—sus ojos no la veían, se concentraban en las Lanzaderas.-¡No podemos hacer nada, debemos salir de aquí!-¡Déjame!—gritó, haciéndola a un lado.-Caleb, piensa en como terminara esto, piensa en mi.El rostro de Caleb cambió a vergüenza, sus ojos ya no llameaban en furia y sus hombros se relajaron.-Yo...no sé qué decir. Perdóname.-Está bien, salgamos de aquí. Fue allí cuando Lafe lo vio. Aquella nave que escapó a su persecución, con el hábil piloto que rivalizó una Lanzadera. Prisioneros de guerra, prófugos, y conocedores de algo importante. Tenía que matarlos.Vio cómo se disponían a interceptarlos y luego cambiaron la dirección, alejándose de ellos.-Yomba, Relámpago, Cuervo, ha sido un placer ser su capitán, vuelvan a casa, vuelvan a sus familias, sus amigos. Disfruten lo que esta vida se ofrece. —dijo Lafe.-¿De qué hablas Lafe?—dijo Cuervo por la radio.-Hagan lo que les digo, es mi última orden.—respondió Lafe.-No iremos a ninguna...--alcanzó a pronunciar Relámpago antes de que Lafe desconectara el radio. Hizo un giro cerrado, cambiando la dirección y siguiendo al Charlie Blue a máxima velocidad, se perdió detrás de una nube y pronto dejo atrás a las otras Lanzaderas, mentiría si les dijera que no derramó una lágrima. Sobrevoló una de las plataformas de la ciudad, el combate terrestre entre tropas de Bathorn y parisinos se mostraba encarnizado.-¿Dónde estás?—susurró para sí mismo cuando buscó a la nave de Caleb. Y de pronto lo divisó, tratando de esconderse y alejarse del combate.Miró el medidor de combustible y vio que tenía suficiente, tenía que saldar cuentas aunque su vida dependiera de ello. -No es posible, ¡nos vio, nos está siguiendo!—dijo Bernard.-Lo sé, me detectó. —respondió Caleb frustrado. —Quiere terminar lo que empezó. Lo perderé igual que la otra vez, su combustible no dará para tanto.Caleb voló muy cerca de una plataforma en la ciudad, exponiéndose a los proyectiles desde las tropas de abajo. Tenía que ocultarse lo más que pudiera, no podía darse el lujo de combatir con la Lanzadera, no disponía de la potencia de fuego necesaria para hacerle frente.Se elevó y aprovechó una fuerte corriente de aire para tomar impulso y alejarse aún más del centro de la ciudad.La Lanzadera pareció perderlo por un segundo pero con la agilidad propia de su diseño, cambió de dirección en un instante.-Mierda, esa cosa es ágil. —exclamó Caleb. La distancia era aún considerable, pero no la misma y ahora debía agregarle el cuidarse del fuego cruzado entre las fuerzas de Bathorn y los parisinos.Ya se encontraba a rango de tiro, si lo deseaba, la Lanzadera podía empezar a disparar.-¿Qué hago? ¿Qué hago?—dijo Caleb para sí, viendo su entorno y buscando obstáculos.-¡Allí, los galeones!—dijo Rachel apuntando a dos inmensos colosos enfrascados en combate, ambos lucían muy dañados y pronto alguno se precipitaría al vacío, incapaz de sostenerse en el aire. -No tenemos otra opción. -¿Qué diablos haces?—dijo Lafe cuando vio que Caleb se dirigía directo al medio del combate entre dos inmensos aerobarcos. Ya se hallaban bastante cerca y era imposible que cambiaran de dirección, ¿acaso pensaban introducirse entre ellos? ¿Qué estaba loco? La Lanzadera vaciló por un instante, mientras Lafe consideraba las probabilidades de salir vivo. Reflexionó por unos momentos, pero en menos de un instante, se dirigía al intenso combate que se libraba en medio de los dos aerobarcos.

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