CAPÍTULO 14/15

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Alcanzaron a escuchar como forzaban la puerta del Santuario, tal como Bernard había predicho. El acento francés del cochero Pierre, dando órdenes, se coló por el túnel.

-¡Rápido, muévanse!-les susurró Bernard desde más adelante.

Los tres habían corrido a lo largo de un túnel auxiliar durante algunos minutos. Finalmente dieron con una trampilla de madera, cubierta con algo de vegetación y tierra.

-Vaya que pensaron en todo-dijo Caleb.

Bernard forzó la puerta, y salieron al fresco aire de un sencillo jardín público en el Nivel Superior. La oscuridad de la noche inundaba las calles. Todo se hallaba en silencio.

-Debemos llegar al Elevador. El Charlie Blue está aparcado en el puerto. -mencionó Rachel.

-Un minuto un minuto, ¿quiénes eran esos hombres?

-Hombres de la Mano Negra, claro está. -apuntó Bernard.

-¿Y alguien podría explicarme que es esa dichosa Mano Negra?

-¡No hay tiempo Caleb, debemos llegar a tu nave!-cortó Bernard.

Los tres se movieron rápido, ocultándose en la oscuridad y evitando mostrarse a la luz. No tardaron en llegar al Elevador.

Había un par de guardias holgazaneando en un rincón de la estación, por lo demás, completamente vacía.

Llegaron a la sección usada en viajes nocturnos, una pequeña plataforma de apenas tres metros cuadrados, llamada el Exprés; pagaron el pasaje en la casetilla y el dormilón operador activó el mecanismo.
El sonido del engranaje los relajó por un momento, y el lento descenso les proporcionó otra maravillosa vista del bullicioso Nivel Intermedio, ahora por la noche.

-Lo logramos-dio Caleb.
Solo tenían que descender otro nivel y llegarían a la libertad del muelle, pero un sonido los hizo sobresaltarse, el Elevador se detuvo en la estación. La puerta de cristal se abrió.

-¿Qué ocurre?-inquirió Rachel.

-¡Maldita sea, el operador se equivocó!-respondió Bernard. -No podemos volver a subir hasta mañana, pero tampoco bajar. Reglas del estúpido ayuntamiento, estamos varados.

El operador del Exprés en el Nivel Intermedio tenía un rostro gruñón y fumaba una tosca pipa.

-El viaje terminó, vayan a hacer lo que tengan que hacer. -mencionó con voz ronca.

-¿Puede bajarnos al Inferior? Al parecer su compañero se equivocó. -habló Bernard.

-Reglas son reglas. Un viaje por noche para los de arriba. Siéntase afortunado, al resto de nosotros nos tienen vedado el Exprés. Tendrá que pasar la noche aquí. ¡Ahora, lárguense!

Sucia, mugrienta y oxidada fue lo que pensó Caleb al ver la fachada de Fliegend, ubicada en algún lugar del complicado laberinto urbano.

Bernard les aseguró que era una buena posada, y que la taberna era aún mejor. Entraron por una pesada puerta de madera pintada de lo que una vez fue color rojo, a un ambiente mezcla de alcohol, sudor y otros olores no identificados.

Varios hombres se hallaban bebiendo, charlando y riéndose tontamente, completamente borrachos. La noche siempre era joven cuando se trataba de embriagarse.

Bernard se acercó al tabernero, un hombre de mediana edad gordo y bonachón, ya estaba medio calvo y un gran mostacho dominaba el resto de sus facciones.

Al parecer la barra también servía de registro para las habitaciones, a juzgar por el contenedor de llaves ubicado cerca de ella.

Dejaron que Bernard pidiera la habitación, aparentaba conocer a estas personas. Regresó al cabo de un rato con una llave y una sonrisa en el rostro.

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