CAPÍTULO 11

433 44 7
                                    

Rachel se acercó y dio un par de golpes a la puerta de madera, pintada de color verde olivo.

Nada.

-No estará en casa, vámonos-dijo Caleb. Se sentía un tanto asustado por todo el misterio que rodeaba al asunto.

Rachel volvió a tocar, un poco más fuerte.

Después de medio minuto se escuchó el ruido de un cerrojo abriéndose.

-¡Ya les dije que no recibiría a nadie esta semana!-dijo un hombre alto de apariencia bastante joven, mirada penetrante, cabello corto y claro, con unos profundos ojos miel.

-¿Tampoco amigos Bernard?

El hombre terminó de abrir la puerta y se quedó mirando absorto. Una sonrisa le cruzó por el rostro.

-Ra..¡Rachel!-dijo completamente sorprendido.-¡Pasen, pasen! ¡Una disculpa por mi falta de hospitalidad!

Entraron al recibidor, justo en frente se hallaba una escalera ricamente adornada, hacia ambos lados de la casa, varias puertas cerradas que parecían llevar a distintas zonas de la casa.

-Por aquí por favor. -dijo Bernard, mientras los llevaba a la estancia por una de las puertas laterales. Mientras caminaban, Caleb vislumbró un estudio, con muchos objetos desperdigados.

La estancia tenía ventanas que apuntaban al borde de la ciudad, así como chimenea y algunos libreros muy grandes, con sus respectivos divanes empolvados.

-Disculpen el desorden, la servidumbre se halla de vacaciones y la limpieza no es lo mío. ¿Algo de beber? Tenemos bastante de que hablar.

Bernard salió por una puerta al fondo, que dirigía a lo que parecía ser la cocina y las despensas. Regresó con un par de vasos de agua.

-Aquí está. -dijo, colocándolos en una mesita de madera.

Caleb, absorto, inspeccionaba una bella Biblia encuadernada en piel color café, con hermosos trazos dorados en la cubierta y el lomo. El deterioro era mínimo.

-¡Ah! Un bibliófilo. ¿Y tú eres?-le dijo Bernard mientras se acercaba y le extendía la mano.

-Caleb, aficionado solamente. Debo decir que tiene una colección magnífica. -le respondió, mientras colocaba el libro de regreso en el estante.

-A costa de mucho tiempo, años de trabajo.

Bernard se acercó una silla y se sentó. Caleb se sentó junto a Rachel en un enorme diván. Recordó la esfera de metal e instintivamente se tocó el bolsillo.

-Debo decir Rachel, que estuviste desaparecida mucho tiempo. Me alegra saber que estás bien-comenzó Bernard.

-¿Mi padre?

-Sigue en la Biblioteca. Angustiado por no saber nada de ti.

Caleb decidió interrumpir.

-Un minuto, ¿usted es parte de ellos?

-Así es-le respondió Bernard, asintiendo con la cabeza.

-¿Entonces que hace aquí?

-La pregunta aquí, es que haces tú con ella. Por tu pinta, no pareces uno de los nuestros. -dirigiéndole una mirada llena de furia, pero disfrazada bajo un semblante serio y tranquilo.

Rachel ahora era la que interrumpía

-Él fue el que me salvó tío, merece estar aquí. Entiende bastante rápido.

-Si tú lo dices. -dijo indiferente.

Permanecieron en silencio durante algunos segundos. Caleb sintió la habitación muy vacía y helada por un instante.

-¿Y por qué decidiste viajar aquí conmigo?-interrogó el hombre.

-Hubo problemas y traigo un asunto importante.

-¿Tan importante como para venir a verme a mí en lugar de a tu padre? ¡Por los dioses, es como si regresarás de entre los muertos!-dijo mientras se le escapaba una risilla.-Y disfrazada de bandolera, si señor.

-Lo encontré Bernard.

Bernard se serenó de pronto y miró fijamente a Rachel con preocupación.

-Entonces tenemos un problema, un muy serio problema.

Al instante se levantó, cerró las cortinas y aseguró las puertas.

-Aquí no es seguro Rachel, no sabes lo peligroso que es hablar sobre eso, es probable que ya los estén siguiendo, no eres tan invisible como crees. ¿Alguien más sabe que estás aquí?-le dijo preocupado.

-Creo que nadie. Nadie importante al menos.

-Bueno, eso significa que no podemos saberlo. Ahora síganme.

Dicho esto, Bernard los condujo hasta la habitación que Caleb había identificado como el estudio.

-Adentro, ¡rápido!-dijo Bernard, mientras los exhortaba a entrar a la pequeña pieza.

No había más que un escritorio con varios papeles e instrumentos y un librero alto, sin ventanas ni algún otro adorno.

Bernard cerró la puerta, el cerrojo estaba ubicado por dentro, un complicado mecanismo impulsado por una bella llave dorada; la tenía atada al pecho y aseguraba la habitación de posibles intrusos.

-Aún no-dijo Bernard, al ver que Rachel empezaba a abrir la boca.

Luego se dirigió a Caleb.

-Lo que verás y oirás en los siguientes minutos puede acarrear severas consecuencias para este mundo, también tiene poder, poder que es deseado por manos equivocadas, se te exige total silencio y ahora estarás atado a nosotros para siempre. ¿Estás dispuesto?

-Espere un segundo, esto va muy rápido. ¿Que sucede?

-¡¿Estás dispuesto o no?!

-¿Quién cree que soy?

-Tengo derecho a dudar-dijo con un fuerte suspiro. -Bien, síganme.

Sacó la llave de nuevo y se dirigió al librero.

-No perdamos más tiempo-mencionó y sacó algunos libros, dejando al descubierto un pequeño cerrojo casi imperceptible. Introdujo la primera llave que ya había utilizado anteriormente y le dio vuelta.

Un ruido de engranes desbloqueándose inundó la estancia. La pared comenzó a tragarse la cerradura y ocultándola detrás de la piedra, dejando un hueco más grande y oscuro.

Un disco de metal con una cerradura más grande comenzó a salir del agujero. Bernard sacó otra llave, plateada, pero tosca y lisa a comparación de la otra. La introdujo y de nuevo la hizo girar.

El ruido de engranes sonó de nuevo, Bernard se alejó y el librero comenzó a separarse de la pared y a abrirse por el medio. La que antes era pared comenzó a formar un rectángulo y a dejar al descubierto una habitación.

-Adelante-dijo Bernard.

Los tres se introdujeron, mientras la puerta se cerraba tras de ellos automáticamente. Tras bajar unas cortas escaleras de metal cobrizo, llegaron a una puerta marcada con un hermoso símbolo. Una bella águila de bronce con las alas extendidas y formada por engranajes entrelazados entre sí.

-Nuestro símbolo-aclaró Bernard.

-¿Qué significa?

-El águila significa el conocimiento, las alas son la libertad que acarrea el conocimiento, los engranajes somos nosotros, al trabajar juntos formamos el conocimiento y somos libres. -respondió mientras hacía girar dos partes que conformaban el símbolo y de nuevo, otra puerta parecía abrirse.

*¡HOLA A TODOS!

Primero que nada, gracias a todos. ¡Alcanzamos los 500 leídos! Cuando comencé esta historia jamás pensé que llegaría tan lejos. La siguiente meta son los 1000. Si son fantasmillas por allí, los invito a que voten y comenten, no muerdo ;)

También, no se si se dieron cuenta pero Skyland está estrenando portada, díganme que piensan. Si tienen alguna sugerencia o petición háganmelo saber.

¡Nos vemos en el siguiente capítulo!

SKYLANDWhere stories live. Discover now