CAPÍTULO 3

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La cubierta de los piratas era un verdadero desastre, basura cubriendo la sucia madera, los piratas gritando y disparando desde la borda y ratas caminando por los agujeros y escondites.

Rachel se escondió detrás de un viejo barril, analizó sus opciones y decidió ir por uno de los botes viejos que los piratas dejaban en la popa.

Aquellos se encontraban demasiado distraídos para percibir a una joven envuelta en una sucia capa que se escabullía a popa.

Con la excitación de la caza, la parte posterior se hallaba vacía, a excepción de un viejo guardia que dormitaba, completamente borracho, en un rincón. Rachel lo registró para obtener lo que pudiera, encontró un par de monedas de oro y un largo cuchillo ricamente adornado, probablemente de los lejanos puertos de oriente.

Rachel sonrió maliciosamente y clavó el cuchillo en el hombre, silenciándolo de una buena vez. Limpió la sangre con la propia ropa del pirata y lo guardó, quizá lo necesitara después.

-Muy bien, ahora el bote—dijo Rachel, sin remordimientos por lo que acababa de hacer.

De pronto, un viejo armazón de madera se distinguió por debajo de una mugrienta tela que alguna vez fue blanca.

-Allí estas, mi boleto de salida de esta pocilga.

Rachel, trepó al bote, rápidamente comenzó a cortar amarras y a encender el pequeño motor de la turbina que permitiría navegar por un corto tiempo. Se encontraba cortando el último cabo para escapar cuando de pronto, un relámpago surcó los aires, seguido de un fuerte tueno. Rachel resbaló por un costado y quedo colgando de una cuerda a medio cortar, con los pies colgando en el vacío.

Comenzó a escalar, no había perdido la forma en sus semanas de cautiverio, faltaban dos metros, luego uno, pero la endeble cuerda no resistiría el peso, hebra a hebra la cuerda fue debilitándose y finalmente el último trozo se rompió y Rachel perdió el aliento mientras se precipitaba al fondo.

Cerró los ojos, ante el largo descenso que le esperaba hasta el suelo, no temía a la muerte y estaba listo para ella. Cuando sintió un fuerte golpe contra su cuerpo y abrió los ojos de improviso.

Se encontraba en un globo elevador, sorprendida, resbaló por un costado, pero pudo sostenerse de una cuerda y descendió hasta el costado de una cabina. Aquella nave le había salvado la vida.

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