CAPÍTULO 12

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Al instante se iluminó un gran espacio casi del tamaño de la casa. Escritorios, libreros y archiveros se hallaban desperdigados por doquier y cada pocos metros se hallaban extraños instrumentos que Caleb jamás había visto, cuyo tamaño iba de algunos centímetros a incluso, un par de metros.

-Bienvenidos a mi Santuario, cada científico, erudito y sabio importante en la Biblioteca, posee uno. -dijo orgulloso.

Caleb comenzó a recorrer el lugar.

-¿Por qué mantiene esto en secreto?-susurró para sí.

-Porque es peligroso mostrar esto al mundo. Tenemos enemigos ¿lo sabes?-respondió Bernard, que evidentemente lo escuchó.

-Lo siento, no era mi intención.

-No importa, ahora, acérquense.

Caleb se acercó junto a Rachel a un escritorio bastante desordenado, donde Bernard manipulaba un instrumento que no podían ver.

Se incorporó dejando al descubierto una pequeña plataforma de metal con algo parecido a un espejo sostenido por un brazo móvil.

-Ahora, el objeto-dijo señalando a Rachel.

Rachel miró a Caleb, que se limitó a mirar sin atreverse a mover ningún músculo. Él aún no confiaba lo suficiente en Bernard.

-Dáselo. -le dijo serena.

-¿Por qué habría de hacerlo?

Bernard comprendió.

-¡¿Cómo te atreviste a entregárselo?!

-¡Me lo quitó! Estaba inconsciente y él necesitaba una garantía.

-¡Esto es más importante que tu estúpida garantía! ¿Qué te prometió? ¿Dinero?-le dijo toscamente.

-No te incumbe.

Bernard comenzó a moverse agresivamente hacia Caleb, que deslizó la mano poco a poco hacia su cuchillo, si era necesario lo usaría.

-¡Basta los dos!-dijo Rachel interponiéndose entre ellos. --¡Caleb por favor, sólo dáselo!-mencionó, mirándolo con furia.

-Escúchala Caleb, ahora mismo yo soy su aliado, y sé que esta ciudad no es segura.

Caleb relajó los músculos y la tensión en el ambiente se redujo. Su mano se movió hacia la esfera plateada que aún guardaba consigo.

La sacó y la observó por una última vez, admirando su belleza y finura. Luego se la entregó en la mano a Bernard.

Éste la colocó en la base, de una manera delicada y suave. Luego se apartó y con un ademán inclinó el brazo mecánico con la lupa. Bernard presionó un botón y la pequeña base comenzó a desarmarse y a volver a ensamblarse de una manera escalonada, acercando el objeto al cristal.

Poco a poco el objeto se fue acercado al cristal, permitiendo observar los delicados rasgos en el metal plateado.

Bernard manipuló el cristal que al parecer era capaz de enfocarse a distinta intensidad. Pronto, ante sus ojos adquirió el tamaño de un puño. Y descubrieron su error, no era completamente lisa.

Pequeñas muescas casi imperceptibles recorrían la superficie, trazando extrañas figuras de una perfección asombrosa.

Se entrelazaban círculos, líneas y extrañas formas rectangulares, mientras una débil energía blanca recorría cada muesca. Por un instante quedaron hipnotizados.

-¿Qué es está cosa?-dijo Caleb en un susurro.

-No lo sé. Es antiguo-le respondió Rachel.

-Sea lo que sea, es importante. La Mano Negra lo quiere. -soltó Bernard.

-¿La Mano Negra?

-Eso explica que los hombres de Bathorn estuvieran siguiéndome todo el maldito viaje. -aclaró Rachel, sin prestar atención a la pregunta de Caleb. Por su parte, él recordó haber escuchado ese nombre antes.

-¿Bathorn? ¿Danaguer Bathorn? ¿El señor de Neápolis?

-El mismo.

Bernard apagó el instrumento y recogió el objeto.

-Saben, estaría en mejores manos si se quedará aquí.

-Dáselo tío, teníamos un trato-le respondió Rachel.

De mala gana, Bernard accedió y se lo entregó a Caleb. Se lo guardó en la bolsa interior de su chaqueta, el lugar que creía más seguro.

Unos ruidos provenientes del piso superior los sorprendieron.

-Les dije que los habían seguido-dijo Bernard, moviéndose rápidamente a la puerta y colocando una pesada tranca de madera.-No tardaran en descubrir que estamos aquí abajo.

-¿Qué hacemos?-preguntó Rachel.

-Escapar.

SKYLANDWhere stories live. Discover now