CAPÍTULO 34

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-Salgan de la habitación, dejadnos a solas. —pronunció la mujer. Al instante el cuarto se vacío por puertas laterales.-Te estuve esperando. —dijo la Ministra al cabo de unos segundos.-Y yo esperaba encontrármela aquí. Fue casi como ver el futuro. —dijo Rachel.—Fui escogida para ser la Portadora.—finalizó, mostrando el brazo.-Eso lo sé, pero antes debes entender el peligro que conlleva, los enemigos que te forjaras. ¿Sabes en realidad lo que es este objeto?-No por completo, pero estoy dispuesta a asumir los riesgos, no hay otra opción ¿o sí?-Supongo que no. Ante todo, debes conocer la historia de cómo llegó a nosotros, pues yo también soy una Portadora.-¿A qué se refiere?La Ministra se levantó la túnica a la altura del hombro, Rachel se dio cuenta que llevaba una venda, se la retiró dejando al descubierto el mismo diseño del brazo de Rachel, pero más profundo y casi carcomiendo la piel del brazo, dolorosamente brillaba con una luz intensa de color azul, distinto al resplandor blanquecino que se había presentado en Rachel.-Como ves, llevo bastante tiempo cargando su peso y es tiempo de entregarlo. El Nexo puede ser muy poderoso y me ha revelado cosas, es así como me convertí en la Primera Ministra de París, Destino es su nombre. Pero así como el futuro es difuso y errático, conocerlo lleva un precio en el presente. Otorgará energía, ese fue el fin con el que fue construido.-¿Cuánto tiempo...?-Cerca de cuarenta años. Me fue entregado en un lugar secreto por un grupo de hombres que hace tiempo murieron y se hizo un juramento de silencio. Así como lo haré yo contigo ahora. La mujer se levantó de su asiento y bajando del estrado, caminó hasta donde se hallaba Rachel.-Extiende los brazos. —dijo la Ministra, mientras desnudaba los suyos por completo.-El Nexo te ha escogido para ser la siguiente Portadora. Y así como se ha hecho por generaciones desde nuestros ancestros, yo te entregó este poder. —exclamó la mujer, tomando los brazos de ella. Las marcas se intensificaron al tiempo que intensos haces de luz se proyectaban de los miembros de la mujer, y por un instante sus facciones rejuvenecieron y Rachel la miró como fue en otro tiempo.Sin apenas darse cuenta, y rodeados por una brillante energía, Rachel se encontró flotando a pocos centímetros del suelo, la luz escalaba en intensidad conforme las líneas se borraban del cuello de la Ministra y bajaban por sus brazos, fluyendo al exterior.-Ahora será tu turno, he cumplido lo que me fue encomendado. Gracias.Y antes de que pudiera responder, Rachel sintió un fluir cálido que comenzaba en sus manos, trazando en azul las delicadas marcas que la esfera había trazado anteriormente. Al llegar a sus palmas notó que la Ministra ya no la sostenía y se hallaba sola, rodeada por algo que no entendía. La luz era sorpresivamente reconfortante y hasta podría decirse, viva.Al llegar a sus muñecas, sintió una nueva oleada de calor más intensa y fue allí donde sintió la primera punzada. La energía seguía subiendo como un líquido y Rachel experimentó un poder que no entendía, junto a un dolor pulsante, pero tolerable.Y súbitamente llegó el miedo, el terror se apoderó de su mente, y temió todo, el futuro, su pasado, su presente, cosas reales e irreales, pero sobre todo se aterró de sí misma y de lo que se estaba convirtiendo. Y así como apareció, al llegar a los hombros el miedo desapareció y el dolor se intensificó, pero también el control y la sensación de poder aumentaron en tamaño. Al llegar al cuello no podía tolerarlo más, quiso gritar, pero nada salía de sus cuerdas vocales llenas de la energía del Nexo. Poco a poco fue asentándose y luego de alcanzar el punto máximo, fue descendiendo poco a poco.En un instante se hallaba en el suelo, en la misma posición en que todo había comenzado, la Ministra no estaba allí. Caleb volaba en el Charlie Blue, pensando en cuál sería su siguiente movimiento, debía regresar por Rachel y Bernard, eso era seguro, pero ellos se encontraban más seguros en el centro de la enorme ciudad flotante.Él, por otra parte, estaba en medio de un campo minado a punto de estallar, un conflicto masivo entre flotas de cruceros.Probablemente podría acercarse de nuevo al distrito ministerial y buscar una opción, estarían bastante ocupados organizando la defensa de la ciudad. Uno de los primeros cruceros de guerra ya aparecía, un hermoso galeón aéreo de nombre la Belle, ciertamente no lo sería después de enfrentar sus numerosos cañones ante otras naves.La atareada tripulación no notó la pequeña nave que voló a pocos metros al lado contrario. Rachel intentó dar un paso, pero una extrema debilidad se apoderó de su cuerpo, le tomó un esfuerzo considerable siquiera acercarse a la puerta trasera por donde salió Bernard.Dentro, encontró una estancia vacía con un sofá y un par de mesas, se derrumbó en el sofá con un agotamiento extremo. Sudaba frío y escalofríos recorrían su espalda. Era incapaz de realizar movimientos con su brazo.Una puertita lateral se deslizó con un sonido y Bernard entró con un rostro de preocupación.-Rachel, cielo santo ¿Qué te hizo?—preguntó, acercándose a ella.-Nada, estoy bien. —respondió, clavando los ojos inyectados en sangre sobre él. Luego recordó-Bernard, ¿dónde está Caleb?-No lo sé, no me han permitido irme de la estancia, Lord Bathorn está atacando la ciudad con un ejército completo.-¿Hace cuánto?-Algunas horas.-No es posible, Bernard tenemos que salir de aquí. —dijo Rachel, intentando levantarse.-Espera, tu ni siquiera puedes sostenerte en pie y no sabemos dónde está el muchacho, podría estar en cualquier lugar.-No lo entiendes Bernard, Bathorn me quiere a mí y el poder del Nexo.-¿Cómo lo sabes?-Sólo lo sé, es claro y viene a mi mente como cualquier otra cosa. Casi como un recuerdo. ¡Debemos salir de aquí! Caleb sobrevoló el Distrito Ministerial, demasiado preocupados en las defensas exteriores, logró pasar desapercibido y descender en una zona poco protegida. Corrió a la Torre Eiffel donde sabía que Rachel y Bernard se encontraban. Tardó un par de horas en alcanzar la base de la estructura, su camisa transpiraba por el esfuerzo y los músculos le ardían por estar sometido a posiciones incómodas con tal de evitar a los guardias, pero había rendido frutos, nadie lo había descubierto ni habían hecho sonar la alarma. Entró en el Elevador después de eliminar silenciosamente a los dos soldados y se apresuró a llegar a la estancia donde fue arrestado. Cada paso lo llenaba de nervios en el estómago, su corazón latía fuertemente en el pecho y sudor frío corría por la sucia frente. Ya en el interior, le tomó algunos minutos cerciorarse de estar seguro y se detuvo a las grandes puertas, no podía recordar a cuantos mato ese día, odiaba matar, y lloró por la sangre que escurrió de sus manos ese día.Entró a la estancia vacía, observó los asientos de los Ministros e inspeccionó rastros de cualquier cosa. No había nada, pero en el aire se olfateaba un curioso aroma y la atmósfera estaba cargada de una extraña pero sutil energía. Le pareció escuchar un murmullo de una de las puertas, se acercó y suavemente colocó el oído en la madera, un hombre y una mujer. Pensó que quizá podrían ser ellos, y decidió correr el riesgo. Bernard tomó del brazo a Rachel y la ayudó a incorporarse.--Muy bien Rachel, un paso a la vez, debemos salir de aquí cuanto antes, pero sigues débil.De pronto, la puerta se abrió y una figura masculina se hallaba fuera.-Por Dios... Bernard, Rachel. —dijo Caleb.-¡Caleb, cómo!-Una larga serie de coincidencias. Ya habrá tiempo para eso.Caleb fijó su atención en Rachel de pronto.-Ca...¡Caleb!-¡Rachel!Corrió a abrazarla.-Me tenías preocupado—le dijo, con lágrimas en los ojos. -Todo está bien ahora, tú estás aquí y estamos juntos. —le respondió ella.-Salgamos de aquí entonces. Corrieron fuera de la estancia tan rápido como pudieron, Rachel se sostenía a duras penas en los brazos de Bernard y Caleb.-¡Rápido, no hay tiempo!Atravesaron las grandes puertas de la sala de los Ministros.-Impresionante, debo decir. Verlo aquí, después de ser acusado por sus crímenes. Creí que se había en la pequeña contingencia que tenemos en este momento. —dijo la Ministra. En su boca se dibujaba una mueca, el cabello despeinado y vestía un traje más sencillo, de corte militar, más apropiado para dirigir una batalla. A su alrededor, una docena de soldados aguardaban su orden para disparar. -¿Qué hace usted aquí?—dijo Caleb, alzando el rostro y dando un paso hacia el frente.-¿Qué hago aquí? Trató de evitar que se marchen con mi Portadora y mi científico. Están bajo custodia de París, ella necesita aprender y nosotros debemos vigilar su progreso.-Eso me concierne a mí—dijo Rachel, soltándose del brazo de Bernard. —La Llave me escogió a mí como su Portador. Caleb se quedó sin habla, el brazo de Rachel empezaba a iluminarse, y la atmósfera se llenó de una energía que erizaba. -Rachel...--comenzó a decir Caleb.-Silencio, Destino habla. —dijo una voz desde la boca de Rachel. El grabado brillaba profundamente y sus ojos resplandecían. —Basta Lysianne, tu no me controlas. Tu tiempo ha terminado.—dijo, mientras todos empezaban a debilitarse por la intensidad.---¡Nadie controla a Destino! Los soldados y la Ministra cayeron al unísono. Caleb sintió como si lo despertaran de un sueño, al tiempo que vio a Rachel desvaneciéndose, su rostro volvía a ser normal. Corrió a sostenerla antes de que cayera al suelo.Lo miró débil, él sólo pensaba en lo bella que lucía, tan inocente, tan frágil. --Sácame de aquí, Caleb. —le dijo, antes de desvanecerse completamente. Un disparo de energía verdosa de algún cañon atravesó el muro, impactando algunos metros detrás con un estruendo. La batalla había comenzado. -Salgamos de aquí Bernard.Salieron al aire libre, a su alrededor, galeones de guerra se enfrentaban escarnecidamente. El aire lucía oscuro con el humo negro que brotaba de las calderas y los motores dañados, al igual que el fuego de la madera impactada. Gritos se escuchaban de todas direcciones, hombres peleando y hombres muriendo por los estandartes de sus ciudades.Los pequeños cazas y las aeronaves zumbaban alrededor, como abejas en un panal, persiguiéndose entre sí y cayendo a decenas en las plataformas de la ciudad o en el inmenso vacío que se extendía hasta el denso manto de nubes contaminadas más abajo. --Cielo. —dijo Bernard.—Cuanto puede costar el deseo de un hombre.--Debemos salir de aquí, el Charlie Blue no está lejos. O no había militares, o los pocos que había se hallaban ocupados tratando de jugar un rol importante en la defensa de su amada ciudad. ¿Quién hubiera pensado que la poderosa ciudad de París y el estilo de vida francés, tan oculto del resto del mundo, tan exclusivo y privado fuera tan vulnerable? Los tres corrieron sin resistencia por el Distrito, sumergido en caos y confusión, muy diferente a como Caleb lo hizo cuando fue a buscarlo, cuatro veces estuvieron a punto de ser acribillados por proyectiles perdidos y dos, muertos debajo de aeronaves dañadas que se precipitaban a estrellarse en los edificios cercanos. El Charlie Blue se erguía ante los rayos del Sol, completamente intacto, esperando paciente a sus diseños, listo para elevarlos y sacarlos de peligro. Caleb encendió los motores y extendió las velas solares con un movimiento casi automático al entrar en su cabina.-Bien, llego la hora. Salgamos de aquí. —dijo, sosteniendo el timón con ambas manos.

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