CAPÍTULO 32

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Lafe escuchó el sonido del mecanismo de la compuerta y voces gritando, acercándose. Se asomó y vio al hombre que había interrogado corriendo a una de las naves confiscadas, había una chica junto a él, y vio a otro en la cabina.

Actuó rápido, saltó fuera y tomó a dos de los hombres que venían, para ayudarle a mover la Lanzadera. No dejaría que escaparan.

Tomó su gorro de piloto, los anteojos y su gruesa chaqueta, luego subió de nuevo.

Los prisioneros ya habían desamarrado, sin embargo sus motores estaban todavía fríos, no escaparían muy lejos. Pero vio al joven piloto y por unos instantes, le pareció que sus ojos se encontraron y supo lo que haría. Jaló la palanca de dirección, y en menos de un segundo, el Charlie Blue ya no aparcaba en el Mensajero, se precipitaba en el aire.

Alistó todos los instrumentos y se abrochó el gorro, luego alzó el pulgar y ante un chasqueo, su propia Lanzadera salió en persecución de los prófugos.

Tenía que ubicarlos rápido, realizó una peligrosa maniobra que lo mandó en picada, y algunos segundos después, los divisó. Un punto de luz cálido precipitándose en medio de la fría noche.

-No podrán mantenerse así por mucho.

Y adivinó correctamente, lo que trataban de hacer era calentar los motores con la fricción del aire, al mismo tiempo que agitaba los tanques para que pudiera aprovecharse al máximo en el menor tiempo posible.

Sea quien fuera, era bastante hábil, pensó Lafe.

Y tras un breve instante, la nave enemiga se elevó tan rápido como había desaparecido. Lafe y su veloz Lanzadera realizaron el mismo movimiento. Debía alcanzarlos antes de que el combustible se agotara y tuviera que regresar. O derribarlos.

Disparó una ráfaga corta, sin blanco obvio. Sólo intentaba dirigirlos para aprovechar una corriente de aire y adelantárseles.

El otro piloto esquivó el ataque y fue contestado con un disparo único. Por lo menos estaban armados.

Tampoco iba hacia él, lo hacían para que desistiera. Decidió sorprenderlos y realizó un giro para ocultarse detrás de una nube.

-¿Qué demonios es eso?—preguntó Bernard, aún mareado por la caída que había realizado Caleb.

-No lo sé, es bastante rápido. —le respondió, concentrado en pilotear lo mejor que pudiera.

-Allí está de nuevo. —dijo Rachel desde atrás, mientras apuntaba con el pequeño cañon que les instalaron en la Biblioteca.--¿Disparo?

-Espera, no malgastes tiros.

-¡Cuidado, proyectiles a estribor!—gritó Rachel de pronto.

-¡Los tengo, intenta aprovecharse de la corriente!—respondió Caleb.

-¡Esquivalos!

Caleb descendió abruptamente para reincorporarse, luego se secó el sudor de la frente.

-Estuvo cerca, no caímos en su trampa. Responde, para hacerle saber que estamos armados.

Rachel realizó un tiro, que el otro piloto esquivó fácilmente. Luego giró y desapareció detrás de una nube.

-Se fue. —dijo Rachel.

-Gracias al glorioso cielo. —completó Bernard, soltando un suspiro de alivio.

-No, trata de despistarnos.—aclaró Caleb.

La falta de luz en la Lanzadera beneficiaba a Lafe, era prácticamente invisible a su objetivo. Los podía observar a ellos, intentando adivinar por donde llegaría.

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