Una disculpa, he estado arreglando unas cosas para entrar a la Universidad y la tesis también me mantuvo muy ocupado. ;)
Pero aquí están los nuevos capítulos! Disfrútenlos!
-Puerto a la vista, capitán. -dijo Rachel sonriendo.
-Ya lo vi, nos acercaremos para echar un vistazo. -respondió Caleb.
-Aquí Charlie Blue, llamando por radio a estación de control. -se identificó.
Por la bocina sólo se escuchaba estática.
-Aquí Charlie Blue, solicitando permiso para aparcar, cambio.
La estática continuó.
-Charlie Blue solicita permiso para aparcar, cambio.
Caleb miró a Rachel y asintió, ella bajó inmediatamente para recoger algunas armas.
-No somos hostiles, repito no somos hostiles. Cambio.
Sin que cesara el silencio radial, una bengala verde surcó el cielo,
-¿Viste eso?
-Sí, voy a aparcar.
Era un pequeño puerto comunitario, apenas de unos dos kilómetros cuadrados de superficie, con un minúsculo ayuntamiento que gestionaba los recursos y una población aparentemente escasa.
El muelle era minúsculo, incapaz de soportar embarcaciones grandes, aseguraron la nave y descendieron.
Estaba desierto, los negocios cercanos lucían cerrados y con la luz apagada. Se respiraba un aroma fétido y putrefacto.
Ninguno se atrevió a decir palabra alguna, simplemente se apretujaron el arma al hombro y avanzaron por la calle principal.
Caminaron durante varios metros hasta el centro mismo de la plataforma, hasta ese momento nadie había salido a recibirlos, ni se veía movimiento alguno.
Se observaban marcas de una lucha reciente, había impactos y ennegrecimientos.
-Rachel. -dijo Caleb, apuntando a un destrozado armazón de metal. Era la torre de radio, lucía como si un inmenso animal hubiera impactado con ella.
-Aquí no hay nadie.
-Si fuera así, ¿quién lanzó la bengala?
Salieron de la calle y entraron a la estación de radio, un minúsculo edificio desde donde se administraban las comunicaciones del lugar.
En una mesa observaron la pistola de bengalas, junto a dos proyectiles listos. Aún permanecía caliente.
-Alto ahí. -dijo una voz desde la entrada.
Se volvieron, al tiempo que un hombre de aspecto ancho y sucio les apuntaba con una escopeta.
-Ahora, tiren sus armas.
Los jóvenes pilotos obedecieron y las colocaron cuidadosamente en el suelo.
-Bien, bien, así me gusta. Pateenlas hacía mi, y no intenten nada raro. -les respondió.
Ambos lo hicieron y el hombre sonrió mientras las recogía y se las enfundaba en su propia ropa.
-¿Quién es usted? ¿Qué paso con el lugar?
-Tranquilo muchacho, últimamente las cosas han estado un tanto aceleradas y lo que menos necesito son un par de forasteros husmeando por aquí. Siéntense si no quieren que les vuele la cabeza de un tiro.
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SKYLAND
Science FictionDespués de que la Era Industrial consumiera los limitados recursos que teníamos, ocurrió el Cataclismo. Despojados de nuestras gloriosas ciudades y con un páramo muerto como herencia, sobrevivimos. Y con los despojos de las máquinas huimos al único...