CAPÍTULO 28

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Una disculpa, he estado arreglando unas cosas para entrar a la Universidad y la tesis también me mantuvo muy ocupado. ;)

Pero aquí están los nuevos capítulos! Disfrútenlos!


-Puerto a la vista, capitán. -dijo Rachel sonriendo.

-Ya lo vi, nos acercaremos para echar un vistazo. -respondió Caleb.

-Aquí Charlie Blue, llamando por radio a estación de control. -se identificó.

Por la bocina sólo se escuchaba estática.

-Aquí Charlie Blue, solicitando permiso para aparcar, cambio.

La estática continuó.

-Charlie Blue solicita permiso para aparcar, cambio.

Caleb miró a Rachel y asintió, ella bajó inmediatamente para recoger algunas armas.

-No somos hostiles, repito no somos hostiles. Cambio.


Sin que cesara el silencio radial, una bengala verde surcó el cielo,

-¿Viste eso?

-Sí, voy a aparcar.

Era un pequeño puerto comunitario, apenas de unos dos kilómetros cuadrados de superficie, con un minúsculo ayuntamiento que gestionaba los recursos y una población aparentemente escasa.

El muelle era minúsculo, incapaz de soportar embarcaciones grandes, aseguraron la nave y descendieron.

Estaba desierto, los negocios cercanos lucían cerrados y con la luz apagada. Se respiraba un aroma fétido y putrefacto.


Ninguno se atrevió a decir palabra alguna, simplemente se apretujaron el arma al hombro y avanzaron por la calle principal.


Caminaron durante varios metros hasta el centro mismo de la plataforma, hasta ese momento nadie había salido a recibirlos, ni se veía movimiento alguno.

Se observaban marcas de una lucha reciente, había impactos y ennegrecimientos.


-Rachel. -dijo Caleb, apuntando a un destrozado armazón de metal. Era la torre de radio, lucía como si un inmenso animal hubiera impactado con ella.

-Aquí no hay nadie.

-Si fuera así, ¿quién lanzó la bengala?


Salieron de la calle y entraron a la estación de radio, un minúsculo edificio desde donde se administraban las comunicaciones del lugar.


En una mesa observaron la pistola de bengalas, junto a dos proyectiles listos. Aún permanecía caliente.


-Alto ahí. -dijo una voz desde la entrada.


Se volvieron, al tiempo que un hombre de aspecto ancho y sucio les apuntaba con una escopeta.


-Ahora, tiren sus armas.

Los jóvenes pilotos obedecieron y las colocaron cuidadosamente en el suelo.

-Bien, bien, así me gusta. Pateenlas hacía mi, y no intenten nada raro. -les respondió.

Ambos lo hicieron y el hombre sonrió mientras las recogía y se las enfundaba en su propia ropa.

-¿Quién es usted? ¿Qué paso con el lugar?

-Tranquilo muchacho, últimamente las cosas han estado un tanto aceleradas y lo que menos necesito son un par de forasteros husmeando por aquí. Siéntense si no quieren que les vuele la cabeza de un tiro.

SKYLANDWhere stories live. Discover now