CAPÍTULO 1

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Bienvenido, viajero.

Estoy muy agradecido de que tu camino te haya llevado a encontrar este pequeño rincón en internet.

Mi nombre es F. Isaac Loreto, entre el año 2013 y 2016, este espacio sirvió para contar las historias que mi yo adolescente se moría por contar. A través de este perfil, viví un poco la fantasía de compartir con ustedes una de mis pasiones y maldiciones, la escritura.

SKYLAND es un reflejo perfecto de ese momento en mi vida, con todos los errores y pensamientos de un adolescente de 17 años. Tuve la fortuna de que haya quedado aquí como registro de un periodo de tiempo que me hace ser quien soy hoy.

Por ahora, permanecerá así, quizá en un futuro regrese a enfrentarme al gran reto de reeditar y reescribir la historia (y continuar la secuela), pero sólo el tiempo (y las ganas) dirán.

Sin embargo, recientemente me agarró un poco de nostalgia y quizá me pase de vez en cuando a hacer pequeños ajustes de ortografía y formato.

Aún así, espero que la disfrutes y pueda conectar contigo de la misma forma en que yo disfruté hacerla.

Gracias por todo, ¡y nunca pierdan su asombro!


-


Una gran esfera luminosa surcó el oscuro cielo de una tarde veraniega. Su color verdoso iluminó la cabina por un instante.

Caleb se despertó de su siesta vespertina y rápidamente se hizo cargo del timón de su pequeña aeronave.

Jaló una enorme palanca a su derecha y los motores comenzaron a acelerar con un fuerte sonido. Giró completamente y comenzó a ocultarse en las nubes.

Más esferas comenzaron a salir de la nada, rozando el casco con cada disparo, Caleb se secó el sudor de la frente y continuó moviéndose, sabía que ellos lo perseguían, podía sentirlo. Piratas de aire.

¡Fuosh! Una de las malditas bolas pasó extremadamente cerca y luego enmudecieron. Caleb bajó la intensidad de los motores y se ocultó en la densa neblina, no podía arriesgarse a gastar demasiado combustible.

El silencio perduro durante 10 minutos, cuando de pronto un enorme objeto sobrevoló su vehículo. Los disparos se reanudaron.

-¡Ahí vamos de nuevo!—dijo Caleb para sí, mientras accionaba instrumentos para arrancar a toda la potencia que sus motores podían soportar.

De pronto una luz azulada iluminó los aires, seguida de un poderoso estruendo que retumbó, como la voz de un dios sumamente enfurecido.

— ¡Mala suerte, tormenta!—gritó Caleb lleno de frustración.

El coloso de los piratas se movía a través de las nubes y los relámpagos, persiguiendo a la insignificante presa. Un rápido movimiento lo colocó por encima del barco de sus perseguidores y un brevísimo instante le bastó para percibir a los alocados tripulantes gritando y disparando al aire desde la cubierta, mientras intentaban apoderarse de él y su carga. Distinguió el nombre, Azote de los Aires, pintado en blanco a un costado del casco.

Ráfagas de viento llegaban desde todas direcciones, haciendo difícil controlar los movimientos, luchaba con el timón y sorteaba también los disparos, a esa velocidad y sin ayuda, en pocos minutos se precipitaría al fondo. Este era el fin.

SKYLANDWhere stories live. Discover now