Capítulo 15

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Lincoln bajaba los peldaños con delicadeza, cuidando de no despertar la casa; estaba agotado, aquel pensar incesante se había convertido en un martirio, no encontraba paz en ningún lugar, esperaba despejar un poco su mente.

Su joven esposa estaba recargada sobre la vieja mesa del comedor, la oscuridad era espesa, apenas era apreciable el movimiento de Amanda al respirar.

Por un momento el hombre temió, no quería incomodarle, pensaba que ella también necesitaba un espacio; ya era suficiente con tenerla atormentada en aquel lugar.

Sacudió la cabeza para alejar aquellos pensamientos.

— Querida. —habló aturdido.

Ella se sacudió un poco ante el eco que producían las palabras de Lincoln.

— Lincoln. —murmuró a modo de respuesta.

Quería preguntarle respecto a la carta, o quizá hablarle de cualquier cosa. El silencio en esos momentos era una muesca en el camino.

— Estuve leyendo una historia maravillosa, ¿sabe? —inició ella.

Lincoln sonrió de medio lado antes de responderle.

— No sabía que era de su agrado la lectura.

— Verá, a veces solo los textos pueden transmitir lo que verdaderamente sentimos —exclamó—; aunque supongo que eso lo sabe muy bien.

Estaba tocando terreno maldito; todo aquel escenario de convivencia perfecta acabaría cuando ella abriera la boca, la carta había sido entregada, era un secreto entre las mujeres que se estaba rompiendo a pedazos.

Amanda hablaba sin pensar ignorando las consecuencias que traería todo eso.

— ¿Qué le hace pensar eso?

El hombre hablaba sin mirarle, siguió caminando, dejando de lado un poco la conversación. Mientras entraba a la cocina, miró a su esposa con sinceridad, no mentiría esa vez.

Amanda enrojeció, el hombre que usaba en esos momentos una simple camisa blanca con unos pantalones a cuadros, estaba esperando que ella diera el paso más importante, el que con seguridad la llevaría a confesarlo todo, como si de un crimen se tratara.

Recordaba el día que había llegado, aquellos golpes en la puerta habían dado inicio al cambio más extraño de toda su vida, la normalidad había desaparecido, la rutina había cesado y con ello, el terror por el mañana había iniciado.

Lincoln tenía razón, todos los días eran iguales allí, la monótona vida de Amanda era su cadena perpetua, la llegada del hombre había sido su cruel salvación; tenía información importante que utilizar, su vida estaría llena de mentiras y dudas, a menos que, se levantara de aquella silla a medio limpiar y enfrentara al hombre que con tan solo una mirada le había hecho ver su vida de una manera diferente.

Se tomó de las manos bajo la mesa, dándose aliento. Su gran camisón blanco parecía colgar de su cuerpo. Caminó despacio, tal y como lo había hecho su hombre minutos antes, el piso cedía bajo su peso, el corazón daba brincos en su pecho.

Lincoln le esperaba, recostado sobre la estufa; entonces, sonrió y la sonrisa tímida le iluminó el rostro. Amanda relajó los hombros en un extraño reflejo. Aunque vaciló un poco, aquello fue imperceptible para el hombre. Luego tomó un vaso de la repisa y lo llenó despacio con agua.

— Deberías hablar, querida. Pronto no podrás con tanto. —le aconsejó.

— Bien —tomó un poco del líquido antes de continuar—; aquellas palabras, estaban llenas de cariño.

MoriréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora