Capítulo 16

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Sus palabras podrían significar cualquier cosa. El hombre estaba perdiendo la cabeza, eso era seguro; Amanda lo confirmó cuando Lincoln sentado en el viejo sillón de la biblioteca pronunció estas palabras:

— Alístate, querida. Daremos un paseo. —sonrió al decirlo.

— ¿Está loco? —habló por lo bajo.

— Es parte de tener dinero, querida. Tenemos que darles la satisfacción de conocernos —soltó una carcajada—, nuestra vida les dará algo en qué pensar.

— En especial su compromiso. —añadió Betty entrando a la instancia.

— Así es. —el hombre volvió a sonreír.

Amanda nunca había usado grandes vestidos ni corría según la moda de su entonces, esta vez, tenía que dar una buena impresión; era curioso, no le importaba aquello, todo menos una buena imagen daban ella y su padre, escondidos en la vieja casa, después del terrible suceso, los vecinos les acompañaron en un inicio, después de un tiempo se cansaron de insistir. Emmanuel se encerró en sí mismo, un tanto hipócrita, con ello condenó a su hija.

Ella se miraba en el espejo, nerviosa. Su rostro estaba pálido, su elección no había sido adecuada, el blanco del vestido la hacía ver más esquelética, su rostro delgado daba una vista terrible.

— ¿Estás nerviosa? —Betty la contemplaba con cariño.

— Un poco —una sonrisa tomó sus labios—, luzco mal.

— Lo que sea que uses los hará hablar, cariño.

Amanda miró sus reflejos, Betty y ella, bastaba un segundo para darse cuenta de la extraña complicidad que compartían, en silencio se apreciaban.

Los minutos pasaban y el hombre se movía en su asiento, sus manos no dejaban de temblar, se preparaba para estar en boca de los demás, no era la gran cosa.

— No pasará nada —se tranquilizó—, no tendrás quién te vigile.

Sonreía para sí mismo, las reglas las ponía él en ese momento, había tomado la misma gabardina con la que había llegado y la combinó con un desteñido pantalón de pana, en otras circunstancias, su camisa blanca hubiese sido planchada con esmero, casi a lupa, esperando así no causar mala impresión.

— Aquellos tiempos han pasado, K. —se recordó.

Había perdido todas las atenciones que en momentos creía merecer, había vivido siempre en aquel ovillo, hasta que este fue roto, antes de sentirse preparado; su inutilidad en este mundo fue descubierta, junto al martirio que tendría que pasar.

Recordaba haber despertado preguntándose si todo valía la pena, tal y como lo había hecho Amanda una noche atrás; sabía la respuesta.

Temía... Esa era la cuestión.

La mujer bajaba las escaleras mientras el hombre seguía sentado lamentándose, en otro espacio, aquel caminar hubiese sido deslumbrante para él; la realidad era diferente, la pasarela lenta de la chica no significaba nada. Se tenían un interés peculiar, la vida les llevaría a descubrir sus secretos, a entregar la verdad como si de un regalo se tratase.

— ¡Hora de partir! —comentó Amanda una vez se encontraba junto a él.

Lincoln le miró distraído, aquel vestido al contrario de lo que ella pensaba, le lucía de una manera especial, contaba con pequeños y delicados encajes que adornaban los hombros de la muchacha, sus blancas piernas eran largas, sus manos estaban unidas con inquietud sobre su pecho.

"Tan frágil" pensó el hombre, "Pequeña porcelana, ¿qué me estás haciendo?" impredecibles eran los cambios que aquella chica estaba haciendo en los pensamientos de Lincoln.

MoriréWhere stories live. Discover now