Capítulo 26

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Querido Lincoln:

No sabría decir con certeza si el anterior nombre que he escrito le pertenece o tal vez tiene un millón de identidades más.

Temo decir que su llegada a mi vida ha sido lo más catastrófico que he tenido la fortuna de contar, no es seguro que le diga que le quiero de la forma en la que usted dice hacer, ni tampoco cuento con argumentos para exponerle cuan maravillosa ha sido su aparición.

No soy muy buena escribiendo en comparación de lo que sus otras cartas denotan, sin embargo, es bien sabido lo complejo que es expresar el aprecio que por alguien se siente en simples palabras, más aún, ahora que escribo esto, solo pasan por mi mente vagos recuerdos de lo que era esto antes de usted.

No sé si conocerá la rutina; viviendo como lo ha hecho usted, me sorprendería de sobremanera encontrar algo aburrido, contrario en su totalidad a lo que 19 años han sido en este lugar mi vida. Al nacer, el porqué de la vida de mi padre se apagó y en su reemplazo quedé yo, lejos de ser igual a lo que era mi madre, crecí rodeada de todas las maravillas del dinero que usted conoce bien.

Dinero y dinero, aquello si me es permitido dar mi opinión es más vacío que el amor que mi padre decía profesar, sabiendo eso, ya podrá sacar usted sus conclusiones.

Fingiré mientras le escribo esto, que no son unos votos matrimoniales lo que aquí será firmado, porque en ese caso, temeré; por extraño que parezca, el terror que trae pensar que el resto de nuestras vidas fue unido, es poco menos de lo que sentiré cuando esto termine.

Me temo que no durará mucho, aquello, no será algo que me corresponda decidir; apenas comprendo el dolor que aguarda en su pecho, no me preocupa ser una herramienta que calme aquello, sin embargo, le pido, si hay algo de seguridad en su actuar, que tenga compasión de mí y no llegue a herirme, no discutiré la decisión que tome, siempre y cuando eso me permita seguir consiente de mi camino a seguir.

No sé si fue escogido el juntar nuestras vidas, en mi caso, daría un juicio de valor cualquiera que de seguro dañaría su imagen sobre mí; si algo sé, es que, hecho está, caminaremos en nuestro imaginario altar y estaré dispuesta a acompañarle en el camino restante.

Caminaré de su mano si así desea que sea, correré si su decisión es esa; no profeso un amor inmediato, pero si un respeto igualmente grande, lo demás lo veremos en el camino, si así usted lo anhela.

Estoy entregándome de la forma menos banal, o eso intento sugerir con estas palabras, si hay algo romántico en todo esto, sugiero que su presencia me hace sentir de manera extraordinaria. Iniciando por odiarle al involucrarme en su camino y sugerirme olvidar todo el cambio que su presencia acarrea.

Seguido de considerarle un extraño amo dispuesto a mandar a su antojo, temiéndole en silencio, pero retándole de forma sarcástica cada que lo deseaba.

Ahora, lo respeto como a un igual y espero que usted profese lo mismo, mi cuerpo se estremece cada que usted dedica un poco de su afecto hacia mí, lo cual, como ya sabrá sacude mi mente y me hace dudar de mi cordura, la forma tan especial en la que me mira, aquel aprecio imborrable que hace poco logré captar.

Por ridículo que parezca tras hace poco haberlo negado, le quiero, aunque es descabellado decir eso ya que, gracias a usted, querido Lincoln es que entendí de que se trataba todo aquello; sin embargo, mientras escribo esto, mis agradecimientos, puede asegurarlo, son infinitos.

Son millones los defectos que le falta por descubrir en mí, tanto como lo que considero que son virtudes, con el tiempo pasando y usted corriendo al precipicio, me parece que no hace falta que detalle en ellos, su elección fue hecha desde un inicio y me hace feliz saber que no de la manera correcta, pero, algo lo ató a mí.

Con estas palabras correspondo su amor, Lincoln K.

No estaré segura de poder decirlas ante un altar, ni tampoco compartiré este sentimiento después de lo que decida que pasé.

Todo terminará, Lincoln.

Aunque no sea bueno pensar en los finales, al menos el nuestro ya está datado, hasta que la muerte nos separe, querido.

Y si la muerte es usted mismo, entonces que así sea.

Andaremos el resto del camino de la mano.

Correremos si así usted lo anhela.

Y luego, todo volverá a la absurda normalidad de la que usted alguna vez me sacó.

Hoy le digo, querido.

Prometo estar con usted hasta que la muerte o usted mismo nos separe.

Con amor,

Amanda.


Una vez cada una de las cartas fue terminada, a la hora propuesta, ambas fueron deslizadas bajo la puerta contraria, no hubo más palabras que las escritas, el silencio se les hizo delicioso.

En la intimidad, ambos gozaron de su boda deseada, labrando el camino que pronto les llevaría al más puro sentimiento.

La pareja de recién casados dormía separada, no consumaron nada, no se tomaron de la mano, no cruzaron el umbral en brazos del otro; sencillamente, había una promesa implícita en ellos.

Hasta que la muerte los separe. 

 

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MoriréWhere stories live. Discover now