Capítulo 30

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Los días pasaban lentos y pesados, casi se podía sentir cómo el universo se iba desprendiendo de cada segundo, para siempre. No había razón para seguir hablando del tema, era algo que se esperaba, no con ansia, pero se esperaba de igual forma. En algunos momentos la pareja fingía que un futuro normal y corriente les esperaba.

— Querida. —le llamó una de las tantas noches en las que leían en compañía del otro hasta que los ojos se les cerraban.

— Dígame. —contestó ella saliendo de su ensimismamiento.

Pero antes de decir cualquier cosa, un auto con los vidrios abajo se parqueó enfrente de la casa con un gran estruendo, ambos se sobresaltaron, sin embargo, ninguno se movió de su sitio. El motor del mismo resoplaba desde la distancia y al dueño de este le pareció buena idea poner música a todo volumen.

— ¿Debería hacer algo al respecto? —preguntó Lincoln molesto por haber perdido el hilo de su lectura.

— Déjelo —murmuró ella—, me parece agradable.

El hombre sonrió con timidez, no le había visto disfrutar de algo que no fuese la lectura y le hacía feliz verla de ese modo, porque así podía saber que por un momento, los recuerdos no le estaban atormentando.

— Me hubiese gustado saber un poco más de música, ¿sabe? Es de ese tipo de cosas que no se piensan hasta que ya no hay más allá. —comentó Lincoln.

— A mí me hubiera gustado tener animales de compañía —se rió nerviosa—, se me hace fantástico como algo tan pequeño y peludo te puede dar tanta felicidad.

Lincoln volvió a sonreír para su desgracia, creía saber controlar sus impulsos; Amanda, notando la timidez de sus labios habló:

— Es extraño que usted se crea incapaz de cumplir lo que desea, la gente se arriesga todos los días, teniendo en cuenta que en cualquier momento se podría acabar todo. Admiro esa valentía.

— Tiene usted una forma especial de entenderlo todo.

— Nada puede hacerle daño si no permite que así sea —musitó casi para ella misma—. O eso creo, realmente no creo que haya pensado así en mucho tiempo.

La mujer sonrió con tristeza un tanto desgraciada, el aire se ponía denso sobre sus cabezas y casi se podía escuchar el suave respirar del otro. Estando a unos cuantos centímetros de distancia, para Amanda era de las longitudes más grandes. Quería sentir el calor del hombre, al menos unas cuantas veces antes de que este decidiera que era suficiente. Sin quererlo, le estaba necesitando, quería quererle por el tiempo que la vida los tuviera juntos, pues una vez lejos solo le quedaría ese recuerdo para alegrarle el pensamiento.

— ¿A qué le teme, Amanda?— soltó el hombre la pregunta que le llevaba rondando en la cabeza desde hace bastantes días atrás.

—¿Lo juzgará? —preguntó un tanto cohibida.

— No, lo juro. —contestó este llevándose una mano al pecho.

— Si usted se fuera, no habría más compañía para mi que el simple viento, creo, que solo en esos momentos temería.

Él asintió un tanto contrariado.

— Querida —inició Lincoln levantándose de su asiento y dejando el libro tras él—, sólo hay una manera en la que nunca estará sola.

— ¿Cuál sería esta?

— Una vez el objetivo sea cumplido, viviré de igual manera si así usted lo desea.

— No creo que haya manera de vencer a la muerte, querido.

— En mi opinión hay demasiadas.

— ¿A qué se refiere?

— Ay, Amanda, Amanda —se acercó a la mujer y la tomó de la mano—; siempre y cuando usted me mantenga vivo en su mente podré complacerme de una vida feliz.

— Solo serán recuerdos.

— Así es, pero de ellos vivimos, viviré siempre en su mente, ¿lo entiende? Así como ahora es usted quién me mantiene vivo y mi destino, siempre dependerá de usted. Para ello la he escogido...

La música del exterior cortó la voz del hombre, quién creía tener controlada la situación. Miró a su esposa con cariño y le indicó que se levantara del asiento.

— Entonces, vivirá para siempre. —dijo ella tomando las dos manos del hombre.

— Usted me ha salvado, ¿lo sabe?

— Nos hemos salvado.

Un suave vals resonó por toda la instancia, Amanda se inclinó hacia el hombre poniendo la cabeza sobre su pecho, guió con cariño las manos de Lincoln sobre su cadera y permitió que la música los meciera y les indicara el paso a seguir.

— No pude haber hecho una mejor elección, Amanda.

Ella guardó silencio disfrutando del cosquilleo que le corría por todo el cuerpo. La música cambiaba y las nubes se movían sobre el cielo, pero nada parecía capaz de terminar aquel momento, ese instante de felicidad les haría dudar de todo y cuanto habían pactado.

Lincoln se separó un momento de la mujer para mirarla a los ojos; antes de hablar le regaló una de sus mejores sonrisas.

— Danzaremos así una vez sea la hora del final.

Asintieron al tiempo y se unieron en un largo beso mientras la música seguía moviendo sus cuerpos como el viento a las copas de los árboles.

Disfrutarían de lo que les restaba en esta vida, para luego, compartir la eternidad lejos de todo lo que les hacía mal.


NOTA DE LA AUTORA:

Tengo que decir que por mucho es uno de mis capítulos favoritos, espero que ustedes lo hayan disfrutado como yo lo hice al escribirlos. 

Muchas gracias por seguir confiando en esta historia. 

No olviden votar, comentar y compartir. :)

Les quiere

Cata

Cata

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MoriréWhere stories live. Discover now