Capítulo 29

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Las palabras hacía mucho tiempo que habían salido de la boca de Lincoln, pero en la biblioteca reinaba el silencio, la pareja se miraba esperando dar el primer paso, pero ninguno era capaz de darlo. Hasta que Amanda recordó las palabras que su esposo le había dicho momentos atrás: "Sábanas blancas". Por alguna razón desconocida aquello le llamó la atención de sobremanera, esas dos palabras no dejaban de dar vueltas es su cabeza como si algo demasiado útil se ocultara tras ellas.

Entonces, cansada de sentir aquello optó por romper el silencio:

— ¿A qué se refería con las sábanas blancas?

Era una pregunta sencilla, pero la forma en la que la pronunció la mujer la convirtió en un profundo circulo de dudas para Lincoln que minutos atrás parecía tener pensado todo lo que diría.

— Una vez cumpla con el plan, los muebles serán cubiertos con sábanas blancas, usted vestirá de negro y será la viuda que deseo que sea.

Amanda se perdía en la voz de Lincoln podría desfallecer en aquel momento, ocultarse para siempre de aquellos ojos que le rogaban que hiciera lo que él deseaba; los días habían pasado con tal rapidez que no podía creer que cumpliría meses de estar junto a al hombre. No podría contestar con exactitud preguntas sobre el pasado de este sin que fuera juzgado, no había facultades de las cuales pudiera hablar para que le admiraran, podía decirse que estaba cayendo en manos de un desconocido, cumpliendo sus deseos y por razones que le costaban entender, no tenía miedo. Él decía necesitar aquel final y eso parecía suficiente razón para ella, se sentía manipulada de una manera increíble, pero no sentía la valentía para tomar otro camino.

No estaba junto a él en esa biblioteca, lo sobrevolaba todo, veía como él le explicaba el actuar de una viuda, algo relacionado con la suciedad de la casa y lo maniática que debía hablar hasta que encontrara el vocero de su verdad. Nunca se había considerado una persona fuerte, su padre no habría destacado ninguna cualidad en ella, había carecido del afecto necesario para creer que valía un poco la pena las decisiones que tomase; pero, eso era solo una banal excusa, pues, le quitaría la vida a ese hombre, porque parecía lo correcto.

— Estaré dispuesta a hacer lo que desea. —se escuchó decir.

Lincoln le miraba con preocupación como si no creyese lo que esta decía, la dejó sola en la habitación y cruzó el pasillo, mirando con desgana el comedor a medio arreglar, al llegar a la cocina tomó un afilado cuchillo en sus manos y volvió velozmente junto a Amanda.

— Demuéstrelo.

Ella, muy lejos de allí, tomó la herramienta entre sus manos, trazó un profundo corte en la palma de sus manos, mirando con ojos vacíos a su marido, tomó con cautela un poco de sangre y la llevó a sus labios, palpándolos como si de un cosmético caro se tratara, entonces, dejó caer el cuchillo al suelo aún con rastros de ella y dejó que Lincoln probara su boca con pasión.

No cabía duda, ella haría lo que fuera necesario con tal de complacerle y poder sentir que el aprecio que de él emanaba era real, ambos habían encontrado en su extraña situación una forma de satisfacerse, en eso se basaba la relación de aquellos dos, él buscaba de forma compulsiva quien le ayudara a deshacerse de quién creía que era, mientras ella caía de forma inmediata a cualquiera que le brindara más que cariños vacíos, tanto así que estaban dispuestos a llevar todo al límite por el tiempo que les correspondiera.

Según dijo Lincoln aquello debía ser compasivo, como si un último acto de humanidad pudiera redimirle, porque podía quererle por muy loco que aquello fuera, pero, eso no era suficiente en esos momentos, el hombre necesitaba devoción, deseaba tener la certeza que esta no se asustaría cuando él pudiera proponerle algo peor, no le abandonaría, entonces él no tendría que volver de dónde había huido.

— Me salvarás, cariño. —dijo este acunando el rostro de su amada entre sus manos.

Quizá así sería o tal vez ella temería cuando tuviera la cuchilla que le arrebataría la vida a su marido en sus manos, pero, esa estaba por lejos de ser una posibilidad en la mente de Lincoln.

— Lo haré. —respondió ella.

— Tu palabra lo vale, cariño.

Amanda asiente, hace una ligera reverencia y acaricia el rostro de Lincoln con su mano aún sangrante. Deja la instancia dejando un rastro de su aroma, subía las escaleras a paso tambaleante, el camino a su habitación se hacía cada vez más largo, pero una vez la prueba fue cumplida y se encontraba en la intimidad de su habitación, el dolor recayó sobre ella como pesados bloques de madera.

Se agachó junto a su cama y tomó el libro de su madre que no temió de ensuciar con su sangre, en esos momentos nada le importaba lo suficiente, lo que consideraba como su manual de vida no le había preparado para el terror tan grande que abrigaba en su pecho y por primera vez en su vida sintió que su ausente madre le había mentido, las historias de príncipes que les dedicaban amorosas palabras a sus princesas no estaban aptos para la realidad. No podía reclamarle porque estaba muy lejos de allí, no tenía más que ese vacío libro lleno de estupideces.

Gritó con dolor y rasgó cada página del dichoso objeto arrepintiéndose de cada movimiento, pero sin poder detenerse.

— Yo mataré a mi príncipe. —dijo en voz alta.

Beso las rotas páginas cientos de veces, aquello terminó siendo una mezcla de fluidos y tinta corrida.

— Lo mataré —repitió ella—. Pero, porque así él lo desea.

Le temblaba el cuerpo de tan solo pensarlo, pero así debía ser.

Conseguiría el amor real de su príncipe si hacia lo que él comandaba y en la eternidad incierta serían el uno para el otro como las ya esfumadas palabras de su madre habían previsto.

— Lo haré feliz una vez su muerte sea un hecho y el creará un castillo dónde viviremos para siempre.

Dicho esto, limpió con cuidado su herida y se enredó en las mantas esperando el próximo paso a seguir. 


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MoriréOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz