Capítulo 17

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El paseo fue placentero, dejaron a su paso hombres y mujeres sin habla, con una opinión de seguro no muy agradable, eso era lo que buscaba Lincoln, le habían enseñado a guardar las apariencias, sonreír ante comentarios impertinentes, no funcionaría así; al tener a Amanda, podría dirigir a su pequeña familia como deseara.

Obviando el hecho de que seguía siendo costeado por su padre, le daba un poco de libertad el asunto, cosa que deseaba desde que era muy joven, vivir a la sombra de alguien no era algo realmente agradable; las historias trágicas suelen ser largas y catastróficas, la del padre de Lincoln no era muy diferente.

Tener dos hijos le había enseñado lo difícil que era la vida, así que empezó a luchar contra ella, no era un juego, había dejado de serlo cuando esta misma le dejó sin una moneda en más de una ocasión, se convertía en un monstruo a medida que el tiempo pasaba; no solo le enseño a sus retoños a jugar sucio, los amarró a aquel instinto, la lucha contra lo impredecible.

Recorrieron las calles de vuelta a casa tomados de la mano, cada uno con sus pensamientos aparte, aunque el camino era corto, los tomó por sorpresa un rocío de lluvia, cuando la primera gota grande cayó sobre el rostro de Amanda, ambos se miraron con timidez.

— ¿Cuándo fue la última vez que sentiste tan de cerca la lluvia? —preguntó él.

— No podría decirlo con exactitud. —contestó nerviosa.

Ella se cubrió un poco con el brazo, soltando el agarre de su marido, no deseaba coger algún resfriado.

— Deja que llueva, Amada —le habló mirándole a los ojos—. Podría ser la última vez que gotas como estas tomen tu rostro.

Tomó con delicadeza su mano y la acunó entre las suyas, sus ojos seguían fijos en ella, Amanda con las mejillas un poco sonrosadas sintió como su corazón corría una maratón en su pecho; el hombre le estaba poniendo nerviosa.

— Esto, te recuerda lo que es estar vivo.

Unos cuantos chapoteos sonaban a lo lejos, difusos, porque en aquel momento lo único que importaba eran las miradas, del cabello de Lincoln colgaban gruesas gotas, solo en ese momento la chica logró darse cuenta lo bello que era, las nacientes arrugas de la frente del hombre le daban un aire cautivador, pero nada como aquellos ojos oscuros, le miraban como si la vida misma dependiese de ello.

Allí, con las ropas empapadas y el nerviosismo a mil, Lincoln supo que haría todo por aquella mujer, le habían puesto a escoger entre todas las solteras de la ciudad, pero el blanco rostro de Amanda le había hecho tomar la decisión, se tomó el tiempo de buscarla, investigarla, para así saber que estaba eligiendo el camino correcto, nunca había estado tan seguro.

Si ese mismo día hubiese muerto, estaría satisfecho, porque por un simple momento había encontrado algo que le devolviera las esperanzas.

Ese instante les pareció eterno, pero llegado un punto, la lluvia se volvió insoportable, las ropas estaban ceñidas a los cuerpos de los amantes, corrieron hacia el hogar, volviendo de una lamentable forma a la realidad.

El hombre tocó dos veces la puerta y segundos después apareció Betty con dos grandes toallas en las manos.

— ¡Por fin! Estaba empezando a preocuparme.

— Una banda de entrometidos no puede hacer mucho, querida. —Lincoln sonrió sincero para la sorpresa de Betty.

Corrió escaleras arriba y cambió su ropa con rapidez envidiable. Una vez todo parecía estar en orden, analizó todo lo sucedido; en su cabeza brotaban millones de pensamientos, muchos de ellos sin sentido, las tablas de la vieja cama chillaban bajo su peso, entre movimientos inesperados y pensamientos extraordinarios, nació la idea que sería comunicada horas después a las mujeres.

Lincoln decidió iniciar con algo así:

— La información que les daré a continuación, podría cambiar por completo el vivir en nuestro hogar.

— Entonces, no tema y hable de una vez. —apuró Betty.

Aunque dudó un momento, tras arreglarse un poco la camisa, soltó un largo suspiro y detalló su idea de la forma más superficial posible.

— Será una fiesta —comentó—, seremos visitados por personajes de todas las clases.

— Habrá comida, baile y bebida —la chica le restó importancia—, no creo que sea buena idea, Lincoln.

— ¿Por qué lo dice?

— Si mis fuentes no me engañan —miró a Amanda de reojo—, tan solo una breve salida causó un tremendo impacto en la gente. Hacer una fiesta creará el efecto contrario, no los alabarán, señor.

— No buscamos eso, ¿verdad, querida? —centró su atención por un momento en su esposa y al no recibir respuesta continuó—, no guardaremos las apariencias.

— ¿Qué insinúa?

— Empiezo a enamorarme del odio del pueblo, Betty.

— Estás demente. —murmuró sin evitar sonreír.

Era una aventura, todo consistía en hacer lo contrario a lo que parecía correcto, la situación podía estar colgando de un hilo, pero en ese caso nada podía importar menos.

— Al viejo no le gustará. —Amanda exclamó a media voz.

— Amanda...

— Querida —Betty le interrumpió—, en estos momentos lo menos que debes hacer es preocuparte por ese hombre ¿entiendes?

— Pero...

— Esta ahora es mi casa, cariño. —articuló el hombre.

Se harían las cosas como él lo quisiera, aunque eso supusiera preparar una fiesta que los conduciría al odio de gran parte de la ciudad. Los modales serían escasos, la etiqueta debía quedarse de lado.

La fiesta que Lincoln tenía en mente, rompería con todas y cada una de las reglas propuestas por su padre, esta vez, no volvería a él.

Estaba seguro que si Amanda le pedía que huyera como una vez lo hizo un amor pasado, no temería, no recurriría a ese hombre maldito.

Aquello le devolvía a la vida. 



Nota de la autora:

¡Hola a todos!

Hemos llegado a 1K lecturas, cuando lo ví no podría creerlo, se me hace increíble, no tengo palabras para agradecerles. 

Lincoln y Amanda viven gracias a sus comentarios y el tiempo que le dedican a la historia; en fin, aún nos queda mucho más por descubrir, espero que se entretengan tanto como yo lo hago al escribir. 

Hasta la próxima actualización. 

Les quiere. 

Cata <3


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MoriréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora