· O c h o ·

73.2K 7.1K 8K
                                    


Dios, si de verdad estás ahí y me escuchas, haz que me caiga un rayo en este precioso día veraniego en Italia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Dios, si de verdad estás ahí y me escuchas, haz que me caiga un rayo en este precioso día veraniego en Italia.

No me mates, solamente déjame inconsciente y revíveme cuando todo esto haya pasado.

Simplemente no permitas que ante mis ojos se muestre la imagen de Jax, inclinado sobre una italiana rubia despampanante, masajeando su espalda desnuda para echarle crema.

Por favor, y gracias.

Y mientras esperaba a ver si mi plegaria silenciosa se cumplía o no, Angelo el musculitos italiano continuó avanzando hacia ellos. A un punto del camino, a menos de treinta metros, se percató de que yo me había quedado atrás.

En mi defensa, la arena quemaba y no estaba acostumbrada a correr por un terreno tan desigual.

La cuestión es que Angelo paró, me esperó y, una vez llegué a su lado, atrapó su mano entre la mía para ayudarme a seguir el ritmo.

Fue un gesto totalmente ordinario para él, a juzgar por cómo volvió a mirar hacia el frente y gentilmente tiró de mi cuerpo, pero me pilló por sorpresa. No estaba acostumbrada a que me tomasen la mano. No desde que...

—¡Jax! —Exclamó Angelo—. ¡Chiara!

Así que ese es el nombre de la chica...

Me tragué mis palabras, y simplemente me limité a coger aire y evitar a toda costa mirar a Jax en cuanto llegamos a su lado.

Fallé estrepitosamente. No solo jadeé por aire como si mi vida dependiera de ello, sino que posé mis ojos en Jax tan rápido que podría jurar tener un imán magnético dentro de ellos. Uno que gritaba su nombre.

Y Jax los posó sobre los míos.

Algo en mi interior hizo cortocircuito. Y de pronto, tan sencillo como suena, no había playa. Ni playa, ni sonido de olas a lo lejos, ni Angelo y la chica rubia a nuestro lado. Ni el aire golpeando mi rostro, ni el sol quemándonos o los minutos pasando.

Solamente Jax y yo observándonos.

Como si nada ni nadie existiese a nuestro alrededor.

Hasta que sentí el peso de un brazo caer sobre mis hombros.

—...y tu padre quiere que la enseñe a nadar. ¿Reto aceptado?

Miré a Angelo, quien había hablado. Estaba sonriendo, mirando de forma intermitente de su primo a mí.

Cuando por fin volví a mirar a Jax, él también había apartado los ojos. Se estaba levanto, dejando espacio entre él y Chiara.

—Buena suerte, supongo —farfullo.

Sentí un retortijón tirar de mi estómago, aunque en realidad, ¿qué más podría decir? Desde luego, dudaba que él fuese a ofrecerse como voluntario.

Una Perfecta Oportunidad © 30/03/2023 EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora