· V e i n t i ú n ·

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El día en que mi tía y Tony volvían a Estados Unidos llegó más pronto que tarde

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El día en que mi tía y Tony volvían a Estados Unidos llegó más pronto que tarde. Hicimos una fiesta de despedida a la que vino toda la familia, acompañada de una cena copiosa que Jax y la Nonna se encargaron de realizar.

Parte de la familia se ofreció a ayudar, pero en seguida los sacaron de la cocina porque no sabían cocinar, y a Tony no le dejaron porque era su fiesta. Yo ni siquiera me molesté en intentarlo, después del desastre de salsa boloñesa que me había quedado la última vez.

En su lugar pasé el día en la playa con Angelo y Chiara. Se notaba que ellos dos eran amigos desde hacía mucho tiempo, pero intentaban hacerme sentir partícipe de las conversaciones. Hasta que llegaron Gaia y Sofía y me fui con ellas al agua y a escuchar sus cotilleos sobre chicos. El tal Tom, que seguía siendo un stronzo, había invitado a salir a una de las supuestas amigas de Gaia, y para colmo la chica aceptó. Por eso las dos primas fueron solas a la playa, en aquel momento no querían estar con el resto del grupo de sus amigos.

Cuando regresamos a la casa olía muy bien, pero la Nonna nos amenazó con una cuchara de madera cuando tratamos de ver qué había para cenar. De hecho a Angelo llegó a pegarle en el brazo con ella.

Jax estaba de espaldas, concentrado en un plato, pero se volvió para lanzarnos una sonrisa divertida al escuchar los gritos de Angelo. Cuando sus ojos alegres coincidieron con los míos, algo en mi interior se extendió dejando una agradable sensación. Me gustaba verle así, feliz. Me daba la sensación que durante los últimos días, más concretamente desde que comenzó a trabajar en el restaurante, estaba más contento.

—¿Tienes hambre, piojosa? —me dijo, sin perder su sonrisa.

—Un poco —asentí, también tirando de las comisuras de mis labios hacia arriba—. Huele genial aquí.

La Nonna se metió de por medio, volviendo su cuchara de madera hacia mí y obligándome a retroceder un paso con miedo. La veía capaz de darme en la cabeza con ella.

—Pues a la ducha, que en media hora empiezan a llegar los invitados —nos advirtió.

Eché una mirada rápida a Jax antes de irme, y él me guiñó un ojo. Me marché de la cocina con mariposas en el estómago.

Estúpidas mariposas, que se negaban a morir.

Al pasar por la sala mi tía me saludó. Ella y Tony ya estaban listos. Tomaban vino tinto sentados en el sofá. Se me encogió el corazón al pensar que esa sería la primera vez que pasáramos más de una semana separadas. Sería un mes entero. Todo lo que quedaba del verano.

Cuando bajé de nuevo, con el pelo húmedo trenzado y unos pantalones ligeros un poco más formales, los invitados ya habían llegado. Y por invitados me refería no solo a la familia DeLuca. También estaban los amigos de Tony con su hija, Camilla.

Arrugué la nariz y me quedé quieta en el sitio durante apenas unos segundos al notar que Camilla estaba hablando con Jax. Se inclinaba tanto sobre él que solo le faltaba echarle los brazos encima y tirarle al suelo.

Una Perfecta Oportunidad © 30/03/2023 EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now