· C u a r e n t a & D o s ·

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Despedimos a Isabella al día siguiente, demasiado temprano para tener los ojos abiertos

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Despedimos a Isabella al día siguiente, demasiado temprano para tener los ojos abiertos...

Y desde luego demasiado pronto para llorar.

Fue ella quien irrumpió a las seis de la mañana en la habitación de Jax para despedirse. Me obligué a levantarme en menos de cinco minutos y vestirme con unos pantalones y top que no combinaban nada para acompañarla a la estación. Principalmente porque la camiseta seguía siendo la de Jax, que le había robado para dormir. Y olía a discoteca, a noche, y a él.

Nos dimos muchos abrazos y besos sonoros antes de que se subiera al autobús la última, junto a la cola de turistas.

Volvería a verla pronto, pero una parte de mí sabía que este tipo de despedidas solamente me estaban preparando para la vida.

Porque en menos de una semana me despediría de Chiara, de Angelo, de la Nonna... y de Jax.

Mi tristeza por decir adiós a Isabella se terminó con un sueño, cuando Jax me guió de nuevo hacia su habitación. Me abrazó sin dejar de acomodarme contra su pecho, hasta que de alguna forma volví a quedarme dormida.

Cuando abrí los ojos de nuevo la luz iluminaba la habitación y sus brazos ya no estaban sobre mí. En su lugar lo escuché en la ducha.

Me incorporé confusa, tomando el teléfono que había en la mesita, junto al suyo. En la pantalla encontré un mensaje de mi amiga, junto la hora diciéndome que eran las once del medio día. ¿Cuánto tiempo más había dormido?


ISA: UNA SEMANA PARA VERNOS DE NUEVO. Piensa en eso, amor.


Y muchos emojis de corazones.

Sonreí y dejé el teléfono sobre la mesa. Me puse de pies y caminé hacia el baño.

El hotel que había escogido no era de lujo, pero tenía una decoración simple y sosegada. Era limpio y sin ruido.

Mis pies caminaron sobre el suelo frío y tranquilo. No llevaba más ropa que su camiseta y la interior, y sentí cómo se me incendiaban las mejillas al recordar la forma en que me la había quitado la noche anterior. O sus ojos cuando vieron el conjunto.

El sonido de la lluvia se intensificó cuando abrí la puerta del baño. Allí había mucho vapor y calor.

—¿Jax? —Llamé.

Lo último que quería era asustarle, pero no obtuve respuesta.

Seguí hasta la puerta de la ducha, opaca por culpa de la humedad. Arrugué mi mano en un puño y golpeé el cristal, llamándole. Podía notar su cabello oscuro asomando por ella.

—¿Jax? —Llamé de nuevo.

Su cabeza se giró, pero no llegué a ver los ojos.

—¿Piojosa? —Preguntó.

Una Perfecta Oportunidad © 30/03/2023 EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now