· T r e c e ·

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Regresamos a la casa después de comer, cuando la playa estaba llenándose tanto de gente que no podías dar un paseo sin pisar a una persona

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Regresamos a la casa después de comer, cuando la playa estaba llenándose tanto de gente que no podías dar un paseo sin pisar a una persona... o sin que te pisaran a ti.

Mi tía y Tony habían salido a visitar un viñedo de unos amigos a los que quería presentarla, los gemelos y las chicas quedaron con unos amigos, y Angelo quería dormir un rato para poder entrenar por la noche. Pensar en salir a correr en aquellos momentos me daba escalofríos.

Por eso mismo me decidí por una ducha fría con agua templada tirando a fría. Quizás eso tuviese la capacidad de aclararme las ideas.

Apenas había ido dos días a la playa y ya tenía los hombros y la nariz algo rojos. Ni toda la crema protectora del mundo me salvaría, así que pensé que la temperatura fría me aliviaría un poco.

Cuando bajé a la cocina, con el cabello empapando el vestido veraniego, no había nadie allí. Ni siquiera la Nonna, a quien habíamos visto mirando la televisión al llegar.

Aburrida, porque mis amigas no estaban respondiendo a los mensajes, salí a pasear por los alrededores de la casa. A pesar de que ya habían pasado las horas más fuertes de sol, la temperatura continuaba siendo muy cálida, y agradecí la humedad de mi cabello en la nuca.

Contaba con un jardín bastante grande a la entrada, pero lo era mucho más por la parte trasera. Tenía unos cuantos árboles que proporcionaban sombra, por los que fui paseando.

A un rato me quité las sandalias para poder disfrutar del jardín, junto el sonido de las olas a lo lejos y los pájaros que adornaban el ambiente. Me paré frente a un árbol con unos limones y cerré los ojos. Casi podía sentir el aroma a cítrico. Una suave ráfaga de aire azotó mi cara, transportándome a...

A nada. A ningún sitio. Todo porque, de pronto, un sonido horrible y muy fuerte se encargó de estropear el ambiente. Parecía una especie de taladradora, pero no entendía muy bien de dónde venía. De primeras me giré hacia la casa, y después a mí alrededor por si veía a algún vecino.

Ahí me di cuenta de que aquel nefasto sonido venía de la caseta del jardín. Tony me había dicho que en ella guardaban los coches y motos viejas, algunos trastos que ya no usaban...

Con curiosidad, y porque no tenía nada más que hacer, me acerqué allí llevándome las manos los oídos. Una de las suelas de mis sandalias me golpeó de pleno en la mejilla. Genial.

El ruido no cesó hasta que prácticamente llegué a la puerta de madera vieja y carcomida de la caseta. Estaba entreabierta, y al asomarme, bajando las manos de mis orejas...

No vi a nadie.

Di un paso más, metiendo la mitad de mi cuerpo. Desde allí podía percibir que hacía más fresco en ese lugar, quizás por las paredes de piedra. El suelo parecía asfalto, y había muy poca luz. Alguien había dejado una lámpara encendida al lado de unas cuantas herramientas.

Una Perfecta Oportunidad © 30/03/2023 EN LIBRERÍASOn viuen les histories. Descobreix ara