· Q u i n c e ·

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Sus labios eran suaves, demandantes y se amoldaban sobre los míos

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Sus labios eran suaves, demandantes y se amoldaban sobre los míos. Tal y como yo recordaba.

Cerré los ojos en el mismo momento en el que sentí la calidez de su boca, aún sabiendo en un rincón recóndito de mi cabeza que debería apartarle... Solo que no quería hacerlo.

Por dentro me sentía viva de nuevo. La emoción aleteaba desde el fondo de mi estómago, mandando chispas de energía y adrenalina por el corriente sanguíneo. Mi piel, cada célula, echaba de menos su tacto, su toque, sus besos...

Devolví el beso con un entusiasmo que hasta a mí me sorprendió. Rodeé su cuello con mis brazos, atrayéndole más hacia mí mientras sus manos comenzaban a acercarme a su cuerpo.

Me fundí en el sabor de su boca, en nuestros labios unidos, en la cercanía de su estómago contra el mío y mi pecho hundiéndose en felicidad y recuerdos a su lado.

La gente, la plaza, Roma entera desapareció, y solo estábamos él y yo, en aquel momento. Durante unos segundos, mi cerebro desconectó, dejándose llevar por aquel beso que me transportaba al pasado y hacía calentar mi sangre.

A aquellos momentos robados en su habitación, en la parte trasera de la central del pollo frito. A cómo sus dedos se amoldaban a mis caderas, justo como en aquel momento, y los pulsos de electricidad que mandaban por todo mi cuerpo, humedeciéndome y calentando al mismo tiempo.

Como en aquel momento.

A los recuerdos.

—Jax... —gemí.

El gruñó contra mi boca, demandante, pidiendo más, acercándome más.

Pero fue en aquel momento, cuando me escuché a mí misma susurrar su nombre, que mi cerebro empezó a conectar.

¿Qué narices estaba haciendo?

Bajé las manos de su cuello hacia sus hombros, después a su pecho, y las estiré para poder poner resistencia y apartarme de él.

En realidad, realizar aquella acción me estaba costando muchísimo esfuerzo.

Sin embargo, Jax no opuso resistencia cuando mi cuerpo se alejó del suyo. Sus manos se deslizaron por mi cintura, hasta caer a los lados dejándome ir.

Todavía con los brazos estirados entre ambos y las manos extendidas en su pecho, poniendo distancia entre ambos, nuestros ojos se miraron. Teníamos la respiración agitada y estaba segura de poder escuchar los latidos de mi corazón.

¿Aquel beso le había revuelto por dentro tanto como a mí?

Creía conocer la respuesta.

—Lo siento —dijo de pronto.

Alcé las cejas sin bajar las manos de su pecho.

Una parte de mí decía que era para asegurarse de que continuaba manteniendo la distancia.

Una Perfecta Oportunidad © 30/03/2023 EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now