· V e i n t i n u e v e ·

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El viaje a Venecia por fin llegó

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El viaje a Venecia por fin llegó.

Estaba más que emocionada, especialmente desde que Jax y Angelo parecían haber hecho las paces. Aunque una parte de mí, en realidad, estaba nerviosa a más no poder.

Después de aquella sesión de sexo con Jax apenas habíamos vuelto a hablar. Él estaba muy ocupado con el restaurante y arreglar la furgoneta, y yo con poner en orden mi cerebro.

Porque mierda, sabía que no quería nada serio conmigo, pero había echado tanto de menos la conexión que teníamos... El sexo con Jax era increíble, y aquella demostración de afecto me lo había mostrado. Pero también era peligroso.

Nunca seríamos nada.

Bueno Olivia. Si tan asimilado lo tienes, ¿qué mal hay en disfrutar un par de semanas más hasta que te vayas?

Mierda, ni siquiera me había atrevido a contárselo a nadie, incluidas mis amigas. Para ellas yo seguía interesada en Angelo.

Por fortuna Chiara me mantuvo entretenida. Me invitó a la casa de su abuela, donde pasaba los veranos, y en su ordenador visitamos blogs sobre Venecia y qué ver.

Al final me volví loca. No tenía excusa. Y aunque todos habían estado allí antes que yo, me dio igual. Con un bolígrafo, papel e internet, hice un itinerario perfecto de todo lo que debíamos ver y hacer en nuestra estancia.

Agencie los horarios de los botes para visitar Burano y Murano, busqué los mejores restaurantes donde ir a comer y cenar, y supe a qué bar debíamos ir a tomar el famoso aperitivo Spritz, que aunque se bebía en toda Italia, allí era donde estaba la tradición.

Angelo prácticamente puso los ojos en blanco cuando, una vez estuvimos montados en aquel tren que viajaba a casi 300 kilómetros hora hasta Venecia, descubrió nuestro itinerario.

—¿Y si tengo que mear? —Bromeó, ojeando que había puesto incluso las horas entre cada actividad.

Fingí una sonrisa y mi amiga replicó:

—Pides permiso o te aguantas, que eres un niño grande.

Me reí con ganas, como él, y Jax elevó las comisuras de los labios.

Me dejé caer sobre mi asiento mientras observaba el paisaje, que cada vez pasaba más rápido, y mis oídos se taponaban.

Jax no había sido el mismo conmigo desde nuestra esporádica sesión de sexo contra la pared del garaje. Ni siquiera habíamos hablado de ello.

Tomé el folio que en el que había descrito el itinerario y del que nadie parecía tener ningún problema, y lo puse en la mesa que había entre los tres.

—De acuerdo... Entonces, primero vamos de la estación del tren al piso del amigo de Angelo, que está casi al lado.

Él asintió con ganas. Su amigo la verdad es que gozaba de un lugar super céntrico, y habíamos tenido mucha suerte de que estuviese de viaje con su pareja esa semana para dejárnoslo.

Una Perfecta Oportunidad © 30/03/2023 EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora