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Jax y yo caminamos el uno al lado del otro, directos a donde las olas chocaban

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Jax y yo caminamos el uno al lado del otro, directos a donde las olas chocaban.

No era la primera vez que hacía ese recorrido con él, pero sí los dos solos. Me sentí nerviosa cuando su brazo rozaba el mío mientras mis pies tamborileaban sobre la desigual arena.

Chillé cuando algo dura, probablemente una concha, se clavó en la planta de mi pie. Él me tomó por la cintura, acercándome, y todo mi cuerpo hormigueó.

Me soltó en seguida, aunque la llama en el interior no se apagó en el interior. Me pregunté si a él le había pasado igual.

La primera toma de contacto con el agua fue bien, como siempre. Rompió sobre mis pies en pequeñas olas fáciles de llevar. El problema vino cuando nos adentramos. La temperatura cálido dejó que me sumergiera en seguida, aunque solo me llegase el agua sobre la cintura.

Sin embargo Jax se alejó hasta donde no hacia pie. Lo miré con miedo, pero él regresó al poco tiempo.

—¿Y si hay resaca? —Me quejé al verlo con su estúpida sonrisa, recordando el miedo que yo había pasado días antes—. Podrían tragarte.

Él negó con su cabeza plagada de gotitas de mar salada. Se acercó a mí, con el brillo de la risa en sus ojos que tanto me encantaban. Y debajo del agua sus manos tomaron las mías.

—No tengas miedo —murmuró—. Prometo no quitarte el ojo de encima.

En mi cabeza sonó a un "conmigo no sientas miedo".

En realidad, a su lado, no lo tenía. Solo que el mar... Aunque había fingido que mi intento de ahogo no había sido para tanto, se me había metido el miedo en el cuerpo desde ese momento.

Me atrevía a regresar al mar, pero siempre que no me cubriese más allá de la cadera y pudiese valerme por la fuerza de mis propias piernas, con los pies clavados en la arena, para regresar a la orilla.

—¡Olivia!

Me volví ante mi nombre, encontrándome el bañador rosa fosforito de Gaia perdiéndose bajo una ola a unos diez metros a lo lejos. Levanté la mano para saludarla, hasta que segundos después el cuerpo de Jax bloqueó mi visión. Antes de que pudiera preguntar me tomó por la cintura y me levantó mientras una nueva ola llegaba.

Sentí cómo se estrellaba en mi espalda mientras millones de gotitas espumosas salpicaban su rostro.

—¿Y si nos alejamos a nadar? —Propuso.

Esta vez su mirada señaló a una zona más alejada de los demás, sin necesidad de meternos en donde cubría profundamente.

Por encima de mis hombros lancé una mirada rápida a Gaia, pero ya estaba riéndose con Sofía mientras trataban de hacer el pino bajo el agua. Al buscar a Angelo y Chiara los encontré acercándose a la orilla.

Me di cuenta de que si no aceptaba la oferta de Jax probablemente se uniesen a nosotros.

Una nueva ola llegó y él volvió a levantarme. Todavía no me había soltado. Posé las manos sobre sus hombros mientras él me elevaba y volvía a salpicarle. Arrugó la cara unos segundos y yo me reí, observando cómo el lugar de su ceja donde había estado su piercing hasta hacía poco todavía conservaba el agujero. Se lo había quitado para trabajar en el restaurante, y decía que le daba pereza volver a usarlo.

Una Perfecta Oportunidad © 30/03/2023 EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now