002

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☀︎ ¦ CHAPTER 002.

« Antes era diosado . Ahora me siento como un fracasado. Bah, los haikus no riman. »

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—Creo que solo me quedaré con tu dinero —dijo Meg—. Venga. Largo de aquí.

—¡No, espera! —La desesperación asomó a mi voz—. Por favor, necesito... necesito un poco de ayuda.

Por supuesto, me sentí ridículo. Yo —el dios de las profecías, las plagas, el tiro con arco, la curación, la música y varias cosas más que no recordaba en ese momento—, pidiéndole ayuda a una niña de la calle vestida con ropa de colores. Pero no tenía a nadie más. Si esa niña decidía quedarse con mi dinero y echarme a patadas a las crueles calles invernales, no creía que pudiera impedírselo.

—Supongamos que te creo... —La voz de Meg adoptó un tono cantarín, como si estuviera a punto de anunciar las reglas de un juego: «Yo seré la princesa, y tú serás la criada»—. Supongamos que decido ayudarte. ¿Qué pasa entonces?

«Buena pregunta», pensé.

—¿Estamos... estamos en Manhattan?

—Ajá. —La niña se giró y lanzó una patada con salto al aire—. Hell's Kitchen.

No me parecía bien que una niña dijera «Hell's Kitchen», la «Cocina del Infierno». Claro que tampoco me parecía bien que una niña viviera en un callejón y se peleara con unos matones armada con basura. Consideré ir andando al Empire State Building. Era la entrada moderna del monte Olimpo, pero dudaba que los guardias me dejaran subir al sexcentésimo piso secreto. Zeus no me lo pondría tan fácil.

Tal vez podría buscar a mi viejo amigo Quirón, el centauro. Él tenía un campo de entrenamiento en Long Island. Podía ofrecerme refugio y consejo. Pero sería un viaje peligroso. Un dios indefenso es un blanco tentador. Cualquier monstruo que hubiera por el camino me destriparía alegremente. Los espíritus envidiosos y los dioses menores también se alegrarían de tener esa oportunidad. Y luego estaba el misterioso «jefe» de Cade y Mikey. No tenía ni idea de quién era ni de si tenía secuaces más peligrosos que enviar contra mí.

Y aunque llegase a Long Island, mis nuevos ojos mortales no podrían encontrar el campamento de Quirón en su valle camuflado con magia. Necesitaba a un guía que me llevase allí: alguien cercano y con experiencia...

—Tengo una idea. —Me puse todo lo erguido que mis heridas me permitieron. No era fácil mostrarse seguro de uno mismo con la nariz sangrando y la ropa manchada de restos de café—. Conozco a alguien que podría ayudarme. Vive en el Upper East Side. Si me llevas con él, te recompensaré.

Meg emitió un sonido a medio camino entre un estornudo y una risa.

—Recompensarme ¿con qué? —Se puso a dar saltos, recogiendo billetes de veinte dólares de la basura—. Ya tengo todo tu dinero.

—¡Eh! Me lanzó la cartera, que ahora solo contenía el carnet de conducir de Lester Papadopoulos.

—Tengo tu dinero, tengo tu dinero —cantó Meg. Reprimí un gruñido.

—Mira, niña, no seré mortal siempre. Algún día volveré a ser un dios. Entonces recompensaré a los que me ayudaron... y castigaré a los que no. Ella puso los brazos en jarras.

—¿Cómo sabes lo que pasará? ¿Has sido mortal alguna vez?

—Pues sí, la verdad. ¡Dos veces! ¡Y en las dos ocasiones mi castigo solo duró unos años como máximo!

THE TRIALS OF APOLLO Where stories live. Discover now