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☀︎ ¦ CHAPTER 029.

« Me pirran las plagas cuando están en la flecha adecuada. ¡Zas! ¿Estás muerto, colega? »

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Dispersarse fue la parte fácil. Eso lo hicieron muy bien.
Miranda, Michael y Seungmin corrieron en distintas direcciones, gritando insultos al Coloso y agitando los brazos. Eso nos dio unos segundos al resto mientras corríamos hacia las dunas, pero sospechaba que el Coloso no tardaría en perseguirme. Después de todo, yo era el blanco más importante y más atractivo.
Señalé el carro de Sherman Yang, que seguía volando alrededor de las piernas de la estatua en un vano intento de electrocutar sus rótulas.

—¡Tenemos que hacernos con ese carro!

—¿Cómo? —preguntó Kayla.

Estaba a punto de reconocer que no tenía ni idea cuando Nico di Angelo cogió la mano de Will y se puso a mi sombra. Los dos chicos se esfumaron. Me había olvidado del poder de viajar por las sombras: el medio gracias al cual los hijos del inframundo podían entrar en una sombra y aparecer en otra, a veces a cientos de kilómetros de distancia. A Hades le encantaba presentarse así y gritar: «¡HOLA!» justo cuando yo lanzaba una flecha de la muerte.
Le divertía que errase el tiro y aniquilase la ciudad equivocada. Austin se estremeció.

—No soporto cuando Nico desaparece de esa forma. ¿Cuál es el plan?

—Vosotros dos sois mis refuerzos —contesté—. Si yo fallo, si muero... dependerá de vosotros.

—Alto ahí —dijo Kayla—. ¿Cómo que si tú fallas?

Saqué mi última flecha: la que había encontrado en la arboleda.

—Voy a disparar a ese gigante macizorro en el oído.

Austin y Kayla se cruzaron una mirada; tal vez se preguntaban si la presión de ser mortal por fin me había vencido.

—Una flecha infectada —expliqué—. Voy a hechizar una flecha con una enfermedad y la voy a lanzar al oído de la estatua. Tiene la cabeza hueca. Las orejas son las únicas aberturas que tiene. La flecha debería liberar suficiente enfermedad para eliminar el poder vivificante del Coloso... o como mínimo para inhabilitarlo.

—¿Cómo sabes que funcionará? —preguntó Kayla.

—No lo sé, pero...

Nuestra conversación se vio interrumpida por el fuerte y repentino aguacero provocado por el pie del Coloso. Nos lanzamos tierra adentro y evitamos que nos aplastara por un pelo. Detrás de nosotros, Miranda gritó:

—¡Eh, feo!

Sabía que no se dirigía a mí, pero miré atrás de todas formas. La chica levantó los brazos e hizo que unas cuerdas de hierba marina brotaran de las dunas y rodearan los tobillos de la estatua. El Coloso las rompió con facilidad, pero le fastidiaron lo bastante para distraerlo. Ver que Miranda se enfrentaba a la estatua me hizo añorar a Meg.
Mientras tanto, Mike y Seungmin se encontraban a cada lado del Coloso lanzándole piedras a las espinillas. Desde el campamento, una lluvia de proyectiles de ballesta en llamas explotó contra el trasero desnudo de Don Macizo, y apreté los puños en solidaridad.

—¿Decías algo? —preguntó Austin.

—Cierto. —Hice girar la flecha entre los dedos—. Ya sé lo que estáis pensando: que no tengo poderes divinos. Dudáis que pueda improvisar la peste negra o la gripe española. Aun así, si pudiera dispararle desde poca distancia, directo a la cabeza, podría hacerle algo de daño.

THE TRIALS OF APOLLO Where stories live. Discover now