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☀︎ ¦ CHAPTER 011.

« Cuatro tíos decapitados son demasiados para una pesadilla.
¿Por qué a mí? Snif. Snif. Snif. »
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Naturalmente, tuve unos sueños terribles.
Me encontraba al pie de una enorme fortaleza una noche sin luna. Ante mí, unos muros toscamente labrados se alzaban decenas de metros, salpicados de motas de feldespato que brillaban como estrellas.
Al principio solo oía el ulular de los búhos en el bosque situado detrás de mí: un sonido que siempre me recordaba las noches en la antigua Grecia. Luego, al pie de la fortaleza, hubo un rechinar de piedras. Una pequeña trampilla apareció donde antes no había ninguna. Un joven salió a gatas con un saco pesado a cuestas.

—¡Vamos! —susurró a alguien que seguía en el túnel.

El hombre se levantó con dificultad, y el contenido de su saco tintineó e hizo ruido. O estaba sacando los residuos reciclables (cosa poco probable) o acababa de robar un buen tesoro.
Se volvió en dirección a mí, y me sobresalté tanto al reconocerlo que me dieron ganas de ulular como un búho. Era Trofonio. Mi hijo.
¿Sabes esa sensación cuando sospechas que podrías haber sido padre hace miles de años, pero no estás del todo seguro? ¿Entonces ves a ese niño convertido en un adulto, y al mirarlo a los ojos, sabes sin duda alguna que es tuyo? Sí, seguro que muchos sabéis de lo que hablo.

—Nadie sabe de lo que hablas Apolo, no todos tenemos hijos regados por todo el mundo.
—Shh, esta es mi historia, dejame seguir narrando.

Como decía... No me acordaba de quién era su madre. ¿La esposa del rey Ergino, quizá? Ella había sido toda una belleza. El lustroso cabello moreno de Trofonio me recordaba el de ella. Pero su físico musculoso y su rostro atractivo: el mentón fuerte, la nariz perfecta, los labios rosados… Sí, estaba claro que Trofonio había heredado su despampanante belleza de mí.
Le brillaban los ojos con seguridad como si pensase: «Así es. Acabo de salir de un túnel, y sigo estando cañón».
De la trampilla emergió la cabeza de otro joven. Debía de ser ancho de espaldas porque tenía problemas para pasar. Trofonio rio entre dientes.

—Te dije que no comieras tanto, hermano.

A pesar del esfuerzo, el otro joven alzó la vista y sonrió. No se parecía a Trofonio en absoluto. Tenía el pelo rubio y rizado, y la cara inocente, bobalicona y fea como la de un simpático burro. Comprendí que era Agamedes: el hermanastro de Trofonio. Él no era hijo mío. El pobre muchacho tenía la desgracia de ser el vástago del rey Ergino y su esposa.

—No me puedo creer que haya funcionado —dijo Agamedes, mientras se soltaba el brazo izquierdo retorciéndolo.

—Pues claro que ha funcionado —dijo Trofonio—. Somos unos famosos arquitectos. Construimos el templo de Delfos. ¿Por qué no iba a confiar en nosotros el rey Hirieo para que construyéramos su cámara del tesoro?

—¡Con un túnel secreto para ladrones y todo!

—Bueno, eso él nunca lo sabrá —repuso Trofonio—. Ese viejo idiota y paranoico creerá que sus criados le han robado todo el tesoro. Venga, date prisa, fondón.

Agamedes estaba demasiado ocupado riendo para soltarse.
Estiró el brazo.

—Ayúdame.

Trofonio puso los ojos en blanco. Dejó el saco del tesoro en el suelo… e hizo saltar la trampa.
Yo sabía lo que pasaría luego. Me acordé de la historia mientras la veía desarrollarse poco a poco, pero aun así era difícil de presenciar. El rey Hirieo era muy paranoico. Unos días antes había buscado posibles puntos débiles en su cámara del tesoro. Cuando encontró el túnel, no dijo nada a sus criados, su cuadrilla de obreros ni sus arquitectos. No cambió el tesoro de sitio. Simplemente colocó una trampa mortal y esperó para averiguar quién planeaba robarle…
Trofonio dejó el saco de oro justo encima del cable trampa, que solo se activaba cuando el ladrón había salido del túnel. El rey pretendía pillar a los traidores con las manos en la masa.
En el árbol más próximo, un arco mecánico disparó una ruidosa bengala al cielo que describió un arco de llamas rojas a través de la oscuridad. Dentro del túnel, una viga de apoyo se rompió y aplastó el pecho de Agamedes bajo una lluvia de piedras.
Agamedes lanzó un grito ahogado, agitando el brazo libre. Se le salieron los ojos de las órbitas mientras tosía sangre. Trofonio gritó horrorizado. Corrió al lado de su hermano y trató de sacarlo tirando, pero solo consiguió hacer gritar a Agamedes.

THE TRIALS OF APOLLO Where stories live. Discover now