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☀︎ ¦ CHAPTER 018.

« Armado hasta los dientes »
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A los dioses del sol no se nos da bien dormir de día, pero conseguí echar una breve siesta. Cuando me desperté a media tarde, encontré el campamento en un estado de agitación. La desaparición de Kayla y Austin había sido el punto de inflexión. Ahora los demás campistas estaban tan inquietos que ninguno podía seguir con su agenda normal. Supongo que un semidiós desaparecido cada dos o tres semanas era un índice de bajas normal, pero un par de semidioses desaparecidos durante una actividad aprobada por el campamento significaba que nadie estaba a salvo. La noticia de nuestra reunión en la cueva debía de haberse propagado. Las gemelas Vencedor se habían metido bolitas de algodón en las orejas para no oír las voces oraculares. Julia y Alice habían trepado a lo alto del muro de lava y oteaban el bosque con unos prismáticos, seguramente con la esperanza de localizar la Arboleda de Dodona, pero dudaba que los árboles las dejasen ver el bosque.

Adondequiera que iba, la gente se disgustaba cuando me veía. Damien y Chiara estaban sentados uno al lado del otro en el muelle de las canoas, lanzándome miradas asesinas. Sherman Yang me rechazó con un gesto de la mano cuando intenté hablar con él. Estaba ocupado decorando la cabaña de Ares con granadas de fragmentación y espadas tradicionales escocesas decoradas de forma llamativa. Si hubieran sido las Saturnales, habría ganado el Premio a la Decoración Festiva más Violenta. Incluso la Atenea Partenos me miraba de forma acusadora desde la cima de la colina como diciendo: «Todo esto es culpa tuya». Tenía razón. Si no hubiera dejado que Pitón tomase Delfos, si hubiera prestado más atención a los otros oráculos, si no hubiera perdido mi divinidad...

«Basta, Apolo —me regañé—. Eres guapísimo y todo el mundo te quiere.»

Pero cada vez me costaba más creerlo. Mi padre, Zeus, no me quería. Los semidioses del Campamento Mestizo no me querían. Pitón y la Bestia y sus compinches de Terrenos Triunvirato no me querían. Todo eso bastaba para poner en duda mi autoestima.
No, no. Eran disparates.
No veía a Quirón ni Rachel por ninguna parte. Nyssa Barrera me informó de que no habían renunciado a la esperanza de utilizar la única conexión a internet del campamento, en el despacho de Quirón, para obtener más información sobre Terrenos Triunvirato. Harley estaba con ellos para ofrecerles asistencia técnica. En ese momento, el servicio de atención al cliente de Comcast los tenía en espera y era posible que no salieran durante horas, si es que sobrevivían a tan dura prueba. Encontré a Meg en el arsenal, buscando pertrechos para la batalla. Se había colocado una coraza de cuero encima del vestido verde y unas grebas encima de las mallas, de modo que parecía una niña de párvulos a la que sus padres habían enfundado en un uniforme de combate.

—¿Un escudo, quizá? —propuse. — ¿has visto a Akira?

—Estaba con un asiático.—Ella me enseñó sus anillos—. Siempre utilizo dos espadas. Además, necesito una mano libre para darte guantazos cuando hagas tonterías.

Tuve la incómoda sensación de que hablaba en serio. La niña sacó un largo arco del armero y me lo ofreció.
Retrocedí.

—Tengo las armas que me dio Blofis.—Levante la mano mostrando los dos anillos.

—Sin embargo no las usas, es tu mejor arma. Eres Apolo.

Me tragué el sabor fuerte de la bilis mortal.

—Hice un juramento. Ya no soy el dios del tiro con arco ni de la música. No usaré un arco ni un instrumento musical hasta que pueda hacerlo como es debido.

THE TRIALS OF APOLLO Where stories live. Discover now