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☀︎ ¦ CHAPTER 013.

« Harley es malo »
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Nota personal: intentar revelar información importante justo antes de una carrera de tres piernas no es buena idea.

Nadie me haría caso. A pesar de los gruñidos y quejas de la noche anterior, los campistas vibraban ahora de emoción. Se pasaron la hora de la comida limpiando frenéticamente armas, atando correas de armaduras y susurrando entre ellos con el fin de crear alianzas secretas. Muchos intentaron convencer a Harley, el artífice de la carrera, para que les recomendase las mejores estrategias. A Harley le encantaba la atención que le prestaban. Al final de la comida, en su mesa había montones de ofrendas (léase, sobornos): barritas de chocolate, tartaletas de chocolate rellenas de mantequilla de cacahuete, ositos de goma y cochecitos Hot Wheels. Harley habría sido un magnífico dios. Cogía los regalos, farfullaba unos cuantos cumplidos, pero no les decía a sus devotos nada útil. Traté de hablar con Quirón de los peligros del bosque, pero el centauro estaba tan ajetreado con los preparativos de última hora de la carrera que por poco me pisó al quedarme cerca de él. Quirón trotaba nervioso por el pabellón seguido de un grupo de árbitros compuesto por sátiros y dríades, comparando mapas y dando órdenes.

—Será casi imposible seguir la pista a los equipos —murmuró, con la cara sepultada en un diagrama del Laberinto—. Y no tenemos cobertura en la cuadrícula D.

—Pero, Quirón —dije—, si pudiera...

—El grupo de prueba de esta mañana ha terminado en Perú —explicó a los sátiros—. No podemos permitir que vuelva a ocurrir.

—En cuanto al bosque... —proseguí.

—Sí, perdona, Apolo. Entiendo que estés preocupado...

—El bosque está hablando —afirmé—. ¿Te acuerdas del viejo...?

Una dríade se acercó corriendo a Quirón con el vestido echando humo.

—¡Las bengalas están explotando!

—¡Oh, dioses! —exclamó Quirón—. ¡Eran para emergencias!

Pasó galopando por encima de mis pies, seguido de su grupo de ayudantes. Y así siguieron los preparativos. Cuando uno es un dios, el mundo no pierde detalle de lo que dices. Cuando tienes dieciséis años... no tanto. Intenté hablar con Harley, confiando en que pudiera posponer la carrera, pero el niño me ninguneó con un simple «no». Como era habitual en los hijos de Hefesto, Harley estaba jugueteando con un artilugio mecánico, cambiando de sitio los muelles y los engranajes. No me interesaba de qué se trataba, pero le pregunté a Harley por el aparato, esperando ganarme la aceptación del niño.

—Es un radiofaro —dijo, ajustando un botón—. Para gente perdida.

—¿Te refieres a los equipos en el Laberinto?

—No. Vosotros vais por vuestra cuenta. Esto es para Leo.

—Leo Valdez.

Harley miró el artilugio entornando los ojos.

—A veces, cuando no encuentras el camino de vuelta, un radiofaro te puede ayudar. Solo hay que encontrar la frecuencia correcta.

—¿Y... desde cuándo trabajas en esto?

—Desde que él desapareció. Ahora tengo que concentrarme. No puedo parar la carrera.

—Me volvió la espalda y se fue.

THE TRIALS OF APOLLO Where stories live. Discover now