005

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☀︎ ¦ CHAPTER 005.

« Nueva forma de ignorarme »

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— No iremos en ese coche

— ¿En cuál entonces?

La chica nos hizo una seña con la mano para que la siguiéramos hasta lo que aprecia un garaje. Dentro del garaje había tres autos un jetta 2012, un Maserati y un Lamborghini.

Corrí al Lamborghini.

— ¿A dónde crees que vas? No arruinare ese tipo de auto por llevarlos al campamento y que lo más probable es que termine destrozado.

Increíble. Simplemente increíble. Sentado en el asiento trasero del jetta, no tardé en marearme. Estaba acostumbrado a conducir mi carro solar por el cielo, donde todos los carriles eran rápidos. No estaba habituado a la autopista de Long Island. Créeme, incluso un día de mediados de enero al mediodía, vuestras autopistas son desesperantes.

Kira frenaba y avanzaba a sacudidas. Deseé con toda mi alma poder lanzar una bola de fuego delante de nosotros y derretir los coches para poder seguir con nuestro viaje, que era claramente más importante.

—¿No tiene lanzallamas el Jetta? —pregunté—. ¿Láseres? ¿Ni siquiera unas cuchillas hefestianas para el parachoques? ¿Qué clase de coche económico es este?

Kira miró por el espejo retrovisor.

—¿Tienen coches así en el monte Olimpo?

—No tenemos atascos — contesté

— Eso te lo aseguro.

La chica estiró la mano hacia el estéreo para seguido hacer sonar una canción de One Direction.

¿Esa es una forma de decirme que me callara?

Meg tiró de sus anillos de medialuna. Volví a preguntarme si la niña tenía alguna relación con Artemisa. La luna era el símbolo de mi hermana. ¿Había enviado Artemisa a Meg para que cuidara de mí?

Aun así, no lo veía claro. A Artemisa siempre le había costado compartir cosas conmigo: semidioses, flechas, países, fiestas de cumpleaños... Es cosa de gemelos. Además, Meg McCaffrey no me parecía una de las seguidoras de mi hermana. Meg tenía otro tipo de halo; uno que habría podido reconocer sin problemas si fuera un dios. Pero no, tenía que confiar en mi intuición mortal, que era como intentar coger alfileres con unas manoplas para el horno.

Meg se volvió y miró por el parabrisas trasero, seguramente para ver si nos seguía algún bulto brillante.

—Por lo menos no nos...

—No lo digas —la interrumpió Kira.

Meg resopló.

—No sabes lo que iba a...

—Ibas a decir: «Por lo menos no nos siguen» —dijo Kira—. Eso da mala suerte. Enseguida nos daremos cuenta de que nos están siguiendo. Luego acabaremos en una batalla campal que dejará el coche de todos mis ahorros para el arrastre y probablemente destruya toda la autopista. Y después tendremos que ir corriendo el resto del camino al campamento.

Meg abrió mucho los ojos.

—¿Puedes adivinar el futuro?

—No me hace falta. —Kira cambió de carril a uno que avanzaba un poco menos despacio—. Nos ha pasado muchas veces. Además —me lanzó una mirada acusadora—, ya nadie puede adivinar el futuro. El Oráculo no funciona. Al menos de que alguien cambie de dimensión y nos diga que formemos parte de una serie de libros o películas.

THE TRIALS OF APOLLO Onde histórias criam vida. Descubra agora