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☀︎ ¦ CHAPTER 022.

« Amordázame con un símbolo de la paz »
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La herida de mi cabeza debía de saber a carne de wagyu. El león no paraba de lamerme un lado de la cara, de modo que cada vez tenía el pelo más pegajoso y más mojado. Curiosamente, eso pareció aclarar mis pensamientos. Quizá la saliva de león tenía propiedades curativas. Supongo que debería haberlo sabido, siendo un dios de la curación, pero tendrás que disculparme por no haber hecho experimentos con la baba de todos los animales de la naturaleza. Me incorporé con dificultad y miré a la reina de los titanes. Rea estaba apoyada contra el lateral de una furgoneta Volkswagen con dibujos de hojas de helecho negras como las de su vestido. Recordaba que el helecho negro era uno de los símbolos de Rea, pero no me acordaba de por qué. Entre los dioses, Rea siempre había sido un tanto misteriosa. Ni siquiera Zeus, que la conocía mejor, solía hablar de ella. Su corona le rodeaba la frente como una vía de ferrocarril brillante. Cuando me miró, sus gafas ahumadas pasaron del color naranja al morado. Un cinturón de macramé le ceñía la cintura, y del cuello le colgaba un símbolo de la paz de latón sujeto a una cadena.
Sonrió.

—Me alegro de que hayas despertado. Estaba preocupada, tío.

Me gustaría que la gente dejara de llamarme «tío».

—¿Qué haces...? ¿Dónde has estado todos estos siglos?

—En el interior. —Rascó las orejas del león—. Después de Woodstock, me quedé por aquí y abrí un taller de alfarería.

—Que tú... ¿qué?

Ella ladeó la cabeza.

—¿Fue la semana pasada o el milenio pasado? He perdido la noción del tiempo.

—Creo... creo que hablas de los años sesenta del siglo XX. Fue el siglo pasado.

—Qué rollo. —Rea suspiró—. Me confundo después de tantos años.

—Te comprendo.

—Después de dejar a Cronos... Ese tío era un pedazo de carca, ¿sabes? Era el típico padre de los cincuenta: quería que fuéramos un matrimonio perfecto.

—Se... se comió vivos a sus hijos.

—Sí. —Rea se apartó el pelo de la cara-. Eso me dio muy mal karma. El caso es que lo dejé. En aquel entonces divorciarse no era guay. No se hacía. Pero yo quemé mi apodesmos y me liberé. Crie a Zeus en una comuna con un grupo de náyades y curetes. Mucho germen de trigo y néctar. El niño creció muy marcado por Acuario.

Estaba bastante seguro de que Rea no recordaba bien los siglos, pero me pareció de mala educación seguir comentándolo.

—Me recuerdas a Iris —dije—. Se hizo vegana hace varias décadas.

Rea hizo una mueca; un simple rictus de desaprobación antes de recobrar su equilibrio kármico.

—Iris es buena gente. Me cae bien. Pero las diosas más jóvenes no estuvieron aquí para luchar por la revolución. No saben cómo eran las cosas cuando tu marido se zampaba a tus hijos y no conseguías un trabajo digno y los machistas de los titanes querían que te quedases en casa para cocinar y limpiar y tener más bebés olímpicos. Y hablando de Iris...

Rea se tocó la frente.

—Un momento, ¿estábamos hablando de Iris? ¿O he tenido un flash?

—Sinceramente, no lo sé.

THE TRIALS OF APOLLO Where stories live. Discover now