En Lunae, se dice que las almas gemelas están destinadas a encontrarse, pero ¿qué ocurre cuando una de ellas sabe exactamente dónde encontrar a su otra mitad, pero el miedo al rechazo la ciega? ¿Y si su alma gemela es una pedante, grosera y seductor...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
~3 años después~
Los días oscuros habían quedado en el olvido para el par de amantes, aquellas jóvenes licántropas que no podían con el amor que sentían la una por la otra y con la inmensa paz que las llenaba cada día que pasaba.
Evanna cada noche se quedaba viendo el hermoso perfil de su compañera de cama, aquella por la que daría la vida si fuera necesario, aquella por la que suspiraba y rogaba a la Luna que cuidara cada que salía de su hogar.
Después de que la Reina de Lunae haya hecho público la existencia de la hija de la Diosa Luna, el par de chicas habían optado por mudarse a una cabaña dentro de los terrenos del castillo, aunque algo alejado de este último, en donde gozaban de una hermosa vista de montañas y una enorme laguna que le daba el toque pacífico al lugar.
Los habitantes de Lunae habían demandado ver el rostro de aquella llamada "Hija de la Diosa Luna" pero por petición de este par, el secreto se mantendría hasta que ellas decidieran hacerlo público, los únicos que sabían la verdad era su pequeño grupo de amigos y los habitantes del castillo, que, bajo juramento, tenían prohibido decir la identidad de la misteriosa chica.
Claramente eso solo había alterado más a los habitantes de aquel lugar, pero por el respeto hacia su Reina, habían dejado de insistir, pero aún mantenían los ojos bien abiertos para poder encontrar a aquella chica por su cuenta.
Algunos creían que aquella dichosa chica no existía, pero nadie los culpa, ya que jamás imaginaron que Selene tuviera decendencia propia y se atrevieran a guardarlo en secreto de aquella manera.
Sam y Eva estaban enteradas de todo aquello, incluso a veces iban a la manada más cercana al castillo y escuchaban los chismes y teorías conspirativas que se hacían sobre la existencia de Samantha, cosa que las hacía reír y sentirse un poco mal por decidir guardarlo en secreto, pero las cosas estaban yendo demasiado bien para ellas, y lo que más necesitaban era paz.
La idea de mantenerlo en secreto había sido de Andrómeda, quien, al igual que las chicas había decidido guardar en secreto sus orígenes, para de esa forma evitar un alboroto alrededor de Lunae y tener la vida tranquila que tenía hasta ahora, ya que los rumores de la dichosa descendiente de Selene se habían salido de control y fue necesario que la Reina saliera a decir la verdad, evitando mencionar el nombre de la pelinegra.
Había pasado un año entero desde que habían optado por mudarse del castillo a un lugar más alejado, pero igual de seguro y gracias a la Diosa, esa había sido otra idea acertada, por que tenían muchísima privacidad y paz en extremo.
La rizada se encontraba horneando pastelillos de mora azul que habían aparecido en su cabeza aquella mañana y no había logrado sacar de su mente, obligándola a cocinarlos, el delicioso olor salía de aquel horno y se extendía por toda la casa, haciéndola sentir un poco de nervios al pensar que podrían quemarse y perder aquel bello olor.
