{CHAPTER TWENTY-ONE} Signal Interference

21 3 0
                                    


||INTERFERENCIA DE SEÑAL||

||INTERFERENCIA DE SEÑAL||

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Estar enamorado es una cosa muy extraña. Tus pensamientos se desvían siempre hacia el ser amado, sea lo que sea lo que estés haciendo. Puedes estar cogiendo un vaso de un armario o lavándote los dientes o escuchando a alguien, y de pronto tu mente empieza a divagar hacia su cara, su pelo, su olor, preguntándose qué ropa llevará puesta y qué dirá la próxima vez que te vea. Y para rematar el permanente estado de ensoñación en que te encuentras, te sientes como si tu estómago estuviese atado a una cuerda elástica que sube y baja durante horas hasta que al final acaba deteniéndose al lado del corazón.

Así es como me he sentido desde el día que conocí a Sarah Hart.

Da lo mismo que esté entrenando con Sam o buscando mis zapatos en la parte trasera del todoterreno, porque en cualquier momento puede sobrevenirme el recuerdo del rostro de Sarah, sus labios o su piel de marfil. Puedo estar dando indicaciones desde el asiento trasero del coche y al mismo tiempo estar cien por cien inmerso en la sensación que me producía tener su cabeza apoyada bajo la barbilla. Y aunque esté rodeado por veinte mogos, con las palmas de las manos encendidas, puedo estar reviviendo cada parte de la conversación de la cena de Acción de Gracias en casa de Sarah.

Pero lo más desquiciante de todo es que, al mismo tiempo que viajamos a Paradise a las nueve de la noche al límite de la velocidad permitida, mientras nos dirigimos hacia Sarah y su melena rubia y sus ojos azules, estoy pensando también en Seis: en su olor, en cómo le queda la ropa de entrenamiento, en el momento en que casi nos besamos en Florida. Y no solo me duele el estómago al pensar en Seis, sino también al recordar que mi mejor amigo se siente igualmente atraído por ella. Voy a tener que comprarme un antiácido en nuestra próxima parada.

Mientras Sam conduce, hablamos de la carta de Henri y de lo geniales que son el padre de mi amigo y su tía (quien es a su vez la madre del novio de mi hermana), no solo por ayudar al pueblo de Lorien sino también el padre de mi amigo por haber dado a Sam pistas para encontrar el transmisor si algo malo le ocurría. Y, al mismo tiempo, mis pensamientos siguen saltando de Sarah a Seis y vuelta a empezar. Estamos a dos horas de Paradise cuando Seis pregunta:

- Pero ¿y si al final no es nada? ¿Y si no hay nada en el fondo de ese pozo aparte de algún regalo raro de cumpleaños o cualquier otra cosa en lugar del transmisor? Estamos arriesgándonos mucho, pero mucho, mucho, presentándonos así en Paradise

- Tú hazme caso -le contesta Sam. Tamborilea con los pulgares en el volante y entonces pone música en la radio- Nunca he estado tan seguro de algo en toda mi vida. Y te lo dice alguien que saca sobresaliente en todo

Mi opinión es que los mogadorianos nos esperan allí, un contingente mayor que el que combatimos en Florida, atentos a cualquier cosa que pueda llevarlos hasta nosotros. Y, si tengo que ser sincero conmigo mismo, tengo que admitir que el único motivo por el que estoy dispuesto a correr ese riesgo es la posibilidad de volver a ver a Sarah. Me inclino hacia delante desde el asiento trasero y doy un toquecito al hombro derecho de mi amigo antes de decirle:

SOY EL NÚMERO DIEZ °Legados de Lorien x Teen Wolf°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora