{CHAPTER SIX} Silent War

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||LA GUERRA SILENCIOSA||

Desde la ventana desvencijada del segundo piso de una fábrica textil abandonada, veo a un viejo agachándose en el portal del edificio tapiado del otro lado de la calle

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Desde la ventana desvencijada del segundo piso de una fábrica textil abandonada, veo a un viejo agachándose en el portal del edificio tapiado del otro lado de la calle. Lleva una gabardina harapienta y unos tejanos mugrientos y, después de acomodarse en el escalón, se saca del interior de sus ropas una botella medio oculta en una bolsa de papel y le echa un buen trago. Ya es media tarde (estoy vigilando) y es el único ser vivo que he visto en esta parte olvidada de Beacon Hills desde que llegamos ayer. Este es un lugar muerto y deshabitado y, sin embargo, es preferible a la versión de Washington D.C. que presencié en la visión de Ella. No parece que los mogadorianos nos hayan seguido la pista desde Chicago, al menos por el momento. Aunque, técnicamente, no tenían por qué hacerlo: hay un mogadoriano entre nosotros. Oigo a Sarah dando un pisotón detrás de mí. Nos encontramos en lo que solía ser el despacho del encargado: hay polvo por todas partes y las lamas de madera del suelo están hinchadas y cubiertas de moho. Me vuelvo justo a tiempo de verla frunciendo el ceño ante los restos de una cucaracha que yace en el suelo, justo debajo de su deportiva.

- Cuidado; podrías estar así toda la noche

- Supongo que era pedir demasiado que todas sus bases secretas estuvieran en áticos de lujo, ¿verdad? -repone, mirándome con una sonrisa burlona

Hemos pasado la noche en esta vieja fábrica, con los sacos de dormir extendidos en el suelo. Los dos vamos muy sucios: hace ya dos días (fue el tiempo que tardamos en llegar a Beacon Hills) que nos dimos la última ducha decente, y la cabellera rubia de Sarah está hirsuta, impregnada de suciedad. Pero aún me parece hermosa. Si no la tuviera a mi lado, probablemente ya habría perdido la cabeza después de lo de Chicago: los mogos nos atacaron, raptaron a Ella y destruyeron el apartamento de Nueve. Hago una mueca al recordarlo, y la sonrisa de Sarah se desvanece al instante. Dejo la ventana para acercarme a ella.

- Esto de no saber nada me está matando -le digo, sacudiendo la cabeza- No sé qué hacer

Sarah me acaricia el rostro, tratando de consolarme

- Al menos sabemos que Ella está bien, que no le han hecho nada. Si lo que viste en esa visión es cierto...

- Sí -resoplo- Solo le han lavado el cerebro y la han convertido en una traidora, como...

Me callo, pensando en el resto de nuestros amigos desaparecidos y en el renegado con el que viajaron. Aún no hemos tenido noticias de Seis y los demás... Claro que tampoco les resultará nada fácil ponerse en contacto con nosotros. Todos sus Cofres están aquí y, suponiendo que encontraran la forma de reunirse con nosotros empleando un método más tradicional, no sabrían siquiera por dónde empezar a buscarnos, teniendo en cuenta cómo tuvimos que huir de Chicago. Lo único de lo que estoy seguro es que tengo una nueva cicatriz en la pierna, la cuarta de este tipo. Ya no me duele, pero es como un peso para mí. Si la Guardia se hubiera quedado al margen, si hubiéramos mantenido intacto el hechizo lórico, esta cuarta cicatriz habría simbolizado mi muerte. Pero es uno de mis amigos el que ha fallecido en Florida, y no sé ni quién, ni cómo, ni tampoco qué habrá sido de todos los demás. Algo en mi interior me dice que Cinco sigue con vida. Estaba en la visión de Ella, de pie junto a Setrákus Ra: es un traidor. Debe de haber conducido a los demás a una trampa, y ahora uno de ellos ya no volverá. Seis, Marina, Ocho, Nueve... Uno de ellos ha muerto. Sarah me envuelve la mano con la suya, estrechándomela, tratando de librarme de parte de la tensión que me atenaza.

SOY EL NÚMERO DIEZ °Legados de Lorien x Teen Wolf°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora