Capítulo 2

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Thomas

— Pásame la cebolla, la zanahoria y el morrón. — Le pido a la pequeña que está pelando las papas.

Juraría que la mayoría del tiempo la veo como una hermana menor, nunca me sentí más cómodo con una chica. Pero, no me voy a mentir a mi mismo y decir que jamás me he sentido atraído por ella, una que otra vez me han surgido pensamientos y hemos tenido situaciones donde me hubiera encantado dar un paso más, pero sé que arruinaría todo lo que construimos. Mis amigos me preguntan constantemente por qué nunca me acosté con ella. Algunos piensan que miento, pero jamás la vi como una compañía para el sexo casual, no podría.

Es hermosa y encaja en todo lo que hago en mi vida. La he visto en bikini; en vestido; minifalda; jean, esos súper ajustados que no sé como carajos no le corta la respiración y sí, naturalmente, mi cabeza pequeña muchas veces ha reaccionado; pero la que llevo puesta arriba de los hombros me lo ha prohibido y se lo agradezco.

Tengo dos hermanos varones y ella es un soplo de aire en mi vida. Sabe todo, o bueno, mejor dicho, casi todo de mí. Al menos lo más vergonzoso, que son mis ataques de ira hacia cualquier hombre que veo que le levanta la voz a una mujer, los ha visto. Sobre todo cuando nos hemos agarrado con mi papá y con mis hermanos cuando quieren intentar defenderlo. Mi mamá ya no es una mujer a la cual pueda volver a maltratarla, pero nunca se separó de ese engendro.

Tengo vagos recuerdos de cuando él la empujaba o le apuntaba con el dedo gritándole y a veces se lo clavaba en la cabeza, como demostrando que no sabía pensar, no entendía o algo así. También recuerdo como la engañó varias veces. Ella siempre decía que iba a cambiar y lo justificaba en todas sus malditas acciones. Hasta que crecí. La primera vez que lo enfrente tenía quince años y fue cuando tiro un muy desafortunado pensamiento sobre Elizabeth frente a mí.

Ella estaba tomando una gaseosa en mi patio charlando con mi mamá y de repente, entre medio de risas, escupió el líquido que acababa de llevar a la boca y empapó su remera que, desafortunadamente, era de color blanco, dejándola casi trasparente. El estúpido de mi padre dijo algo como que los pechos de mi amiga estaban estupendos para tener la edad que tenía. Mi reacción fue automática, una trompada en la boca que no vio venir, salió de mí e impactó en su cara, la cual le dejó un hilo de sangre como muestra. Ahí comenzaron los encontronazos. No se mete ya con mamá y cuando sube algún tono sabe que estoy al acecho. Ese día, fue Elizabeth quien tuvo que sacarme casi arrastrando de la casa y no pude evitar mirarle los senos y enojarme conmigo mismo, por eso.

Recuerdo que le dije, de mala gana, que ya estaba grande para hacer estupideces como esa y la señalé de arriba abajo. Se marchó con los ojos llorosos y fue nuestra primera pelea. Anna, su mamá, me dijo que no me rinda, que siga insistiendo en verla, que su hija era así de cabezadura, y que ella entendía mi enojo, porque le conté lo que había pasado, no le dije quién fue el del comentario, si no nunca más iba a poder venir a casa, aunque tampoco tenía ganas de llevarla nuevamente. Le di una versión diferente diciéndole que había sido uno de mis amigos y aunque su mirada hizo que agache la cabeza ante esa mentira, siguió dándome consejos.

Cuatro días pasaron para que Eli vuelva a dirigirme la palabra y fue porque hice el enorme esfuerzo de invitarla al parque de diversiones diciéndole que Chris, uno de los amigos más ganadores que yo tenía en ese entonces, quería hablar con ella. A él, le dije que mi amiga le tenía ganas y fin de la historia. Se dieron un par de besos, pero dijo que era muy chiquilina y nunca más volvió a acercarse. Aunque yo había contribuido en que si la tocaba de más, le bajaba todos los dientes.

— Voy a poner la película. — Me comenta dándome una palmada en el culo. Esta borrega me hace reír, con sus arrebatos. Yo estoy acostumbrado a salir con chicas mucho más grandes que nosotros.

Querido DiarioTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon