Capitulo 14 [14.2]

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Era demasiado joven para recordarlo, pero su abuela ya se lo había contado alguna vez, o al menos, eso le parecía a ella. Era día de brujas y contaba con siete, o quizá, ocho años. Se hallaba en el pequeño salón de sus abuelos maternos, quienes le consentían con tanto ahínco que era un milagro que no terminará siendo una pequeña malcriada.

Tita, como solían llamarla el grupo de niñas atolondradas, mecía a la regordeta Beca en su regazo mientras contaba impactantes historias sobre creaturas espeluznantes que se ocultaban bajo la cama.

Aquello le había parecido tan escalofriante que Marisol metió la nariz bajo la manta, pensando que todos esos relatos podrían materializarse en la oscuridad.

-¡Pará! ¡Pará!- Gaby cubría sus oídos con fuerza, mientras Tita estaba por concluir la última historia de la noche.

Un relato sobre una joven que regresaba a casa durante la noche de brujas.

-¡No! ¡No! ¡No!- protestó, Tania, brincando descalza sobre la mullida alfombra.

-¡Sigue, Tita!- pronunció, Ana. Sus ojos almendrados brillaban ante el fulgor de la vela que la anciana Tita había colocado en la habitación.

-Bueno, pero solo si son valientes- Tita apunto a Gaby con el dedo -¡Mira a Beca, ella es mas pequeña que tú y no tiene miedo!

Beca dormía en los brazos de su abuela, despeinado todos los rizos de ébano que adornaban su cabeza.

-¡Beca no sabe porque es bebé!- protestó, Gaby.

A eso le siguieron más palabras que Marisol no recordaba. Primero habló Ana, luego, Sofi. Después, Gaby sacó la lengua. Sin embargo, fueron los ojos oscuros de Tita, lo que permaneció en la memoria de Marisol. Fijos en un punto y tan brillantes que Mari estaba segura que algo más pasaba por aquella cabeza de algodón.

Hastiada por el jaleo de sus hermanas, Sofi las mando a callar.

-¡Me tienen harta!- Sofi tomó a Gaby por el brazo -¡Tú y Tania vayan con mamá por más dulces!

Tania feliz salió corriendo hacia la cocina, pero Gaby protestó y prometió que ya no interrumpiría.

Así que Sofi se sentó con la pequeña Gaby en el regazo.

-La chica estaba perdida- retomó, Ana, incitando a que continuará con el relato.

-Oh, si. La chica estaba perdida a mitad de la carretera. No tenía dinero y había olvidado su bolso en el apartamento de Maria.

-¿Por qué olvidaría su bolso?- inquirió, Sofi.

-Era una chica distraída- explicó, la anciana. Lo que provocó que Sofi rodará los ojos.

-Como decía- retomó su abuela -. Ella escuchó a un animal gruñir a sus espaldas. Al principio, pensó que era un perro muy grande porque se escuchaba igual que uno, pero cuando volvió la cabeza, vio unos par de ojos amarillos entre toda la oscuridad.

-¿Y que hizo?- preguntó, Marisol.

Su abuela permaneció callada durante un par de segundos.

-Justo lo que ustedes hacen ahora. Se quedó quieta, petrificada de miedo...

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Los párpados de Marisol se sentían pesados, prolongando su despertar. Deseaba permanecer en la estancia de sus abuelos, pero su garganta estaba seca y los sonidos a su alrededor se escuchaban distantes y huecos.

REFUGIADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora