Capítulo 3 [3.3]

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Dan le dio de comer a Bruce, quien devoró la comida apenas llegó a su plato. Había perdido la noción del tiempo con la familia vecina, observando atento la relación entre las hermanas, un grupo de mujeres bulliciosas e impetuosas. Descontando los momentos de incomodidad que le hizo pasar Gabriela, eran todo lo que él había esperado de una familia.

Con excepción de Marisol.

Marisol era enigmática, con esa mirada melancólica que le hacía palpitar el corazón. Dan se sentía como un estúpido cuando quiso callar a todos por la atención apabullante dirigida hacia ella. Se complació de no haberlo hecho, de apaciguar al lobo en todo momento, sin dejar que los instintos protectores y un tanto territoriales, lo dominarán.

Pensó en la primera vez que atravesó el cambio. Como un lobo inexperto, mostraba los colmillos a casi cualquier macho aun sin saber la razón. Con Marisol ocurría algo similar. Los instintos primarios sobresalían. Una parte de él no quería volver a acercarse a ella, pensando en lo que fuera capaz de hacerle, otra, pensaba en la forma de llegar a ella y darse a conocer.

Una serie de toques repetitivos llamaron a la puerta. Dan enfrió sus pensamientos y abrió la puerta.

Era Roy.

—¿Qué pasó contigo, hombre?— Roy entró adueñándose del lugar, las suelas de sus botas haciendo eco por el piso —. Te estuvimos esperando.

—Me surgió algo.

Roy le dirigió su incrédula sonrisa de cabrón entrometido.

—¡Al carajo! ¿Qué fue esta vez? ¿Te pidió tu padre que le ayudarás con los inventarios? ¿El transporte de material?

—No fue eso— agregó, Jacob, el célebre primo de Roy Carter. Sus enormes hombros atravesaron el marco de la puerta con dificultad, recordándole que aquel sujeto era aún más alto que el propio Dan.

—Vi a sus padres salir desde temprano. Dijeron que iban a Missouri a visitar a una tía.

Malditos bastardos— pensó, Dan.

—Son todos unas viejas cotillas— agregó.

—Ya, hombre. Ethan ya había dicho que eras algo especial con tus asuntos. Sólo veníamos a cerciorarnos que estabas bien. Eso era todo— argumentó, Roy, sentándose cómodamente en el sillón al lado del televisor.

Maldita sea, ahora se sentía como un gran pedazo de mierda arrogante.

—Cené en otro lugar— aclaró.

—Venga ya, hombre. Como si existieran muchos sitios donde uno pueda salir a cenar. Te liaste con alguien y no quieres contar de quien se trata— declaro, Roy. Su característico acento sureño hacía de su acusación algo más amigable.

—Mis vecinas me invitaron a cenar.

—¡No me lo creo!— respondió, Jacob —¡Maldito hijo de puta!

¿Pretendía Jacob hacerlo quedar mal?

—¿Y qué tal te ha ido?— preguntó el impaciente Roy. Los ojos oscuros brillaban, expectante de escuchar cualquier cosa que Daniel tuviera que decir.

—Fueron buenas anfitrionas— confesó, Dan, preguntándose si aquello era lo único que tenía que decir sobre la familia Gutiérrez.

—De eso no hay duda— alegó, Roy —¿Has visto a esa chica, la que se parece a Irina Shayk?

—Se llama Tania.

La respuesta llegó a labios de Dan mucho antes de lo que hubiese querido.

—Como sea, es preciosa. Al menos una tercera parte de los Centinelas están prendados de ella— respondió ávidamente Roy, prendiendo el televisor.

REFUGIADAWhere stories live. Discover now