Capítulo 3 [3.1]

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Era incapaz de moverse, Jamie le sostenía fuertemente las muñecas, enterrando sus dedos en la suave carne, pero a ella no le preocupaba el dolor que llegase a sentir

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Era incapaz de moverse, Jamie le sostenía fuertemente las muñecas, enterrando sus dedos en la suave carne, pero a ella no le preocupaba el dolor que llegase a sentir. Era su incapacidad, su vulnerabilidad ante la mirada de él, llameando oscuridad y lujuria.

Es tu elección, puta.

Con el último pensamiento racional que le quedaba, Marisol comprendió que no tenía escapatoria. Jamie disfrutaría sometiéndola, mejor aún si lo hacía de la forma más dolorosa. Sería estúpido de su parte avivar esa vena sádica. Defenderse la dejaba en una situación desventajosa, él se congraciaría de su propio dominio, volviendo la experiencia mucho más traumática. Si no demostraba emociones, si se obligaba a sí misma a no gritar y a no pelear, él se aburriría. Pero, si lo hacía, no tendría caso mantenerla con vida.

Estoy esperando— Jamie lucía impaciente, al borde de la locura, sus ojos enrojecidos y sudando copiosamente.

Condón... susurró. La voz de Marisol no daba para más.

Una vez que ella selló el trato, él se colocó el preservativo, le separó ambas piernas y arremetió contra ella. Marisol sintió su duro miembro introducirse de un solo golpe, lastimando sus paredes internas y haciéndolas arder. Sollozaba en silencio, plegando ambos labios para evitar que la besara, escondiendo su rostro y apretando con fuerza los párpados para evitar mirarlo. Él estaba demasiado perdido disfrutando de la autoridad sobre su cuerpo, bufando con cada embestida que la desgarraba por dentro. Sin embargo, transcurrido el tiempo se percató del bloqueo de Marisol y la obligó a mirarle, pellizcando sus pezones y mordiendo la suave piel de sus pechos. La sangre brotó desde su labio inferior, el cual había lacerado con los dientes, lo que lo excitó aún más, asaltándola aún más duro.

Marisol gritó.

Aún no era inmune al dolor. Más aún que su cuerpo, le dolía el alma.

Si corría con suerte, Jamie abandonaría su cuerpo donde pudieran encontrarlo.

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Lágrimas cálidas resbalaron por las mejillas de Marisol. Había vuelto a llorar en sueños, le dolía el pecho y a duras penas controlaba su respiración; escuchando a su doliente corazón latir con frenesí. Se levantó lentamente y miró a su alrededor. La lámpara estaba apagada, la mesita al lado de la cama, las revistas de cocina tendidas en el piso, justo al lado de sus mocasines...

Había soñado nuevamente con él. Ni siquiera podía nombrar su nombre, excepto en sus propios pensamientos, los cuales aborrecía tener. Temía convocarlo si pronunciaba su nombre, que apareciera y la llevara de vuelta al encierro para terminar lo que dejó pendiente. Había logrado controlarla de una forma más que física. Más de la mitad del tiempo pensaba en él. Aguardaba por él. Se movía con ella a donde quiera que fuera.

REFUGIADAWhere stories live. Discover now