Capítulo 10 [10.3]

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Connor no era un buen rastreador. En ese sentido, Seth siempre lo había aventajado. Pese a ello, las cualidades de Connor no se reducían únicamente a perseguir a su presa. A su favor, él era muy veloz, tenía una excelente vista, y ni que decir de su perseverancia. Además, tenía un pene más grande que el promedio. Las mujeres con las cuales había estado se llevaban una grata sorpresa ante este último hecho.

El problema de Connor radicaba en su impaciencia. Quizá, eso lo condujo a su desgracia.

No fue precavido. Al menos, no lo suficiente.

Como todos los sábados, se dirigía a casa de sus padres. Era un día caluroso. El aire a su alrededor sofocaba al más paciente de los cristianos, provocando que unas cuantas gotas de sudor brotaran por su frente y espalda. El sol resplandecía con intensidad. Tanto, que le fue insoportable seguir conduciendo sin su buen par de gafas oscuras. Era una onda de calor correspondiente a mediados del verano y todo lo que estaba a su alcance, ardía bajo su implacable yugo. Bajó su ventanilla, esperando que el calor se disipara. Estaba comenzando a maldecir cuando el teléfono dentro del bolsillo de su camisa comenzó a sonar. Dejó el aparato en altavoz para poder seguir al volante.

-Elle confirmó el almuerzo en el Blueacre Seafood. Al medio día.

Fue la primera frase pronunciada por su madre antes que otorgarle un saludo poco sustancial. Christine se caracterizaba por evitar las cordialidades, yendo justo al grano. Siendo terriblemente directa.

-Qué bien- respondió, Connor, tratando de sonar convincente. Los langostinos, camarones y ostiones jamás fueron de su agrado.

-Sé lo mucho que odias los mariscos. Aunque, con toda seguridad, harás una excepción- pronunció su madre, probando lo mucho que lo conocía.

Connor sonrió ante aquella amenaza, salir airoso no iba resultarle tan fácil.

-No planeaba nada más- contestó.

El aire proveniente de la ventanilla había surtido efecto, renovando el sentido de alivio que tenía cabida en él. Hacía no mucho que él había regresado de su entrenamiento especial en el clan Lothian. Una manada instalada en el estado de Minnesota, muy cercana a la frontera con Canadá. La temperatura en temporada invernal alcanzaba los -23 °C. Una delicia para todo aquel cambiaforma que muda a voluntad. Ser recubierto con un espeso pelaje y gozar de extensas áreas para cazar era la gloria terrenal. La sensación de la fría nieve debajo de las patas y el hermoso paisaje visto por los sagaces ojos de la bestia, habían quedado grabados en su memoria.

-Confío en que compraras algo para la ocasión. Conoces muy bien a tu tía Meredith, sabes la importancia que le otorga a la buena etiqueta. Recuerda muy bien tu necedad por no ponerte corbata en cada cena de Acción de Gracias. Entre otras cosas.

Su madre había estado hablando y él imploraba que no se percatara de su falta de atención. Sin embargo, sí que había distingo aquel tono de demanda materna. Así que utilizó una conocida respuesta, perfeccionada desde que era niño, para salir del aprieto.

-No se repetirá- añadió, disminuyendo la velocidad del auto. Las pendientes en esta parte de la carretera eran de temer. Alguien tendría que informar a los betas de la falta de señalamientos en esta zona.

-¿Planeas llevar a alguien contigo?- preguntó su madre, con el sonido de una gaveta siendo abierta. Tendría que estar en la cocina.

Connor estaba sorprendido. Era poco común que su madre hiciera esa clase de preguntas. A decir verdad, jamás se había interesado por su vida romántica; o la de Seth, dicho sea de paso. Ella no era ese tipo de mujer. No buscaba incansablemente emparejar a sus hijos. Al menos, no como todas aquellas madres en Refugio, preocupadas por dar continuidad a su característica progenie. Difícilmente llego a preguntar por la vida escolar de sus hijos cuando eran adolescentes, cuando éstos pudieron requerir una especie de guía. Más había que ser justos. Su madre era la única mujer en la familia y, -seguramente- no se sentía plenamente incluida en las conversaciones. Ella delegaba la tarea de instrucción al padre de Connor. Alguien más adepto a solucionar los problemas de dos hijos varones.

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