Capítulo 13 [13.4]

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Unas par de horas antes...

Daniel Felton era un cambiaforma más sensato que el resto, un poco más preocupado por el bienestar colectivo que el propio. No solía sacar ventaja de las debilidades de sus adversarios y rehuía de los privilegios que —como descendiente directo de los Felton— podría llegar a disfrutar. Únicamente durante su adolescencia, el rebelde temperamento de la bestia hizo mella en su modesta conducta, convirtiéndolo en un muchacho precoz de cualidades especiales. Como era de esperar, Dan había sido un joven irrefrenable, algo creído y consecuente. No obstante, nadie podía haberle acusado de una naturaleza mezquina. Daniel Felton era respetado, allá, por donde quiera que se le conociera. Su trabajo duro y sus innumerables esfuerzos le precedían. Su gigantesco tamaño y la excelente forma de prensarse sobre un contrincante fueron capacidades propias del hijo de Gregory Felton, quien era tan grande como lo era éste. No obstante, Dan no era ajeno a una corta lista de enemistades entre sus similares. Travis Font, miembro delta de la manada, encabezaba la lista.

Era importante que Ed Harrington recordase que Marisol Gutiérrez —protegida de Dan Felton— era el blanco de un potencial homicida. Y aunque el rostro de Travis no dejo entrever ninguna reacción, ni pena, ni congoja. Aunque si manifestó abiertamente su preocupación por informar a Marcus. A pesar de todo , para Ed Harrigton, quien gozaba de mayor edad y experiencia que Travis, estaba claro que Daniel se había vinculado a la mujer. El aroma del macho se había intensificado y estaba seguro que su temperatura se hallaría más elevada, independientemente de su condición. Esto, fue el justificante adecuado para que Ed se convenciera de ir en busca de Marcus Romano, encontrando las puertas de la recatada mansión sureña, abiertas de par en par. 

Maniobró la camioneta con presteza y recorrió el camino de asfalto hasta situarse a un costado de la residencia. Echó un vistazo a la escultura cobriza colocada frente a la entrada principal en honor al clan, recordatorio del deber ante su manada. Posando en las agrestes tierras que delimitaban su territorio, siete bestias se vinculaban a los principios fundamentales de la segunda naturaleza. Orgullosas, representaban el poder, la fiereza y la unión de las siete familias fundadoras. Eventualmente, familias como la de Ed, se integraron, y con ello, el pequeño pueblo fue creciendo hasta convertirse en un lugar seguro para todo cambiaforma.

Ante los recuerdos, Ed padeció de melancolía, vislumbrando el alto y robusto cuerpo de Marcus Romano. Tan parecido a su padre, Michael. Igualmente, frente al pórtico de la entrada se hallaba Patrick, compañero leal del alfa y gran amigo de su propia hermana, Poppy. Si la amistad seguía siendo tan entrañable como antes, Ed no lo sabía a conciencia. Poppy era celosa de su privacidad.

Travis Font no advirtió su aflicción, tan imperativo como lo era siempre, bajó de inmediato del vehículo, encaminándose hacia el alfa con gran sentido de autocomplacencia. Font era, en opinión de Ed, un hijo de puta. Un hijo de puta terriblemente difícil de manejar, de grandes ambiciones y fuerte carácter. Contrario al él mismo, complacido de ser un subordinado al servicio de la manada. En cuanto estuvo fuera del auto, Travis haría de las suyas. Ed se convenció de que debía persuadir a Marcus por la seguridad de Dan Felton y de la familia Gutiérrez en su conjunto.

—Perdone la hora, alfa— intentó comenzar Ed, preguntándose cuál sería la mejor forma de hacerle saber a Marcus todos los pormenores.

¿Siendo enteramente sincero?

¿Describiendo al humano que guardaba semejanza con Jimmy Savile?

¿Difundiendo el posible vinculamiento de Daniel Felton?

—Patrick— añadió, Ed, desviando su mirada hacia Patrick Bradford, quien le observaba.

El experimentado compañero de Marcus parecía condolerse en cierto grado, notando el semblante serio y la mirada escrupulosa que éste le destinaba.

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