Capítulo 12 [12.1]

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Ella había logrado escapar cuando descubrió que el viejo conducto de ventilación estaba averiado

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Ella había logrado escapar cuando descubrió que el viejo conducto de ventilación estaba averiado. Se internó en el laberinto metálico, aguardando pacientemente por dar con un pasadizo que la condujera a una salida. Débil, se mantuvo coherente únicamente con el profundo anhelo de volver con su familia.

Durante su recorrido, innumerables motas de polvo se alojaron en su cabello y ojos, los cuales lagrimeaban cuando percibieron la aspereza ligada a la suciedad que pululaba por cada conducto. Marisol tosió. Tosió tanto como le fue permitido. No deseaba hacerse escuchar, no hasta llegar a la superficie.

Se arrastró tal cual infante, gateando y resbalando sin oportunidad de establecer un ritmo. Se sentía débil, adormecida por el dolor y la pena de saberse prácticamente pérdida.

Al menos, moriría en un sitio donde él jamás podría encontrarla. Se negaba a sí misma la posibilidad de ser un objeto coleccionable. Ya fuera que él deseara matarla o conservarla.

Su vida no podía suponer a Jamie más allá que la importancia de un artilugio. Un objeto que cobraba valor sólo en manos de un poseedor.

Transcurrieron horas durante las cuales su resolución por escapar se fue escapando cuenta a gota, junto con sus deseos de continuar. Y, Marisol pensó en su madre...

Recostada en la cama, con su brillante y espesa cabellera sobre el almohadón de seda púrpura que tanto le gustaba. Vislumbró su piel tersa y clara, retirando su cabello detrás de su oreja. Un oyuelo se le dibujaba en la mejilla derecha al sonreír...

Marisol se empapó en su imagen.

En el amor que la poseía al verla.

Cuando la joven Marisol dió por hecho que su acercamiento no había sido notado, la mujer castaña se volvió y la miró con indulgencia.

«Se encontraba meditando» comprendió Marisol, «elaborando nuevos bosquejos para sus próximas pinturas».

Leticia Gutierrez era una ávida artista. La vitalidad y extravagancia contenidas en la cabeza de su progenitora, se proyectaban a través de sus creaciones, las cuales, absorbían sus energías en igual cuantía que la crianza de sus cinco hijas.

Los mejores cuadros de Lety —como cariñosamente se referían a ella vecinos y amigos—, habían sido fruto del ingenio, de un sistema espontáneo de naturaleza delirante. Una cascada cristalina vista a través de la cerradura de una puerta. Dos pequeños amantes que sufrían por la desolación de no estar juntos, siendo la mujer fue raptada y llevada en vuelo por una gaviota. El cielo estrellado reflejado en los ojos de un gato gris que reposaba cerca de una bañera. Todas, creaciones de Lety Gutiérrez, gestadas en las profundidades de su peculiar mente.

REFUGIADAWhere stories live. Discover now