Capítulo 9 [9.3]

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José Gutiérrez era descrito por todos los que le conocían, como un hombre honorable. Incluso, los que alguna vez lo habían llamado «desagradable», llegaron a considerarlo uno de los cambiaforma más respetables de la comunidad. En su juventud, José había sido favorito para ser un líder centinela. Poseía astucia y perseverancia en la misma cuantía que un sentido del decoro superior al de tantos otros. Fueron gracias a estas conocidas habilidades, que la comunidad jamás pudo explicar la razón de su partida. José lucía cómodo en su propia piel y siempre se había enorgullecido de su segunda naturaleza. Por aquel entonces era lo único que manifestaba abiertamente a sus semejantes.

—Disfruto de ver los amaneceres. Algo tienen estas montañas que brindan una extraña sensación de calma y libertad— pronunció el hombre al lado de José. Aún no había tenido el privilegio de ver, o siquiera, la intención de conocer al actual alfa, Marcus Romano, hasta que el momento llegó.

Marcus fijaba sus atentos ojos oscuros por encima de la cama del anciano, en el horizonte, en el grupo de imperiosas cúspides siendo bañadas por los cálidos rayos de sol que conllevaron al recuerdo de su difunta esposa. Ella siempre había disfrutado de iniciar sus actividades desde temprano, justo cuando el sol surgía. Decía que de esta forma era más sencillo, cuando uno gozaba de toda la vitalidad que requería. ¡Qué razón había tenido! Ahora, cada vez que él echaba un vistazo a través de su ventana y miraba la imagen del cielo matutino, pensaba en ella.

—Patrick dice que es debido a la altura en la cual nos encontramos— continuó hablando Marcus. El alfa.

Era extraño para José tener que referirse a un hombre mucho más joven como alfa. Demasiados años desde que no lo hacía. El anterior líder, Michael Romano, había sido veinte años mayor que el propio José. Marcus, hijo de Michael, era ya un hombre hecho y derecho. Lejano al pequeño de mejillas rosadas y cabellera desordenada que llegó a conocer. José todavía podía recordarlo siendo mimado en el regazo de Michael.

¿Cómo era posible que aquel niño regordete y el hombre se trataran de la misma persona?

—Dígame, señor Gutiérrez, ¿qué lo trae de nuevo por aquí? ¿El paisaje? ¿La melancolía de volver? —agregó Marcus volviendo su vista hacia él.

José no supo qué contestar a aquella pregunta. Había demasiado por dónde empezar. Inicialmente, creyó que tenía que actuar acorde a sus instintos, los cuales le suplicaban retornar a su hogar. A aquel pequeño pueblo donde había experimentado una ávida e inusual juventud. Necesitaba un refugio, un cobijo al cual poder acudir después de la muerte de su mujer. Su sola mención traía a su mente recuerdos agradables y el hecho de que ella ha dejado de existir en el plano físico, seguía siendo demasiado doloroso.

Lo era también para sus nietas, sin embargo, su añoranza no era siquiera comparable.

—Si piensa que mi familia tuvo algo que ver, debo persuadirlo de lo contrario— instó el propio José. Sólo faltaba que se acusara a su familia de haber provocado el incendio ¡Cómo si tal afirmación no resultara bastante ridícula!

¿Qué clase de persona quemaría su propia residencia?

Su orgullo como cabecilla de los Gutiérrez fue golpeado, haciendo mella en José, quien hoy más que nunca se sintió incapaz. ¿Qué clase de hombre era sino era capaz de defender a su propia familia?

La voz del alfa llego amortiguada a través de sus cansados oídos.

—No es mi intención ofenderlo, José, si me permite llamarlo por su nombre de pila. Tengo entendido que su familia llegó recientemente a Refugio. Como bien sabe, es mi deber proteger a todos los habitantes que integran esta comunidad. Es parte de mi trabajo estar al tanto de lo que ocurre—

José no podía rebatir ese argumento ¿qué clase de líder sería si se tratase de un alfa completamente desinteresado?

—Entiendo el punto pero, sé a dónde desea dirigir su acusación—apuntó José con todo la resolución de la cual se creía capaz

—En ese caso, hágame el favor de aclarar mis dudas.

José permaneció en silencio durante un par de minutos, preguntándose a sí mismo hasta qué punto podía ser completamente sincero con Marcus. Temas sumamente delicados estarían envueltos en su relato, que lejos de otorgar al alfa una explicación, podrían ser precursores de medidas aprensivas contra su familia y segundos miramientos.

Había sido una pena amarga lo que su querida nieta Marisol había sufrido. Exponer la pena que habían sufrido a través de tan trágico suceso, justo después de perder a dos miembros en la familia, dificultaría aún más la situación. Sin embargo, ¿qué otra alternativa había? Aunque bien el tono usado por Marcus podría traducirse como una plática casual, no lo era. Todo habitante, y más aún todo cambiaforma, estaba obligado a responder al alfa. Era parte de la jerarquía establecida. Lo que daba orden dentro de la comunidad.

Lo que los identificaba como cambia-formas en lugar de simples humanos.

Y como si el robusto hombre le hubiera escuchado, agregó:

—Deje todo en mis manos, José. Si su familia necesita protección pueden contar con ella. Lo que hablemos en este cuarto no será de conocimiento público. Si la naturaleza de la información es confidencial, entonces nadie más que yo, escuchará su declaración—

José sopeso todas las desventajas que implicaban sincerarse con el joven alfa. Fue entonces que la idea de la prematura muerte de sus nietas, como bien había ocurrido con sus dos hijas, lo aterro. Lo lleno de tal pesar que por un momento pensó que no sería capaz de hablar. Conocía muy bien su destino al llegar a Refugio, sabía lo que le deparaba pero, sus nietas...

¿Quién vería por ellas si él fallecía?

Si aquel miserable volvía.

Tratándose de un hombre joven, podría encargarse. 

Ahora...

Ahora, no tenía con quien recurrir, excepto Marcus Romano.

Hola, ésta es Casandra

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Hola, ésta es Casandra. El final del capitulo nueve se cierra con José y Marcus, dos hombres con gran historia. Espero hayas disfrutado el cierre del capi. Sin nada más que agregar, me despido.
Nos estamos leyendo!! ᕦ⁠(⁠ಠ⁠_⁠ಠ⁠)⁠ᕤ

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