Capítulo 3 [3.2]

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Dan meditaba acerca de su decisión sobre quedarse, sobre su estúpida curiosidad nublando su sentido común, queriendo provocar a Marisol y averiguar más sobre ella. Ni él mismo sabía qué era lo que llamaba tanto su atención. Marisol no era una gran conversadora y ahora que había pasado más tiempo con ella, no se mostraba particularmente interesada. Al menos, no de la forma en la que él esperaría.

Entonces, ¿por qué demonios le atraía tanto?

—¡Estoy en casa!

La voz aguda resonó por la estancia al igual que los tacones.

Otra de las hermanas había vuelto.

—Eres muy escandalosa— exclamó, Tania desde su lugar.

—Adoro eso de mí— declaró la pequeña mujer al entrar a la habitación, despojándose de su lustrosa chaqueta roja.

Tal como Roy la había descrito, tenía un aspecto juvenil. Su cabello negro azabache caía a la altura de la barbilla y un espeso flequillo enmarcaba sus grandes ojos castaños.

—¿Cómo está Mari?— cuestionó la recién llegada.

—Pregúntaselo por ti misma— acotó, Tania.

La mujer pequeña hizo una pausa, buscando a Marisol entre los comensales hasta detener su mirada en Daniel.

No era difícil suponer lo que estaría pensando, con la espalda sobresaliendo del respaldo de la silla, Dan jamás había pasado desapercibido. Con seguridad  estaría un poco pasmada.

—¿Quién es nuestra visita?— preguntó la pequeña mujer,  después de reponerse de la impresión.

—Daniel Felton— agregó Dan por sí mismo.

La mirada de la mujer no se apaciguó. Lo evaluaba con detenimiento, frunciendo los labios en desaprobación.

—Gaby, siéntate a comer— ordenó, Sofía, la mayor.

Madurez e ingenio se miraban a través de sus ojos. Una mujer de fuerte presencia que te obligaba a admirarla a una distancia prudente por el respeto que imponía. Sin embargo, la pequeña mujer no parecía inmutarse ante esto último; abalanzándose inmediatamente hacia Marisol apenas salió de la cocina.

—¡Mari!

La pequeña mujer besó con devoción la frente de Marisol. Un acto poco común, en opinión de Daniel. No obstante, quería imitarle. Tocar ese sedoso cabello negro, conocer su textura, su aroma. Había algo en Marisol que asaltaba sus instintos más primitivos.

<<Estúpido>> se llamó.

Aquello no era posible. Él no había logrado emparejarse con una hembra de los suyos. Menos probable sería hacerlo con una humana.

—Ana me dijo que no estabas bien.

Marisol cerró brevemente los párpados, manteniendo el cuerpo rígido, sin siquiera mover los brazos.

Lo que intrigó de sobremanera a Dan.

Aquella mujer parecía distinta a la cual se había atrevido a mirarlo.

—Estoy bien— escuchó responder a Marisol, tratando de liberarse del abrazo.

—Te encerraste en tu cuarto toda la tarde. Nos tenías preocupadas— habló alguien más.

—Debería llevarte con el médico— intervino nuevamente Sofía.

—No. Antes lisiada que volver al hospital— respondió rápidamente Marisol para desagrado de su hermana.

REFUGIADAWhere stories live. Discover now