Capítulo 13 [13.1]

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Cuando Mark se despertó, se cercioro de que Gabriela seguía a su lado

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Cuando Mark se despertó, se cercioro de que Gabriela seguía a su lado.

Ella permanecía de espaldas, recostada sobre su brazo derecho y con el cabello desordenado.

Mientras admiraba un lunar oscuro, cercano a las vértebras de su cuello, se atrevió a prestar atención a su respiración acompasada. La pequeña mujer había tratado de escapar, lo que demostraba que no era tan ingenua como él la había creído.

Dormir al lado de otro ser humano era un aspecto poco convencional en su vida. Sin embargo, la fragilidad e indefensión de Gabriela proferían un sosiego adormecedor y deseaba aplazar el momento de su partida.

Mark intentó no alterarse bajo aquel cúmulo de sensaciones inexplicables y  se dispuso a disfrutar de la compañía de la joven.

En una vida regida por los más míseros propósitos, los motivos más poderosos siempre recaían bajo el peso de la futura satisfacción de Johnny Mulligan y a estas alturas, Mark era inmune a los sentimientos de los afectados, incluso a los propios.

Poco importaba la razón por la cual matara, si Johny lo ordenaba, era cosa hecha. No dependía de ideas clementes que abogaran por la supervivencia de sus víctimas, menos aún por el remordimiento. Irónicamente cuánto más implora sn por sus vidas, él tiraba del gatillo más rápido y menos misericordia sentía.

Era parte del trabajo, después de todo, acabar los inconvenientes.

«Tanto antes, tanto mejor» era lo que siempre se repetía.

Pese a todo, el monstruo que cohabitaba en su interior era distinto.

La bestia surgía con cada luna llena e implacable fuerza, deseando pasar la noche tras la captura de presas que escapaban ante sus ojos humanos, disfrutando de la anticipación del sexo y de saberse mercenario al dominar a la mujer en turno. Gabriela, que dormía en el extremo opuesto de la cama, no era la excepción a la regla.

Gracias a la agudeza de su visión, distinguía su silueta a la perfección. El aroma embriagador de su sexo, inquietaba a la bestia. Por su parte, Mark, con todo el desapego que creía poseer, pensó que no sería correcto involucrarse con ella. Algo en su interior le advertía que no debía hacerlo o algo terrible ocurriría...

Sin embargo, era luna llena.

¡Suficiente!— se ordenó, decidido enfocarse en lo que haría al salir de la cama. Estaba seguro que la mujer accedería a llevarlo de regreso a la ciudad, donde podría realizar una breve visita a Archie, «el pintor»; un narcomenudista que revendía cocaína a estudiantes que visitaban su taller en busca de algún detonante creativo. Archie, neozelandés de nacimiento, estaba relacionado con algunas familias católicas de renombre y pagaba bien por mantenerse informado. Él y Mark habían coincidido en algunos lugares, con algunas personas que habían amenazado la vida del pintor.

REFUGIADAWhere stories live. Discover now