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*Amaris*

Silencio.

Oscuridad…

Estaba corriendo, buscando. Buscándolo. En todos mis sueños estaba él. Sentía como mi cara chocaba con las hojas. Mis manos me ardían cada que tocaban el tronco de algún árbol. Podía sentir como los rasguños se hacían más grades y la sangre escurría de cada herida. Mi pecho subía y bajaba con rapidez. Estaba cansada, muy cansada, pero no podía detenerme. Necesitaba llegar. Tenía que llegar al lago lo más rápido posible. Cada respiración me costaba más y mi cuerpo me pesaba, pero no importaba. Tragué saliva, agotada, cada que inhalaba se sentía como si el mismo infierno recorriera mi nariz. Necesitaba agua, mi boca estaba más seca que un desierto. Me dolía cada músculo de mi cuerpo, las heridas se iban acumulando con cada roce de cada rama y me continuar, pero seguí corriendo.

Debía decirle. Él necesitaba saberlo. 

Pero... ¿Qué era lo que necesitaba que supiera?

Mi corazón empezó a latir con más fuerza. Podría jurar que estaba palpitando en mi cabeza y no en mi pecho.

 De pronto, las hojas chocando con mi cara y las ramas perforando mi piel cesaron. Una luz me deslumbró y entrecerré los ojos por unos segundos tratando de acostumbrarme. Me paré en seco. Cuando logré enfocar la mirada, observé la luna llena; esa hermosa esfera que colgaba del cielo estaba brillando, de ahí provenía la luz cegadora. Se estaba reflejando en el estanque cristalino que tenía en frente. El lago… había llegado al fin… Di una vuelta en mi propio eje y noté que el bosque que había estado cruzando todo este tiempo ya no estaba. Solo quedaba un vacío enorme alrededor.

Desvié  mí vista a la orilla del agua cristalina y contemplé una imagen tétrica: Un chico. Estaba hincado de espaldas a mí, su cabello estaba empapado y sus brazos llenos de heridas profundas. Había una espada cubierta de sangre a su lado. Di unos pasos hacia él para poder verlo mejor, pero en cuanto lo hice retrocedí de golpe al ver que sostenía a otra persona en brazos. Era otro joven. Por la oscuridad no logré ver su rostro, pero guiándome en la complexión física y el corte de su cabello, podía deducir que era hombre. No estaba muerto, pero casi lo estaba. No parecía tener ninguna herida física, pero tampoco parecía encontrarse nada bien. Podía oír sus gritos de desesperación y de dolor del chico que lo sostenía. El mismo estaba lleno de sus propias heridas, pero parecían no importarle en lo más mínimo. 

Me quedé paralizada viendo la escena, asustada. Era tan escalofriante como dolorosa. Había soñado con esto antes… pero no importaba, cada vez era igual de horrible que la anterior. Bajé la mirada a la mano del moribundo, esta se abrió y una pieza de ajedrez rodó de entre sus dedos ensangrentados. Un caballo blanco, para ser exacta.  Cabía que admitir que no tenía idea de donde estaba, jamás en mi vida había visto ese lugar a excepción de los sueños.  Los cuales se estaban haciendo más recurrentes.

Sin previo aviso, todo comenzó a dar vueltas como si fuera un torbellino. El agua flotaba a mi alrededor junto con todo lo demás, atrapándome en lo que parecía ser el ojo de una tormenta. Empecé a oír murmullos, gritos. Frases sin sentido que parecían venir de todos lados y de ninguno a la vez “¿Amaris o Thea? “El arco es más que un arma” “Él es mi amigo, Rubén.”  Cerré los ojos y me llevé las manos a las orejas queriendo silenciar todo. Podía sentir como el piso empezaba a girar debajo de mí y una sensación de vértigo me empezó a inundar. Abrí los ojos asqueada y miré la luna, estaba quieta en el cielo a pesar de todo el caos que se desarrollaba. Fija. Los árboles giraban como si fueran de goma, distorsionándose cada vez más, el agua estaba en el aire formando un círculo a mí alrededor, pero la luna estaba quieta. Pacífica.

El Reino De Kadvav: Mi Secreto (#1) [En Curso]Where stories live. Discover now