*Amaris*

Dicen que el duelo tiene cinco etapas: Negación. Ira. Negociación. Depresión y finalmente la aceptación. No se tienen que vivir en ese orden exactamente y no todos pasan por lo mismo, pero ahí están. Lo leí en un libro que tenía mi hermana, y yo sé en cual estoy, lo sé muy bien: Ira.

Y, para ser sincera, no me sorprende. Me arrebataron a la persona que más quería justo en mis narices. Estaba furiosa, y tenía a quién culpar. Tenía a su asesino en frente de mí. Y lo haría pagar. Oh, sí que iba a pagar. Solo necesitaba ser discreta. Paciente.

La luz del Primer Sol empezaba a pegarme en la cara y al horizonte se veía como el Segundo Sol quería salir, provocando que el cielo se difuminara de rojo a azul. Observé cada detalle, las nubes blancas, las montañas a lo lejos... era hermoso. Normalmente al ver ese paisaje sentiría paz... pero ya no. Simplemente no podía. No cuando yo seguía viva para verlo y ella no. Sentía frustración, culpa, odio. Desvié la mirada a Damon. Cabalgaba en silencio. Tan... tranquilo. Sin... preocupaciones, o eso aparentaba. Y eso me molestó aún más. Que no sintiera remordimiento, culpa...

— ¿Segura de que no vas a subir? — interrumpió mis pensamientos su voz. Lo volteé a ver. Estaba cabalgando un caballo blanco y Takao iba en uno negro detrás de él. Pestañeé confundida, ni siquiera había notado el momento en el que este último había reaparecido.

— Primero muerta antes de subirme en el caballo del asesino de mi... princesa — agaché la cabeza, eso había sido patético.

— ¿La conocías? —cuestionó volteando un segundo a verme antes de volver a fijarse en el camino. Sentí un nudo en la garganta al negar con la cabeza. La estaba negando. Y no se sentía bien.

— No tan bien. — mentí.

— Sube. — dijo mientras frenaba a su caballo de golpe. Negué con la cabeza —. No es una pregunta, sube. — me ordenó mientras sacaba una bota de agua, de su silla de montar y le daba un trago — No voy a exponerme a que te caigas o te lastimes. — iba a responderle que no seguía sus órdenes, pero me callé unos segundos.

—Bien, pero si me das un poco de tu agua. — le devolví la jugada. Yo no solía salir mucho de Doh, por lo que al traer mis provisiones no calcule bien cuanto tenía que traer para beber y se me había acabado hacía media hora. Este dudó un segundo, antes de lanzarme su bota. — volteé a ver a Lovel, el cual estaba jadeando de sed. Le eché un poco de agua en cascada a su hocico y este la recibió feliz. Mi pobre lobo, lo había traído a una caminata larga y aparte tendría que estar en un reino extraño. Damon me miró indignado mientras me acercaba a él. — No preguntaste para qué era. — le contesté mientras empujaba la bota contra su pecho y me subía al caballo. No dijo nada, pero pude sentir el enojo e indignación que emitía. Siguió cabalgando. Takao iba detrás de nosotros, callado. De vez en cuando le dedicaba miradas asesinas a Damon. Alguien tenía enemigos en su castillo, me podría servir en un futuro cercano.

El resto del camino estuvimos todos en silencio, Lovel nos seguía a paso lento y yo volteaba a ver para asegurarme de que estuviera ahí. El aire se sentía tenso, pero a la vez relajado. Estaba por hablar para preguntar cuanto faltaba cuando una enorme sombra apareció en mi campo de vista, impidiendo que el sol llegara a nosotros. Levanté la vista y contemplé unas puertas enormes. Habíamos llegado a las murallas del Reino. Esa idea de estar a punto de entrar al reino enemigo me mareó y me asustó a la vez.

— Llegamos... — susurró Damon en un tono serio mientras dos guardias abrían las puertas.  

El Reino De Kadvav: Mi Secreto (#1) [En Curso]Where stories live. Discover now