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*Amaris*

Seguía agitada por todo. La carta, la muerte de aquella chica, el ultimátum de Torue. Todo me estaba abrumando. Estar en mi cuarto solo me hacía recordar lo que había sucedido. La sangre escurriendo. Como la sangre había salpicado el rostro y la ropa de Damon. En parte, eso me recordaba a mi hermana. Me recordaba a esa noche. Como estaba desesperada buscándola, escuchando su voz. El como llegue demasiado tarde. La expresión de aturdimiento de Damon. Aquel dolor que me paralizaba, que me quemaba desde adentro. El conocimiento de que la había perdido. La forma en la que sujeté su arma, decidida a pelear, a vengarla. La ira invadiéndome. Consumiéndome.

Recuerdos. Me abrumaban. Necesitaba distraerme. Salir de ahí. Pero a la vez ya no me sentía segura en este reino. Saber que había gente queriendo matarme, tanto que no les importaba morir, me paralizaba. Me aterraba.

Intente distraer a mi mente de aquello, así que comencé a pensar en Damon. Ahora de verdad estaba dudando. La expresión en su rostro al verla suicidarse. Como intentó detener el sangrado. Lo había visto más humano. Después de todo, tenía prácticamente mi edad. Había algo, algo en el que me hacía dudar si la había matado o no. Digo, no tenía ninguna razón para matarla. No a ella. Por lo que estaba viendo, tenía suficientes problemas en su propio hogar como para echarse encima un reino entero.

Un toque en la puerta me sacó de mis pensamientos. Mi corazón se aceleró, pensé, por un segundo, que podría ser alguien que quisiera matarme de nuevo. Otro toque. Me paré, acercándome a la puerta. Ignoré lo mejor que pude el hecho de que mis manos me estaban sudando. Cuando abrí, un alivio enorme me inundó. Hablando de cierto príncipe, Damon.

— Hola. — murmuró, recargado en la puerta. Lo recorrí con la mirada, asegurándome de que no tuviera ningún arma, lo cual era estúpido puesto que prácticamente me había salvado la vida antes. Noté que ya no traía sangre encima. Como si nunca hubiera existido.

— Hola. — respondí con el mismo tono mientras me cruzaba de brazos.

— La chica se llamaba Lucciene. su familia está a salvo. Por el momento. — explicó. No comprendí porque me sentí aliviada, si intento matarme. Tal vez porque su familia no tenía la culpa de nada.

— Gracias. — susurré con sinceridad. No sé por que sentí la necesidad de ayudarlo de vuelta. Tal vez después d Teodora lo que habíamos vivido... Después de que me ayudara con Lucciene, me sacara de ahí y me dijera su nombre, se lo merecía. Se había ganado parte de mi simpatía. Recordé que al regresar, había escuchado a unos guardias hablando. — Los guardias que estaban afuera, decían que te estaban buscando. Creo que Torue te anda buscando.

—Que siga haciéndolo. —contestó, pero noté como su mandíbula se tensó ligeramente, al igual que sus brazos. Parecía querer irse, noté como se alejó de donde yo estaba. Mi boca actuó mas rápido que mi mente, soltando la pregunta que tanto me estaba carcomiendo.

— Tú no la mataste, ¿Cierto? — pregunté, con el nudo en la garganta. Arqueó la ceja, mirándome. — A Aurora. No fuiste tú. — afirmé.

— No. — dijo con firmeza, seguro. Parecía intrigado, como si mi cambio de parecer lo desconcertara. — No, no fui yo, Thea. Te lo he dicho desde que llegaste. No soy tu enemigo.

— ¿Sabes quien fue?— interrogué, tal ves podría ser mi aliado. Tal vez podríamos apoyarnos mutuamente.

— No. — contestó, pero había algo en sus ojos. Titubeó. Duda. Por un leve instante, pero lo hizo. — Solo te puedo decir que no fui yo. No sabes ni la mitad de la historia. — explicó, y por alguna extraña razón, le creí.

Me quedé sentada en mi cama. Pensando en las palabras de Damon. Algo en mí le había terminado de creer, sentía que lo que el príncipe decía era real, pero, ¿Cómo debía actuar? Lo más probable era que el asesino de mi hermana fuera su padre, Torue. El mismo con el que hice un trato conspirativo para "deshacernos" de Damon. El mismo que está rodeado de un ejército enorme y guardias que lo acompañan todo el tiempo. El mismo que me matará ante la menor debilidad o duda que muestre sobre nuestro acuerdo. El mismo que tiene el poder para sacarme viva de este pueblo o enterrarme en el olvido y en una tumba como lo ha hecho con otras personas para conservar todos sus secretos y planes perversos.

Tenía que actuar.

Tenía que actuar, ya.

Mañana iba a encontrar al brebjón. A cualquier costo.

El Reino De Kadvav: Mi Secreto (#1) [En Curso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora