*Amaris*

Ya era de noche. El Segundo Sol se había escondido desde hacía rato. Era hora.

— Vuelvo al rato. — le expliqué a Lovel, el cual estaba tumbado en mi cama. Me acerqué al lobo y tomé mi collar de su cuello. Por cualquier cosa. Tal vez no tenía control total de mis poderes con él, pero tenía mejor fuerza, oído y visión con la joya puesta que sin ella. Me la colgué. Lovel me miró fijamente, atento a mis movimientos—te llevaría, pero tengo que ser discreta. Espero conseguir información... Deséame suerte.

Después de la muerte de Lucciene, la seguridad en el castillo había mejorado. Dos cuidando la puerta de mi cuarto, dos en las escaleras para el segundo piso y uno en la puerta principal. Yo necesitaba salir de mi habitación, cruzar el pasillo y subir las escaleras al segundo piso sin ser vista.

Claramente era imposible.

Por suerte tenía otra opción. Las ventanas. Mi cuarto da al patio de entrenamiento, en el cual no hay ningún guardia de noche cuidando. En el segundo piso hay al menos seis ventanas viendo hacia al patio. Solo tenía que encontrar la manera de subir desde mi recámara.

Abrí la ventana con cuidado mientras me asomaba. No estaba alto. Suerte de estar en planta baja, supongo. Me paré en el marco y brinqué al piso del patio. Había estudiado cada uno de los movimientos de los guardias que estaban en el patio, y habían unos minutos en los que ni había nadie por el cambio de turno de la noche a la madrigada. Así que tenía que actuar rápido.

Me enderecé mientras mis ojos se acostumbraban a la oscuridad de la noche, la única luz que recibía era la de la luna y la que salía de mi cuarto. Mi piel se erizó al sentir el aire. Hacía frío. Mi vista se concentró en las ventanas del segundo piso. En especial la de la biblioteca. Estaba muy arriba.

Contemplé la estructura del edificio. De este lado del castillo, la estructura era de roca volcánica de la era Dorada. Poco después de que Doh y Kadvav se independizaran mutuamente. Era el material más fuerte del reino. Claro que tenía que estar repleto de este en donde se encontraban las habitaciones.

Me dí la media vuelta analizando el patio. Buscando algo que me sirviera para subir. El cobertizo. Atravesé el patio hasta llegar al otro extremo. Lo había visto abierto unas cuantas veces. Ahí guardaban las armas para entrenamiento junto con los materiales que usaban para las instalaciones, como herramientas, etc... Tal vez podría encontrar algo que me ayudara a subir...

Jalé la puerta, pero no se abrió. Tenía un candado. Solté un suspiro. Normalmente no podría abrirlo, pero traía el collar. Cerré los ojos tratando de concentrarme. Volví a jalar, pero no pude abrirla. Mi vista se dirigió al cielo. Ahí estaba la luna, en silencio, viéndome.

— Si me ayudarás con esto te lo agradecería. — murmuré al aire. Volví a cerrar los ojos. Mi corazón latía rápido. Mi garganta estaba seca por el frío. Traté de ignorar eso. Tragué saliva. Sentí como el palpitar de mi corazón se redujo. Un aire me obligó a estremecerme sin dar previo aviso. Una gota de agua cayó en mi nariz. Dí un brinco asustada por el contacto y jalé con fuerza el candado. Se rompió. Sonreí orgullosa y lo metí en mi bolsillo. No dejaría pruebas de que estuve ahí. Otra gota cayó en mi mejilla y me la limpié con la mano. Estaba empezando a llover.

Entré al cobertizo. No veía casi nada. Seguía a oscuras. Extendí mis manos tratando de tocar algo. Dí unos pasos a ciegas. Tropecé con una escoba. Recargué mi mano en una pared para no caerme. Era de madera. Bien. Al menos no me mataría tratando de buscar algo. Seguí buscando con las manos al aire mientras caminaba. Choque con otra pared. Tenía un arco colgado al parecer. Lo inspeccioné. Se veía de buena calidad.

"Enfócate, Amaris. Biblioteca. Brebjón. Ni siquiera sabes usar el arco". Me repetí a mí misma en mi mente mientras continuaba.

El sonido de la lluvia afuera se hizo más presente. Choqué con algo de metal. Lo recorrí con las manos. Las escaleras metálicas hicieron un eco en el lugar cuando mi collar chocó con ellas. Sonreí. Ya tenía con que subir. La jalé con fuerza para sacarla. Debería de pesarme más, pero extrañamente se sentía liviana. Salí de la cobertizoy la cargué para ponerla contra el muro. Estaba justo debajo de la ventana del segundo piso.

Fue más fácil de lo que creí.

—Gracias. — murmuré algo irónica viendo hacia el cielo mientras ponía mi pie en el primer escalón y empezaba a subir. Cada paso hacia arriba hacía que mis manos se congelaran y mi cuerpo se entumiera por el frío. Seguí subiendo. Llegué al final de la escalera. Junté todo el equilibrio que pude y separé mis manos del metal mientras abría la ventana. Cuando lo logré, jalé con fuerza el cerrojo sin seguro para poder entrar. Puse mis manos en el marco y me impulsé para adentro con cuidado de no tirar la escalera. No quería perder mi boleto de regreso.

Me dí un segundo para recuperar el aliento mientras inspeccionaba el lugar. Estaba igual que la última vez, aparentemente. Había luz. Velas prendidas en toda la biblioteca. ¿Por qué?

Decidí no tomarle importancia. Tenía que apurarme antes de que alguien notara una escalera en medio patio de entrenamiento. Aún así me mantuve alerta, tratando de escuchar todo, por si había alguien más. Pero al parecer no.

Empecé a caminar por la biblioteca. Recordaba dónde estaban los libros. Llegué al estante. Todo estaba exactamente igual como lo recordaba. Juraba que Torue quitaría los libros del brebjón apenas y pudiera después de nuestro trato, pero no. Empecé a leer los títulos de los libros. Estaban en orden cronológico. Tomé el último.

Rubén de Kadvav. Fecha indefinida.

Sentí un escalofrío recorrerme. Era este. Este era el brebrjón actual. Rubén. Rubén de Kadvav. Empecé a caminar hacia una mesa de la biblioteca mientras abría el libro. No había final. Busqué la última página con palabras. Al encontrarla, me detuve de golpe cuando noté como letras aparecían de repente en frente de mis ojos en la hoja derecha, y en la izquierda un dibujo. Había una fogata, un chico de espaldas contemplándola mientras otro salía por una puerta. Un niño. Lo reconocí al instante. Era el mismo que me había topado hace poco. El que dijo que Damon era inocente.

Cerré el libro para dirigirme a la ventana e irme, cuando aquel chico apareció en mi campo de visión.

— ¿Damon? — preguntó segundos antes de verme. Solté un grito al mismo tiempo que él. Dio dos pasos atrás del susto, le lancé el libro de Rubén a la cara y este se cayó al suelo por el impacto. Mi corazón se había salido de mi pecho por un segundo.

— ¡No deberías estar aquí! — gimió en un tono de preocupación mientras se paraba de golpe, y escondía el libro que le había lanzado detrás de sí. Maldición, tan cerca y tan lejos... Cuando logré recomponerme, lo miré. Era él. El chico del dibujo y el de hace unas noches. Pasé mi mano por mi cuello ocultando mi collar lo más rápido posible.

—¿Y tú sí? Es lugar restringido, ¿No? — cuestioné de vuelta. Hasta donde yo sabía, sólo Torue o Damon podían entrar al segundo piso.

El chico estaba por hablar cuando el sonido de la ventana abriéndose nos alertó.

— ¿Hay alguien más contigo? —pregunté. Negó con la cabeza.

— ¿Contigo? — cuestionó. Negué. Pasé mi mano por mi pantalón, justo donde estaba una daga cuando oí unos pasos.

— ¿Abdul? — escuché la voz de Damon resonar en todo el lugar. Una ola de miedo me inundó. — ¿Abdul?

El Reino De Kadvav: Mi Secreto (#1) [En Curso]Where stories live. Discover now