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*Amaris*

Un día.

Ya había pasado un día entero y no había encontrado casi nada. Nada. Había estado corriendo de un lado a otro, buscando información. En libros, en lo que fuera. Pero no había nada. Absolutamente nada. Como si Torue hubiera mandado a esconder todos los libros que pudieran serme útiles. Había indagado en los que ya tenía pero nada que me fuera de mucha utilidad. En todos excepto el del don lunar. Aún no me sentía lista para leerlo. Pare de mí quería tomarlo y leerlo de una vez por todas, pero otra le aterraba la idea. Era frustrante. Pensé en Damon y en el collar que tenía. Era idéntico al mío, variando solamente el color. ¿Por qué? ¿Significaba que también tenía el don lunar? Volteé a ver al patio de entrenamiento. Estaban dos chicos entrenando, y una mujer guiándolos. No había visto a Damon en todo el día, y menos al chico de aquella noche. Empezaba a preocuparme, ¿sabrían algo de esto? ¿De lo de Torue? ¿Mi identidad...?

Sentí un escalofrío al pensar en eso y decidí apartar el pensamiento de mi mente.

Solté un suspiro, cansada y me tumbé en la cama. Lovel me miró fijamente y sonreí. Al menos tenía un amigo en este pueblo. Y era más que suficiente para mí, aunque agradecería algo de interés por parte de Doh en si sigo viva o no, claro. Mi mente se fue a mi madre. ¿Cómo estaría? ¿Estaría preocupada por mí? ¿Me extrañaría? ¿Y Myrna? ¿Thomas seguiría siquiera en Doh? ¿Mi madre lo habría regañado horrible por dejarme ir? El pueblo, ¿Cómo habría tomado la noticia de la muerte de mi hermana?

Sentí un leve nudo en mi garganta al pensar en ellos, en todo lo que había ocurrido en tan poco tiempo. Los extrañaba. Creo que nunca en mi vida había pasado tanto tiempo tan lejos de mi hogar. De mi madre, de mis amigos... También creía que no estar ahí hacía que fuera más tolerable la muerte de Aurora. Se sentía como si fuera irreal. Como si al volver ella me esperara con los demás, aunque no fuera así. Qué cuando regresara haría un chiste o me contaría todo lo que sucedió mientras yo no estaba. Tocaron a la puerta y di un brinco levantándome de la cama de golpe, haciendo que las lágrimas desaparecieran en menos de un segundo.

Al instante, entró una chica de cabello oscuro y un poco más alta que yo. Tendría unos veinte años aproximadamente.

—Llegó una carta de tu reino. Torue insistió en que la recibieras. —me explicó en un tono frío y distante mientras me extendía una carta doblada. Mi corazón dio un brinco en ese instante.

¿Una carta? ¿De Doh? ¿Sería mi madre?

— Gracias. — dije mientras intentaba tomarla de las manos de la chica, pero se resistió. Puse cara incrédula y la miré a los ojos.

— Todos saben qué haces aquí, forastera. — empezó a hablar en un tono amenazador, cambiando su personalidad de golpe. Sus manos se aferraban al pedazo de papel como si de eso dependiera su vida. — No respondemos ante tu pueblo. Y no eres bienvenida en este lugar. Si intentas algo contra nuestro príncipe, no vas a salir viva de este castillo ni soñando. ¿Me escuchaste? — Soltó el papel y lo jalé alerta. Tres días, tres amenazas de muerte de diferentes personas. Y ni siquiera la conocía a ella. Tremendo logro.

Vaya Amaris, sí que eres buena haciendo amigos.

— ¿Eres un guardia? Que yo sepa tienen prohibido lastimarme, o siquiera tocarme — literalmente. Sentía todo mi cuerpo tenso. Era claro que ella era una amenaza, pero no sabía que era lo que haría — tal vez deberías de considerar más tus palabras. — en Doh nadie me hubiera hablado así ni soñando. Comenzaba a ser frustrante que me trataran todos de esa manera.

— En eso estoy de acuerdo. Les prohibieron a los guardias herirte, pero yo no soy uno. — escuché como dió dos pasos hacía mí y me agaché al suelo por inercia, previniendo su siguiente acción. Apenas hice el acto, pude contemplar como extendía una daga hacia donde yo estaba. Al ver que falló, volvió a arremeter contra mí pero me rodé en el suelo tratando de buscar algo con qué equilibrar la pelea. Lovel me consiguió tiempo, se echó encima de ella mordiéndole la mano haciendo que soltara la daga de golpe y yo me levanté viendo la escena. Sentía mi corazón latir en mi cabeza por la adrenalina. Ella tenía su mano sana en el pecho del lobo, tratando de quitárselo de encima. Gritando del dolor, pero Lovel no la soltó en ningún momento.

La puerta del lugar se abrió y contemplé a Damon. Este miró la escena tensando la mandíbula y me observó algo anonado, pero de inmediato se acercó al animal y a la mujer, tomando la daga del suelo y haciendo a Lovel de lado, sujetó a la chica y la puso contra la pared. Lovel se acercó a mí aún atento mientras Damon ponía la daga en el cuello de la desconocida.

— Te asesinaré al menor indicio de que quieras intentar algo, así que te recomiendo controlar hasta la forma en la que respiras.— reprochó hacia ella en un tono amenazante. Su vista se apartó un segundo a mí, pero volvió a poner toda su atención en la persona que tenía en frente —¿Qué fue lo que pasó?

— Entró a mi cuarto... —empecé a decir, pero vacilé un segundo. Preferí omitir lo de la carta, Damon no podía saber... — Y... me atacó. De la nada, no sé cómo llegó hasta acá. Viene con el uniforme del castillo.

— Si eso es cierto entonces está muerta. —respondió con un tono frío y brusco —cualquiera que intente o cometa homicidio contra un visitante protegido por la corona, está sentenciado a muerte. ¿Por qué crees que me causas muchos problemas? —me explicó, como si se tratara de un tema trivial. — Tal vez se le podría perdonar la traición, pero no usar el escudo del castillo sin el honor de portarlo. También está castigado con pena de muerte. Son dos condenas, no va a sobrevivir otro día.

La chica miró la carta que estaba en la cama, pero por inercia la tomé y la metí en mi manga.

— Tengo preguntas. — dije firme, pero Damon pareció ignorarme. Sacó un espejo de su bolsillo y lo miré intrigada, era la primera vez que veía uno así en este pueblo. Una de sus manos aún sostenía el arma contra la yugular de ella.

— Ya vienen los guardias para llevarla al calabozo. — murmuró Damon en lo bajo, la mujer no pareció titubear en lo más mínimo. Seguía firme, callada. Ni siquiera pestañeó al escuchar que su condena se acercaba.

— Así que eres valiente, ¿eh? — reprochó el chico contemplándola. — fue una estupidez intentar matarla, y más en el castillo. Todos en el pueblo sabían la condena, ¿Por qué lo hiciste?

— Por usted. — contestó ella en un tono neutro — Esta niña está aquí para matarlo. Para arruinar el futuro de Kadvav. No queríamos permitirlo. El pueblo lo quiere como nuestro futuro rey, su majestad.

— ¿Y planeabas resolverlo matándola? —le gritó el chico poniéndose rojo del coraje. —El rey dió la orden de no atacarla, cualquiera que rompiera la regla sería castigado con la muerte. Sin excepciones. ¿Qué era lo que esperabas? ¿Qué matando a una de las muchas amenazas iba a ser suficiente? Nadie está a salvo en ningún momento, y cobrando vidas empeora las cosas. Y por este error, la que se va a tener que cobrar en esta ocasión será la tuya por terquedad.

— Yo ya sabía que iba a morir, pero era para una causa mayor, ahora todo ha sido en vano, no logré mi cometido.

Damon no dijo nada, la miró pensativo. Analizando.

— Dime tu nombre. Se le avisará a tu familia tu condena. Tendrás veinticuatro horas para terminar tus asuntos pendientes — explicó, neutro, pero pude ver algo de enfado combinado con pena en sus ojos.

— Ya saben que estoy muerta. Fallé. Cualquier destino es más digno que ser asesinada después del fracaso. — murmuró.

Una de sus manos se dirigió a su cintura sacando un cuchillo y se cortó su propio cuello antes de que Damon pudiera arrebatárselo. La sangre salpicó en el rostro de Damon, manchando su ropa y casi todo su cuerpo de ese líquido espeso. El chico soltó un ¡No! Lleno de sorpresa al verla y la tomó en los brazos, tratando de contener la herida con las manos, mientras que el cuerpo de la chica se sacudía con fuerza. Cerré los ojos asqueada y asustada por la escena. Lovel estaba a mi lado. Después de unos segundos, el cuerpo dejó de sacudirse a pesar de los esfuerzos de Damon y noté un sutil cambio en la expresión de la mujer. Como si ya no le doliera. Había muerto. Damon por inercia se hizo para atrás antes de volver a enderezarse. Agachó la mirada al suelo un segundo, impactado por lo que acababa de pasar en frente de nosotros. 

El Reino De Kadvav: Mi Secreto (#1) [En Curso]Where stories live. Discover now