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*Abdul*

Miré a Rubén un segundo. No podía descifrar si estaba enojado, decepcionado o estresado. Lo conocía, sabía que no estaba asustado. Era casi imposible que él se asustara, pero quería saber que pensaba. Necesitaba saberlo.

— No puedo protegerlos. No sé si lo entiendes, Abdul. Lo que van a hacer se sale del plan que tengo, no puedo interferir en nada desde ese punto. Todo se reescribirá y las cosas cambiarán. — dijo lentamente, tratando de hacerme entrar en razón. — Podrías morir. Ambos podrían morir.

Vacilé un poco. Sabía eso, pero no podía dejar a Damon, no después de todo lo que él había hecho por mí.

— No dejaré a la única familia que me queda, sola. — le respondí tratando de fingir calma, parte de mí deseaba que nos ayudara, pero no se lo podía exigir. No sabiendo que Suv se lo prohibía y que en caso de oponerse o romper las reglas habrían consecuencias para él. Y sabía que si él se lo proponía, nos detendría. Y hasta ahí llegaba todo.

— No te vas a rendir hasta matarlo, ¿cierto? — cuestionó, apartando su vista de mí y dirigiéndola a la puerta. Volteé algo confundido y mire hacia atrás. La puerta se abrió y contemplé a Damon mientras la abría e ingresaba al lugar, el veneno estaba en sus manos. En efecto no se iba a rendir, yo tenía de leal lo que Damon tenía de necedad y terquedad.

— No puedo seguir así. Y lo sabes. — reprochó mi primo en un tono desesperado, casi necesitado. Estaba cruzado de brazos y atravesaba a Rubén con la mirada a la vez. Seguía enojado, y era probable que me reclamara más tarde por decirle.

— No es lo que Suv quiere. —le advirtió Rubén. Damon se encogió de hombros indiferente.

— Nunca he sido muy religioso. — le respondió con un tono desafiante. Mi mirada se desvió a Rubén de golpe, se tensó ofendido y note como se enderezaba.

Sus ojos verdosos recorrieron los míos pensativos, buscando alguna solución a todo. Por un segundo sentí que podía leerme por completo con la mirada, indagar en mi mente. Descubrir mis secretos. Ese secreto. Me recorría lentamente, pensando. Analizando. Sus ojos eran de un verde esmeralda, ni muy fuerte ni muy claro. Un tono neutro, ideal. Su cabello rubio estaba peinado hacia atrás, sin embargo se le había ido a los lados conforme el día. Me ganaba de estatura por varios centímetros, pero se sentía como si fueran miles cuando me veía. Algo cambió en sus ojos, fue muy sutil, pero hubo un cambio, tal vez algo de comprensión, no lo sé, pero supe que había cedido. Aparté la mirada de la suya apenado de tan solo pensar en la idea de que fui yo y ladeé la cabeza curioso de su siguiente frase cuando hizo un ademán para comenzar a hablar.

— Dije que yo no podía interferir, pero nunca dije que no los ayudaría enviando a Vet y las demás para que los cuiden y adviertan. Pero si van a hacer esto, al menor indicio de peligro, se largan. Es mi condición. Eso o detenerlos. — ofreció, ignorando el comentario de mi primo. Supe que ya se estaba arriesgando demasiado con eso, y se lo agradecí internamente por no dejarnos a la suerte. Pasó su mano por mí hombro y sentí que mis mejillas se pusieron rojas un segundo.

— Supongo que es un trato. — repliqué en voz baja tratando de incluirme en la conversación. Damon miró a Rubén y se acercó a él.

— No me hagas arrepentirme de ayudarlos. No importa lo que pase, al indicio de que alguno esté en peligro, se terminó, Damon. — le volvió a advertir Rubén mientras le tendía la mano.

Damon le estrechó la mano desconfiado y asintió con la cabeza. No lograba comprender por qué mi primo a no confiaba en Rubén, simplemente de un día para otro decidió estar furioso por una razón que no compartió conmigo. Yo seguiría poniendo mi vida en manos de Rubén un millón de veces más sin pestañear.

— Mientras que yo no me vuelva a arrepentir de confiar en ti, es un trato.

El Reino De Kadvav: Mi Secreto (#1) [En Curso]Where stories live. Discover now